Hay personas que si no estuvieran en este mundo el resto no podríamos seguir adelante. No tendríamos valor para ser cabezotas con nuestros sueños, para seguir adelante, para tener confianza en nosotros mismos, etc. Nick Vujicic es una de esas personas.
Nick nació sin brazos ni piernas, pero no solo no se ha rendido, sino que ayuda a otras personas a que no lo hagan. Se dedica a dar discursos motivadores y parece haber sido tocado por un don mágico de palabra gracias al cual es inevitable llevarle la contraria.
Coleccionista de Deseos
domingo, 22 de enero de 2012
domingo, 8 de enero de 2012
Gracias
<<Ponlo a prueba>> Las palabras de su madre se repetían una y otra vez en su cabeza. <<Estoy segura de que si le das la oportunidad, abandonará>>. Tenía tanto miedo de intentarlo, ¿y si su madre llevaba razón? Ella quería a Max, eso no lo dudaba y lo quería porque no era el típico chulito arrogante que solo se preocupa por la fiesta y por hacer sufrir a su chica, pero su madre veía las cosas de otra manera: odiaba su forma de vestir, su manera de actuar, ¡incluso odiaba a su mejor amigo! pero, sobre todo, su pelo, parecía encaprichada con el tema del pelo, ¿qué había de malo en que se lo rapase? Nada, pero su madre insistía en que un hombre debía parecer serio. Sara no era capaz de ver la relación entre el corte de pelo y la seriedad, siempre pensó que lo del pelo no era más que otra excusa tonta de su madre para odiarlo.
Max se levantó del banco al verla llegar. Estaba preocupado.
-¿Qué pasa? ¿Qué hay que hablar? ¿He hecho algo malo? ¿Qué problema hay? Creía que todo estaba genial entre nosotros. No entiendo...
Lo interrumpió.
-Por favor, déjame hablar. No tengo ningún problema contigo...
Esta vez la interrumpió él.
-Es tu madre.
Se vio obligada a mentir. Le parecía tan increíble lo que estaba a punto de hacer. ¡Ponerlo a prueba! Pero si el chico las había superado todas. No eran pocas las noches que se había quedado despierto cuando ella se encontraba mal, en muchas ocasiones no respondió a su madre cuando le insultaba para no dar paso a una bronca, había dejado tirado a Junior miles de veces por acompañarla a cualquier sitio... Aún así lo hizo, su madre no podía llevar razón, era tan imposible...
-Max, sabes que dentro de unos meses tendré un hijo -al chico le resultó rara la palabra "tendré", pero la dejó continuar-. Es mío, mi responsabilidad y no puedo vivir pensando en que te sientes atado de alguna forma a mi, quiero que puedas decidir libremente.
No hizo falta decir nada más.
-¿Qué broma es esta? ¿Crees que voy a abandonar a mi hijo y a la chica de la que estoy enamorado? ¿Crees que tengo miedo? ¡Es de locos, Sara! Dime que no piensas lo que acabas de decir. Daría... Sería cualquier cosa por ti y por el bebé.
-¿Sin sentirte obligado?
-Sintiéndome agradecido.
Suspiró. Una vez más su madre no llevaba razón respecto a Max y ahora se odiaba por haber dudado un poco en cuanto a la respuesta que iba a dar su novio.
-Vale, hagamos como que esta conversación no la hemos tenido nunca.
-¿De verdad tenías dudas? -Sara negó con la cabeza-. Gracias.
Sabía perfectamente que esa situación no había nacido en la cabeza de Sara, sabía perfectamente que ese tipo de ideas ridículas las originaba otra persona, pero no dijo nada, simplemente se limitó a abrazarla.
lunes, 2 de enero de 2012
La última noche
Sabía que pasaría la última noche del año sola y se le hacía raro. No eran pocas las veces que la había visto sonreír junto al que era su novio. ¿Qué se le pasaría por la cabeza a ese chalado para abandonarla? Para él estar con ella era un sueño utópico y sin embargo el imbécil no le dio importancia a tener que aprender a vivir sin ella. Sí, porque vivir con ella debería ser otro mundo, un mundo que él pretendía alcanzar esa noche: la última noche del año.
Se vistió con una camisa blanca, unos pantalones negros y unos elegantes zapatos a juego. Le hizo un guiño a la tradición adornando la camisa con una delgada corbata roja y se abrigó con una chaqueta negra que se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Por último roció su cuello con un aroma dulce pero no pesado. Agarró la bolsa y sintió como el contenido de ésta pesaba más de lo que debería, estaba nervioso.
Cerró la puerta del piso y miró al frente, donde estaba el piso de ella. Un escalofrío le recorrió la espalda y en pocos segundos le dio tiempo a pensar miles de veces en abandonar la idea, al fin y al cabo ella era tan inalcanzable... <<¡Pienso hacerlo!>> Y sin más dilación anduvo los pocos pasos que separaban los dos hogares y llamó al timbre.
Ella abrió la puerta. Estaba en pijama y con el cepillo de dientes en la boca. Le entraron unas ganas enormes de cerrar la puerta. ¿Qué hacía él allí? Además, ¿y ese traje, y esa sonrisa, y esa bolsa, y esos ojos brillantes? Apenas conocía su nombre, si incluso dejó de saludarlo porque se ex se lo había prohibido cuando estaban juntos... Le hizo un gesto con la mano para que pasara y él se sentó en un sofá que había justo delante de la televisión mientras que esperaba a que acabase con los dientes.
Tras acabar con el cepillado sirvió dos copas de vino e intentó disculparse.
-Lo siento, no esperaba a nadie -se sentó a su lado.
-¿No ibas a tomarte las uvas?
De repente sintió que aquella voz era muy cálida, limpia, tranquila. Le encantó ese tono y se maldijo por no haberlo notado antes.
-¿Para qué? Es una tontería.
-Yo no lo veo así.
-¿Y cómo lo ves? Hace un año estaba justo aquí con... -ni si quiera quería pronunciar su nombre-. Y ahora ya ves.
-Bueno, ahora estoy yo.
-Dime, ¿por qué es importante para ti?
-Doce campanadas, doce deseos. Uno por casa mes del nuevo año.
-Nunca se cumplen.
-Porque no nos esforzamos en que se cumplan. Para que se cumpla uno de los míos he tenido que echarle valor.
-¿Y mereció la pena?
-La está mereciendo -le guiñó y a ella se le escapó una sonrisa.
Él encendió la televisión. La presentadora anunciaba que al año tan solo le quedaban cinco minutos. Aún así él se lo tomó con calma. Sacó de la bolsa un cuenco con uvas y lo colocó a la vista de ella, después deshizo el nudo de su corbata y se la quitó, agarró el brazo de la chica con delicadeza y le puso la corbata por debajo del hombro.
-Ahora estás preparada.
Se despreocupó por un momento de ella, se hizo con unas cuantas uvas y cuando llegó el momento empezó a tomárselas.
Ella no se tomó la primera, pero tras ver que la cosa iba en serio, lo acompañó en las otras once.
Se felicitaron el uno al otro y apuraron lo que quedaba de vino en las copas.
Ella aflojó el nudo de la corbata que tenía en el brazo y se la colocó a él alrededor del cuello. Cuando apretó el nudo tiró de él hacia ella y lo besó.
domingo, 25 de diciembre de 2011
Ven ya
"Aquí estoy. Como ves, no fallo a mi cita de cada tarde. Ojalá pudiera decir de ti que al menos una tarde acudiste a mi encuentro. ¿Será hoy esa tarde? Ya casi he perdido toda esperanza. No entiendo tu manera de actuar. No tenías prevista una cita con mi Margaret pero quisiste encontrarte con ella, no tenías cita con mi único hijo pero también lo buscaste y, para mi desgracia, lo encontraste. Aún así no tengo miedo a tu llegada, es más, soy yo quien te espero y ya estoy siendo demasiado paciente, ¿no crees? Dios mío, ¿por qué eres tan testaruda? Yo ya no tengo nada que ofrecer. ¿Has visto mis manos? ¡Están muy viejas! ¡Son inservibles! ¿Sabes que me tengo que valer de las dos para coger un vaso? y hay veces que se me cae al suelo y barrer todos los cristalitos me es imposible...
No sé que quieres de mi, Soy un soldadito de juguete cansado y viejo que tú insistes en poner en primera línea de combate siempre. ¿Por qué no te apiadas ya? Estoy solo, sin ganas ni fuerza para cualquier cosa. Por favor..."
Así, tras la plegaria, el anciano empezó a sentir cada vez menos el dolor propio de su edad hasta que este desapareció. La muerte, por fin, se apiadó de él.
Sí, hoy, día de Navidad, estoy pesimista.
No sé que quieres de mi, Soy un soldadito de juguete cansado y viejo que tú insistes en poner en primera línea de combate siempre. ¿Por qué no te apiadas ya? Estoy solo, sin ganas ni fuerza para cualquier cosa. Por favor..."
Así, tras la plegaria, el anciano empezó a sentir cada vez menos el dolor propio de su edad hasta que este desapareció. La muerte, por fin, se apiadó de él.
Sí, hoy, día de Navidad, estoy pesimista.
sábado, 3 de diciembre de 2011
¿Sabes?
Ayer, mientras paseaba descalza por la arena de la playa te recordé. ¿Sabes? Paseaba de noche, sí, de noche. La gente suele abandonar la playa de noche, pero yo quise hacerle compañía para ahogar su pena y consolarla. El problema fue que yo me sentía más sola que ella y por eso acabé adoptando el rol de paciente y ella el de psicóloga. Me preguntó por mi tristeza y solo pude contestarle con tu nombre. Me preguntó por la razón de mi respuesta y solo pude contestarle con un nombre de mujer a la que, llámame mentirosa, pero juro que no odio. ¿Sabes? La playa me comprendió y, por su puesto, lo hizo mucho mejor que cuando tu intentabas ponerte en mi lugar. Usó su problema para darme lecciones. Me contó que ella también lloraba por las noches, me contó que de noche se sentía sola, me contó que la gente también la abandona por ir a otros sitios, pero sobre todo me contó que siempre amanece y, cuando amanece, vuelve a contemplar los besos de los enamorados, a los padres corriendo tras sus hijos, vuelve a ver las risas, los llantos por tenerse que marchar, las bromas que se gastan unos a otros, los nombres que se calcan en la arena... Y me contó, que aunque parezca que todos se lo pasan bien, por alguna razón, acaban marchándose cuando anochece. ¿Sabes? En ese momento suspiró y me dijo: "Pero ahora tú no me abandonas, las personas que no valen la pena vienen y van, las especiales se quedan. Y ahora mira a tu derecha -descubrí la silueta de un chico- ninguno de los dos lo sabéis, pero os estáis buscando" Él miró hacia su izquierda y, llámame loca como tantas otras veces has hecho, pero entre tanta oscuridad pude ver su sonrisa. ¿Sabes? Vi la sonrisa de un desconocido antes que la tuya, ¿extraño, no?
sábado, 19 de noviembre de 2011
¿Cómo se da cuenta uno de que una relación se ha terminado?
Me gustaría compartir con vosotros la respuesta que Jorge Bucay dio cuando el presentador de un programa le pregunto lo que titula esta entrada.
Y yo reflexiono: "Ama. Ama con todas tus fuerzas, ama hasta quedarte sin aire, ama hasta el último aliento, ama a cada intante, ama hasta al final. Ama, pero a quien te merezca"
Y yo reflexiono: "Ama. Ama con todas tus fuerzas, ama hasta quedarte sin aire, ama hasta el último aliento, ama a cada intante, ama hasta al final. Ama, pero a quien te merezca"
domingo, 13 de noviembre de 2011
La venganza del Rey: Capitulo 27 (capítulo final)
Ainhoa agradece a Julio la información. Se monta tras él en una moto que sólo Julio sabe de donde ha salido y emprenden el camino en silencio. Ninguno de los dos sabe nada.
Julio ya ha estado esa misma mañana con Erik y sabe que Ainhoa necesita verlo después de los cuarenta y cuatro días que ha pasado en paradero desconocido.
Aparcan la moto y se acercan andando al lago y manteniendo nula la conversación.
Lo ven apoyado en un árbol y sentado sobre la hierba. Reflexivo, pensativo, tranquilo. Tanto a Julio como a Ainhoa le sorprende verlo así. Julio se detiene.
-Yo ya he ayudado. Lo demás es cosa vuestra.
-Gracias, Julio.
Se abrazan y Julio desaparece.
Ainhoa se acerca a paso lento pero firme a Erik que se da cuenta de quien es la persona que se le acerca, pero no se levanta a recibirla. Aún sigue dándole vueltas a lo sucedido hace unas horas, no da crédito.
Ainhoa se acuclilla frente a él. Erik mira al suelo para evitar sus ojos azules.
-¿Dónde has estado?
-Tomando decisiones.
-¿Ha sido culpa mía? -Erik niega con la cabeza-. ¿Estás enfadado? -misma respuesta-. Mi padre me ha dado esto para ti -le entrega una carta, Erik la abre sin dudarlo un solo segundo-. He tenido la tentación de abrirla y leerla, pero no lo he hecho.
Erik no escucha esto último, está más atento a las palabras que ha escrito Carlos Lucena pensando en él.
“Hola, Erik. No te escribo para intentar que no me odies, estás en tu derecho de hacerlo. Te escribo para agradecerte que no lo hicieras. Por un momento llegué a dudar y aún no sé si seguir vivo es lo más justo. Tampoco te escribo para que me perdones, yo no me perdonaría. Me has demostrado que eres digno de pertenecer a mi familia, pero dudo que quieras compartir algo conmigo. Lo que quiero decir es… mi hija no disimula nada bien y sé que te quiere, no pagues con ella mis errores. No le he contado a nadie lo que ocurrió la noche pasada, a ella tampoco. No me voy a interponer”
Vuelve a recordarlo todo de nuevo. Su pistola tocando la cabeza de Carlos Lucena, él que se decide, cierra los ojos y sin pensarlo más dispara al aire y revienta la bombilla. La oscuridad absoluta que se hace y él que suelta la pistola y sale corriendo. No tiene idea de cómo Carlos se ha podido desatar solo. Tampoco le importa.
Rompe la carta en mil pedazos y los lanza por los aires. Él tampoco desvelará el secreto del policía. No lo mirará a los ojos, no hablará con él, lo odiará, pero la hará feliz. Por primera vez tras cuarenta y cuatro días la mira. Ella es para él. Lo sabe, está seguro y al pensar en ello suelta una sonrisa.
-Te echaba de menos, reina.
-¿Por qué desapareciste?
-Asuntos de palacio.
-¿Y en qué consistían?
-En nada tan importante como para interrumpir este momento contigo. Ven.
Ainhoa se sienta recostada entre sus piernas. Erik le acaricia el pelo.
-Adrián te ha insultado -Ainhoa mira hacia-. Me lo ha dicho Julio.
-Maldita Noelia, ¡es una cotilla!
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Es una tontería y además hace ya bastante tiempo.
-Me da igual. Tengo mucha rabia acumulada y es la excusa perfecta para soltarla.
-Por favor no te metas en líos con Adri, es igual, de verdad.
-Como quieras.
Ainhoa respira aliviada y Erik piensa en buscar a Adrián en cuanto oscurezca.
-Quiero que esto sea así siempre.
-¿Así?
-Tu y yo juntos, solos, sin enfados, sin vergüenza, sin… no sé
Erik se inclina y le besa la cabeza.
-Te prometo que será así siempre.
Ainhoa se revuelve y se sienta sobre sus muslos para verle la cara. Erik alarga el cuello y la besa.
-También te prometo que no voy a meterme en líos gordos ni en cosas raras, ya no.
-¿Y eso?
-Es mejor dejar las cosas como están, cada uno tendrá lo que se merece en el futuro.
-¿Hablas de Cavallari? Dicen que ha escapado, según las agencias de viajes tenía registrado tres billetes: uno para Roma, otro para Pekín y el último para Túnez. No saben hacia donde ha podido escapar.
-Túnez.
-¿Por qué?
-Roma es su ciudad natal y sería predecible encontrarlo allí y Pekín… -recuerda el momento en el que Cavallari le enseñó el billete de avión, nunca ha creído en que el italiano hubiese sincero con él en esa ocasión-. Pekín no, créeme, está en Túnez.
-Si insistes, se lo diré a mi padre.
Ainhoa le besa la frente y más tarde los labios. Se toma todo el tiempo del mundo, al fin y al cabo, disponen de todo el tiempo del mundo y piensa exprimir cada segundo a su lado. Lo abraza, lo siente cerca y le parece increíble tras tanto tiempo. Toma el control de la situación. Es ella quien lo controla a él y él se deja llevar.
<<Ojos azules. Sí, ojos azules. Y ahora sé que no los poseo, que tras todo lo vivido no son míos. El cazador, cazado. Yo soy el que pertenece a ella. Yo por completo. Por primera vez en mi vida me siento la presa y me gusta>>
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