domingo, 25 de diciembre de 2011

Ven ya

    "Aquí estoy. Como ves, no fallo a mi cita de cada tarde. Ojalá pudiera decir de ti que al menos una tarde acudiste a mi encuentro. ¿Será hoy esa tarde? Ya casi he perdido toda esperanza. No entiendo tu manera de actuar. No tenías prevista una cita con mi Margaret pero quisiste encontrarte con ella, no tenías cita con mi único hijo pero también lo buscaste y, para mi desgracia, lo encontraste. Aún así no tengo miedo a tu llegada, es más, soy yo quien te espero y ya estoy siendo demasiado paciente, ¿no crees? Dios mío, ¿por qué eres tan testaruda? Yo ya no tengo nada que ofrecer. ¿Has visto mis manos? ¡Están muy viejas! ¡Son inservibles! ¿Sabes que me tengo que valer de las dos para coger un vaso? y hay veces que se me cae al suelo y barrer todos los cristalitos me es imposible...
    No sé que quieres de mi, Soy un soldadito de juguete cansado y viejo que tú insistes en poner en primera línea de combate siempre. ¿Por qué no te apiadas ya? Estoy solo, sin ganas ni fuerza para cualquier cosa. Por favor..."
    Así, tras la plegaria, el anciano empezó a sentir cada vez menos el dolor propio de su edad hasta que este desapareció. La muerte, por fin, se apiadó de él.



Sí, hoy, día de Navidad, estoy pesimista.

sábado, 3 de diciembre de 2011

¿Sabes?


            Ayer, mientras paseaba descalza por la arena de la playa te recordé. ¿Sabes? Paseaba de noche, sí, de noche. La gente suele abandonar la playa de noche, pero yo quise hacerle compañía para ahogar su pena y consolarla. El problema fue que yo me sentía más sola que ella y por eso acabé adoptando el rol de paciente y ella el de psicóloga. Me preguntó por mi tristeza y solo pude contestarle con tu nombre. Me preguntó por la razón de mi respuesta y solo pude contestarle con un nombre de mujer a la que, llámame mentirosa, pero juro que no odio. ¿Sabes? La playa me comprendió y, por su puesto, lo hizo mucho mejor que cuando tu intentabas ponerte en mi lugar. Usó su problema para darme lecciones. Me contó que ella también lloraba por las noches, me contó que de noche se sentía sola, me contó que la gente también la abandona por ir a otros sitios, pero sobre todo me contó que siempre amanece y, cuando amanece, vuelve a contemplar los besos de los enamorados, a los padres corriendo tras sus hijos, vuelve a ver las risas, los llantos por tenerse que marchar, las bromas que se gastan unos a otros, los nombres que se calcan en la arena... Y me contó, que aunque parezca que todos se lo pasan bien, por alguna razón, acaban marchándose cuando anochece. ¿Sabes? En ese momento suspiró y me dijo: "Pero ahora tú no me abandonas, las personas que no valen la pena vienen y van, las especiales se quedan. Y ahora mira a tu derecha -descubrí la silueta de un chico- ninguno de los dos lo sabéis, pero os estáis buscando" Él miró hacia su izquierda y, llámame loca como tantas otras veces has hecho, pero entre tanta oscuridad pude ver su sonrisa. ¿Sabes? Vi la sonrisa de un desconocido antes que la tuya, ¿extraño, no?

sábado, 19 de noviembre de 2011

¿Cómo se da cuenta uno de que una relación se ha terminado?

Me gustaría compartir con vosotros la respuesta que Jorge Bucay dio cuando el presentador de un programa le pregunto lo que titula esta entrada.

Y yo reflexiono: "Ama. Ama con todas tus fuerzas, ama hasta quedarte sin aire, ama hasta el último aliento, ama a cada intante, ama hasta al final. Ama,  pero a quien te merezca"

domingo, 13 de noviembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 27 (capítulo final)


Ainhoa agradece a Julio la información. Se monta tras él en una moto que sólo Julio sabe de donde ha salido y emprenden el camino en silencio. Ninguno de los dos sabe nada.
Julio ya ha estado esa misma mañana con Erik y sabe que Ainhoa necesita verlo después de los cuarenta y cuatro días que ha pasado en paradero desconocido.
Aparcan la moto y se acercan andando al lago y manteniendo nula la conversación.
Lo ven apoyado en un árbol y sentado sobre la hierba. Reflexivo, pensativo, tranquilo. Tanto a Julio como a Ainhoa le sorprende verlo así. Julio se detiene.

-Yo ya he ayudado. Lo demás es cosa vuestra.
-Gracias, Julio.

Se abrazan  y Julio desaparece.
Ainhoa se acerca a paso lento pero firme a Erik que se da cuenta de quien es la persona que se le acerca, pero no se levanta a recibirla. Aún sigue dándole vueltas a lo sucedido hace unas horas, no da crédito.
Ainhoa se acuclilla frente a él. Erik mira al suelo para evitar sus ojos azules.

-¿Dónde has estado?
-Tomando decisiones.
-¿Ha sido culpa mía? -Erik niega con la cabeza-. ¿Estás enfadado? -misma respuesta-. Mi padre me ha dado esto para ti -le entrega una carta, Erik la abre sin dudarlo un solo segundo-. He tenido la tentación de abrirla y leerla, pero no lo he hecho.

Erik no escucha esto último, está más atento a las palabras que ha escrito Carlos Lucena pensando en él.

“Hola, Erik. No te escribo para intentar que no me odies, estás en tu derecho de hacerlo. Te escribo para agradecerte que no lo hicieras. Por un momento llegué a dudar y aún no sé si seguir vivo es lo más justo. Tampoco te escribo para que me perdones, yo no me perdonaría. Me has demostrado que eres digno de pertenecer a mi familia, pero dudo que quieras compartir algo conmigo. Lo que quiero decir es… mi hija no disimula nada bien y sé que te quiere, no pagues con ella mis errores. No le he contado a nadie lo que ocurrió la noche pasada, a ella tampoco. No me voy a interponer”

Vuelve a recordarlo todo de nuevo. Su pistola tocando la cabeza de Carlos Lucena, él que se decide, cierra los ojos y sin pensarlo más dispara al aire y revienta la bombilla. La oscuridad absoluta que se hace y él que suelta la pistola y sale corriendo. No tiene idea de cómo Carlos se ha podido desatar solo. Tampoco le importa.
Rompe la carta en mil pedazos y los lanza por los aires. Él tampoco desvelará el secreto del policía. No lo mirará a los ojos, no hablará con él, lo odiará, pero la hará feliz. Por primera vez tras cuarenta y cuatro días la mira. Ella es para él. Lo sabe, está seguro y al pensar en ello suelta una sonrisa.

-Te echaba de menos, reina.
-¿Por qué desapareciste?
-Asuntos de palacio.
-¿Y en qué consistían?
-En nada tan importante como para interrumpir este momento contigo. Ven.

Ainhoa se sienta recostada entre sus piernas. Erik le acaricia el pelo.

-Adrián te ha insultado -Ainhoa mira hacia-. Me lo ha dicho Julio.
-Maldita Noelia, ¡es una cotilla!
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Es una tontería y además hace ya bastante tiempo.
-Me da igual. Tengo mucha rabia acumulada y es la excusa perfecta para soltarla.
-Por favor no te metas en líos con Adri, es igual, de verdad.
-Como quieras.

Ainhoa respira aliviada y Erik piensa en buscar a Adrián en cuanto oscurezca.

-Quiero que esto sea así siempre.
-¿Así?
-Tu y yo juntos, solos, sin enfados, sin vergüenza, sin… no sé

Erik se inclina y le besa la cabeza.

-Te prometo que será así siempre.

Ainhoa se revuelve y se sienta sobre sus muslos para verle la cara. Erik alarga el cuello y la besa.

-También te prometo que no voy a meterme en líos gordos ni en cosas raras, ya no.
-¿Y eso?
-Es mejor dejar las cosas como están, cada uno tendrá lo que se merece en el futuro.
-¿Hablas de Cavallari? Dicen que ha escapado, según las agencias de viajes tenía registrado tres billetes: uno para Roma, otro para Pekín y el último para Túnez. No saben hacia donde ha podido escapar.
-Túnez.
-¿Por qué?
-Roma es su ciudad natal y sería predecible encontrarlo allí y Pekín… -recuerda el momento en el que Cavallari le enseñó el billete de avión, nunca ha creído en que el italiano hubiese sincero con él en esa ocasión-. Pekín no, créeme, está en Túnez.
-Si insistes, se lo diré a mi padre.

Ainhoa le besa la frente y más tarde los labios. Se toma todo el tiempo del mundo, al fin y al cabo, disponen de todo el tiempo del mundo y piensa exprimir cada segundo a su lado. Lo abraza, lo siente cerca y le parece increíble tras tanto tiempo. Toma el control de la situación. Es ella quien lo controla a él y él se deja llevar.

<<Ojos azules. Sí, ojos azules. Y ahora sé que no los poseo, que tras todo lo vivido no son míos. El cazador, cazado. Yo soy el que pertenece a ella. Yo por completo. Por primera vez en mi vida me siento la presa y me gusta>>

La venganza del Rey: Capitulo 26

Siento mi cuerpo bañado en un incómodo sudor frío. La camiseta se me pega demasiado al cuerpo, es muy agobiante. A esto también incluirle los temblores, son como calambres que no dejan de recorrerme de pies a cabeza. La luz sigue apagada. Ni si quiera recuerdo como he llegado a este punto. Aún no sé lo que hago o lo que me dispongo a hacer. La siento, está ahí, rozando mi cadera, pesa demasiado como para no notarla. Paso las yemas de mis dedos sobre ella, tan solo consigo rozarla, aparto rápidamente la mano. Enciendo la luz y entonces lo veo todo aún más oscuro, más confuso. Está frente a mí. Indefenso, inservible, incapaz de protegerse, atado de pies y manos. Me mira a los ojos en silencio y me hace saber que él también duda de la eficacia con la que pueda llevar a cabo esto. Lo he imaginado tantas veces… Yo frente al asesino de mi hermano, comportándome como un vengador, como un héroe, cumpliendo con mí deber… Y sin embargo, lo miro a los ojos y me siento el malo de la película, el villano, el rastrero. Matar a alguien debe ser difícil, ¿pero lo debe ser también cuando tienes motivos? Intento tener sangre fría. Agarro la pistola sin pensarlo más veces y la sostengo firmemente mientras apunto al asesino de mi hermano, Carlos Lucena.

-No la has cargado.
-Cállate.
-Erik, tranquilízate…
-¡No! -grito con rabia-. ¡Tú lo mataste!
-Sí y te juro que fue el momento más difícil de mi vida.

Le alzo la mano con la que sostengo la pistola y le amenazo con golpearle con la culata. Ambos guardamos unos minutos de silencio y es ahí cuando vuelvo a poner el cañón frente a su cabeza. Siento que el corazón se me va a salir. La mano me tiembla y esto mezclado con el sudor dificulta que pueda sostener la pistola.
Carlos vuelve a hacer uso de la palabra.

-¿Sabes? Matar a alguien es lo peor que puedes hacer.

Grito de tal forma que se me desgarra la voz y empiezo a sentir dolor de garganta.

-¡Pero tú lo hiciste! ¡Eres un puto asesino! ¡Te odio!
-¿Y quieres imitar a la persona a la que odias?

Le respondo cargando la pistola. El sudor empieza a mezclarse con mis lágrimas.

-Di tus últimas palabras, cabrón.
-Está bien, tranquilo Erik.
-¿Estuviste tranquilo cuando mataste a mi hermano? Llevo cuarenta y tres días pensando en todo esto. ¿Cuánto tardaste tú en convencerte para disparar?
-Fue una decisión difícil.
-Pero ya pertenece al pasado, él está muerto y tú sigues trabajando y con tu familia perfecta.
-Te prometo, te juro… -se le escapa alguna lágrima, traga saliva-. Erik, dispárame ahora mismo si yo soy capaz de dormir por las noches, dispárame si no quería a tu hermano, dispárame si en el momento en el que hice lo que hice no se me puso en una situación límite. Pero no me dispares si no conoces mi punto de vista… Tú no sabes lo que es matar, no sabes lo que es llenarte las manos de sangre de alguien a quien quieres. No sabes lo que es tener insomnio cada maldita noche. No sabes lo que es cerrar los ojos y revivirlo todo nuevo. Mi vida es difícil.
-¿Tu vida es difícil? Mi padre nos abandonó, al poco tiempo tú mataste a mi hermano y a mi hermana pequeña le tengo que contar mentiras acerca de la desaparición de Alex. ¿Tu vida es difícil? Hijo de puta, ¿tu vida es difícil? -presiono el cañón contra su cabeza-. Dame una razón para no matarte.
-No puedo, lo único que puedo hacer es explicarte porque decidí disparar.
-Te escucho.
-Cavallari tenía a un francotirador apuntando la cabeza de mi hija y tenía orden de disparar cuando Cavallari se lo pidiera o si llevaba más de una hora sin hablar con Cavallari, en este último caso el francotirador supondría que habíamos asesinado a su jefe y hubiese matado a mi hija… Tú no eres padre. Te juro que agoté mis opciones. Era o tu hermano o me hija. El propio Alex acabó pidiéndome que lo matara.
-Y le hiciste a mi madre lo que tú no hubieses soportado que te hicieran, le quitaste a su hijo.
-¿Tú que hubieses hecho?

Mi mente se colapsa de recuerdos. Por un lado mi hermano y todo lo que he luchado para llegar hasta su asesino. Por otro Ainhoa… Simplemente su nombre, su sonrisa, sus berrinches, su timidez, sus ataques físicos…
Joder, ¡ya debería haber disparado! El brazo me flaquea y retiro un poco la pistola de la cabeza de mi víctima.

-Erik, confío en ti y sé que no vas a cometer mi error.
-¿Confías en mí? Le dijiste a Ainhoa que se apartara de mí.
-Creí que te acercabas a ella porque ya sabías que yo…
-¡Dilo, joder!
-Que yo maté a tu hermano. Es mi hija, quiero lo mejor para ella.
-¿Lo mejor es tener a un asesino de mierda conviviendo con ella?

Carlos se queda sin palabras. Respiro hondo, vuelvo a juntar el cañón de la pistola con su cráneo, aprieto los labios. Ahora sí. Estoy decidido. Carlos aún tiene la valentía suficiente como para despedirse.

-Adiós.

Sostengo mi brazo derecho con la mano izquierda para que no me tiemble el pulso. Cierro los ojos. Disparo. Vuelvo a abrir los ojos, de nuevo todo oscuro. Salgo corriendo sin rumbo fijo, en una carrera por dejar atrás el pasado.

La venganza del Rey: Capitulo 25


De acuerdo, fui yo la que intentó alejarse de él. De acuerdo, fui yo la que empecé a dudar de sus intenciones, pero se me hace tan raro no verle… Todo ha pasado tan deprisa. ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? ¿Ahí llega mi historia? Veo a Julio y Noelia juntos. Juntos aún. Julio siempre trata de verla, incluso el último día de clases la pasó a recoger para celebrar que el curso había terminado y mientras tanto yo sola. En casa actúo para no exteriorizar delante de mis padres que hecho en falta algo. Con Noelia es imposible, me conoce demasiado bien y con Julio… con Julio apenas hablo. No sé porqué pero aún no hemos cogido confianza entre nosotros dos y que conste que sé que es una gran persona, pero nuestros corazones no terminan de abrirse.
En estos días me siento sola, demasiado. Julio y Noelia han salido a cenar y a mí me toca ser la amiga soltera que pasa el fin de semana en casa viendo el canal de veinticuatro horas unos noticias que empiezan con un “Buenas noches” y después pasan a mostrarte porque no son precisamente eso, porque no son buenas. Mis padres también han salido, ni más ni menos que a la ópera, ¿a quién se le ocurre? Nunca han ido y justo esta noche se les ocurre la fantástica idea. Y todo ¿para qué? Para hacerme sentir más sola y pensar más en el pasado y pasado tan solo es sinónimo de un nombre… Un nombre que no quiero pronunciar.
Ding dong. Contra todo pronóstico, el timbre suena y a mí me queda la duda de si eso es una buena noticia o una noticia aún peor que las que estoy viendo por televisión. Me resigno y me levanto para abrir a sabiendas de que eso significará no volver a tomar en toda la noche la buena postura que había tomado en el sofá. Abro la puerta y aunque no sé que cara tengo en este momento, sé que me cambia al ver a la persona que está al otro lado. Noelia se abraza a mi cuello y consigue sacarme media sonrisa. El abrazo lo interrumpe Julio tosiendo a propósito, lo observo al otro lado del abrazo, viene cargado con un par de cajas de pizza, dos botellas de coca-cola y una cantidad de golosinas y snacks que debería ser pecado.

-Siento interrumpir el momento, pero necesito descargar todo esto ya.

Noelia no duda en entrar en mi casa y sentarse en el sofá. Resoplo. Sigue siendo la misma. Cojo uno de los refrescos y unas cuantas bolsas de aperitivos para ayudar a Julio y él me lo agradece con un guiño. Desparramamos la mercancía por la pequeña mesita auxiliar que hay entre medias de la tele y el sofá. Una mesita que es sagrada y que lo único que ha soportado en sus más de veinte años de vida es el peso de un periódico, pero que hoy tendrá que tirar de coraje y aguantar las porquerías que van a comer los tres jóvenes que tiene delante. Noelia no duda en cambiar el canal de la televisión y hace zapping hasta dar con un programa de cámaras ocultas. Julio mientras tanto ya ha cogido una porción de pizza y se la lleva a la boca.

-¿Por qué estáis aquí? -es lo único que se me ocurre preguntar.
-Necesitas compañía, ¿y quién mejor que nosotros? -responde Noelia sin apartar la mirada del televisor.

La noche transcurre mientras desaparece la comida de la mesita que cada vez tiene que soportar menos peso. Sin duda el más tragón es Julio, pero ni Noelia ni yo nos quedamos atrás. Durante la cena pillo en más de una ocasión a Julio mirándome, casi se podría decir que intentando hurgar en el interior de mis ojos, robando sentimientos que son míos. No tarda en apartarme la mirada en cuanto yo también lo observo. Nunca me había pasado nada parecido con él.
La pareja decide irse, ya es bastante tarde y yo deduzco que mis padres no solo habrán ido a la ópera, tardan demasiado. Me despido de mi amiga con un abrazo y de Julio con dos besos rápidos, mecánicos, ni él ni yo nos sentimos cómodos el uno con el otro.
Termino de recoger todo el estropicio. Ya es hora de dormir, no pienso esperar a mis padres toda la noche. Subo las escaleras y entonces y de nuevo contra todo pronóstico: Ding dong. Maldigo a la persona que hay tras la puerta, no tengo idea de quien puede ser, pero la maldigo por inoportuna. ¡Estas no son horas de visita! Ignoro a la persona que hay tras la puerta y sigo subiendo las escaleras, pero vuelve a insistir. Din dong. Es entonces cuando la duda y el sentimiento de culpa se apoderan de mí. ¿Y si es algo importante? ¿Y si algún familiar ha caído enfermo? ¿Y si es… No, imposible. De todas formas abro.

-¿Qué tal?

¡Sorpresa! ¿Perdón? ¿Qué hace aquí Julio? Tardo en reaccionar. Nunca he estado con él a solas. Esto es incómodo. ¿Qué hace aquí? En fin ya he abierto, no puedo librarme de la situación.

-¿Puedo pasar? -pregunta sin que yo aún haya articulado palabra. Asiento con la cabeza y sigo sin hablar.

Julio entra y se sienta en el sofá. Misterioso, inquietante, indescifrable, enigmático… Sin duda, Julio me ha sorprendido. El chico nota mi silencio y vuelve a coger la iniciativa.

-Te he mirado mucho esta noche.
-Sí, me he dado cuenta.

Se acabó. No puedo aguantar más. Es hora de dejar de ser tan tímida con Julio. Vayamos al grano.

-No entiendo tu visita.
-¿Sabes? Lo de cenar esta noche aquí ha sido idea mía. Sé que lo estás pasando mal…
-¿Es normal que lo pase mal?
-Supongo.
-Hace más de un mes que no sé de él.
-Ni yo. Desapareció de repente.
-Me he parado muchas veces frente a su puerta y no he sido capaz de llamar. Estoy confundida, todo ha sido muy rápido.
-No está en su casa. Su madre tampoco sabe de él.
-¿Crees qué esta…

Julio tiene el valor que a mi me falta y es capaz de terminar la frase sin que le tiemble la voz.

-…muerto? No, no creo.

Respiro profundamente y miro a la persona con la que estoy hablando. Aún me parece increíble estar a solas con Julio. Me arranco y le abro de una vez por todas mi corazón.

-Al principio lo odiaba, a él y a ti. Pero no sois lo que aparentáis, desde fuera se os ve de otra manera. Me fui acercando a él y cuando estaba más cerca mi padre me advirtió, me hizo dudar y yo no le oculté mis dudas. Se marchó enfadado, es normal, lo eché de mi casa y, ahora que no está, lo tengo más claro que nunca. Lo quiero.
-Es normal que haya dudas, celos y demás tonterías. Esto -se da un golpe en el lado izquierdo del pecho, donde está el corazón- no es de piedra y esto -se señala la cabeza con el dedo índice- es una máquina de confusión, una máquina capaz de imaginar cualquier cosa.

Julio vuelve a sorprenderme. Si alguien me hubiese hablado sobre su forma de expresarse cuando habla en serio, hubiese creído que se trataba de una broma. Por desgracia, su don de palabra, no es capaz de sanar mi situación y tras una extensa charla, desaparece calle abajo entre las luces artificiales de las farolas.
Vuelvo a empezar a subir las escaleras para intentar conciliar el suelo, pero de nuevo me detengo. Alguien introduce la llave y entra. Es mi madre.

-¿Ha estado aquí tu padre? -Niego-. ¿Dónde se habrá metido?

domingo, 6 de noviembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 24


-A lo mejor mañana soy yo el que no quiere hablar.
-Tengo que estudiar. Vete.

La mira. Por un momento no piensa salir de allí. Ainhoa le insiste, pero sin empujarle. De repente parece que no quiera ni tocarlo.

-Te estás confundiendo conmigo.
-Vete por favor.

Erik coge aire para hablar, pero se lo traga. Vacila por un momento y termina saliendo por donde entró. Ainhoa se asoma por la ventana para verlo alejarse, con sensación de que lo hace más por precaución que por amor. Esta vez Erik no se traga el aire.

-Voy a aclarar las cosas.

Pero Ainhoa ignora sus palabras. En ese momento no puede llegar a imagina que esas palabras de Erik significan tanto. No es capaz de comprender que a partir de ese momento su vida cambia. Le es imposible pensar en cualquier cosa que no sean las palabras de su padre. ¿Y si Erik a jugado con ella? ¿Y si tan solo quería vengarse del policía que no salvó a su hermano? Todas las piezas parecen encajar. ¿Quién le dice a ella que él no sabía quien era su padre? Quizás llevaba meses planeando arruinarle la vida a su padre a través de ella. Se tira en la cama. Incapaz de hacer ningún movimiento. Siente que el corazón se le ha parado. No hay derecho. Ella lo quería… ella lo quiere. Pero está claro que no le conviene encapricharse de alguien tan diferente y más con su historial. Está en uno de esos momentos en los que todo se ve negro. Pesimista. Incluso siente ¿miedo? Sí, miedo a que Erik se ría contando a sus amigos cada uno de sus berrinches o quizá cosas más íntimas.



El descampado está desierto. Aún es temprano, pero él no puede esperar. Si es necesario, sacará a toda la mugre que allí se reúne de sus casas. En especial a uno. En poco tiempo, casi como si de un teletransporte se tratara, se planta frente a la gran casa de Cavallari. Un portero con traje y aspecto serio se ocupa de que no pase cualquiera y aunque para él Erik no es cualquiera, tampoco está autorizado dejar pasar a cualquier loco que no vaya en son de paz y Erik no guarda sus sentimientos, le es imposible. Se acerca a la verja corriendo y cuando está cerca, da un salto y se engancha a los hierros, pero le da tiempo a escalar poco pues el portero lo detiene y lo tira al suelo.

-¿Dónde crees que vas?
-Déjame pasar.
-No tienes cita.
-Soy de confianza.
-No, Erik, ya no.
-Solo he venido a hablar.
-Cavallari no está.
-¿Crees que soy gilipollas? Si no entro por las buenas, voy a entrar por las malas.

El portero deja escapar una media sonrisa fruto de los nervios de la situación. Un sonrisita que no gusta para nada a Erik que lanza su puño y logra que rompa de lleno en la nariz del de traje quien empieza a sangrar. Erik suelta una carcajada.

-Siempre estaréis hechos de la misma mierda. Está claro que todavía no tengo sustituto.

De nuevo se agarra a la verja, pero el portero vuelve a empujarle hacia abajo, lo tira al suelo y aprovechando que tarda en levantarse le devuelve la jugada atizándole en las costillas con el pie. Erik se lleva las manos a la barriga.

-¿El nene quiere pelea? -coloca el puño derecho cerca de su cara y el izquierdo a la altura de su cintura para que le sea más fácil esquivar los golpes-. Pues va a tener pelea.

El portero no duda un segundo y se le lanza una vez tras otra. Erik lo esquiva una, otra, otra y otra vez, se limita a defender. El portero se toma un respito y justo en ese momento Erik eleva su pierna y le golpea en la barriga con toda su fuerza. El portero se dobla sobre si mismo y Erik le golpea con el codo en la nuca con más fuerza aún que antes. El del traje cae al suelo y Erik sale corriendo de nuevo en busca de alcanzar la cima de la verja para pasar al otro lado, pero algo lo detiene, un sonido. El portero acaba de dispararle y la bala ha pasado cerca de la cabeza de Erik.

-La siguiente bala te rebienta el puto cerebro. Baja.

A Erik no le queda otra que obedecer. Alza las manos una vez que sus pies ya tocan el suelo. El portero sigue apuntándole.

-Es muy fácil con un arma, ¿verdad? Así está chupado tener huevos. Así es imposible que no te respeten -se acerca lentamente y apoya su frente contra el cañón de la pistola-. Dispárame, hijo de puta -al portero le recorre el cuerpo miles de gotas de sudor frío-. ¿Me vas a disparar? -el portero asiente-. Cavallari no quiere que muera, ¿qué crees que te hará si acabas conmigo? -el portero baja el arma lentamente y la vuelve a guardar- Ahora déjame pasar, tengo que hablar con Cavallari.
-No miento cuando digo que Cavallari no está. Ha habido problemas y ha tenido que salir.
-¿Qué clase de problemas?
-Germán está en la cárcel a la espera de que se celebre un juicio en el que es acusado de vandalismo. Tiene antecedentes y es posible que lo encierren una temporada, Cavallari intenta evitarlo porque esta noche tiene un combate importante.
-¿Germán?
-Sí.
-¿A qué hora?
-No hay hora determinada, ya sabes como son estas cosas. Es el tercero de la noche.



La noche hace tiempo que se impuso al día y en el descampado decenas de personas se agolpan para hacer sus apuestas y disfrutar a costa del sufrimiento y el regocijo de otros cuyo oficio no es otro que destrozar a su oponente.
Alguien le toca la espalda. Erik se gira y da con lo que buscaba.

-Il mio campione. ¿Me estabas buscando?
-Tú también por lo que veo.
-Al figlio di puttana de Germán se le ha ocurrido romper un maldito auto.

Esta última noticia despista a Erik. Lucha por no reír. ¿Germán acusado por romper un coche? Eso le resulta bastante familiar… Se esfuerza por centrarse en lo que de verdad importa ahora.

-Necesitas un luchador.
-Sí.
-Yo soy tu hombre.
-Sabía que no me fallarías. ¡Estás hecho para questo! ¡Sabía que volverías, campione!
-No te confundas. Yo lucho, pero a cambio de un nombre.
-¿Cuál?
-¿Quién mató a mi hermano?
-Ho giurato que no diría nada.
-Entonces no lucho.
-Va bene, va bene. Como quieras, te lo diré si ganas.
-¿Y cómo sé que puedo confiar en ti?
-Sé que tú rompiste el auto, pero también sabía que Germán no ganaría hoy. Necesito que ganes para desaparecer de una vez por todas, hay molto dinero en juego -Cavallari saca un papel de uno de los bolsillos de su pantalón. Le señala el nombre del destino-. Pekín. Ahora tú sabes mi segreto y si te fallo podrás decirlo -le ofrece la mano-. Sei il mio campione?
-Concordare. Il mio capo -le estrecha la mano y firma el pacto justo después de dar a  entender que él también sabe algo de italiano.

La venganza del Rey: Capitulo 23


Pulsa el timbre. Le abre Carlos Lucena. Se queda paralizado al verle. ¿Qué hace allí? ¿Ha venido a disculparse?
Erik abre las dos manos y las posiciona delante suya en señal de que no viene con ganas de guerra.

-¿Qué quieres?
-¿Está Ainhoa?

Al policía está a punto de darle un patatús. ¿Pregunta por Ainhoa? Lo que le faltaba. ¿No tendrán algo, no? Parece que lo de su hija y Erik va más allá de lo de aquella noche. Tendrá que hablar seriamente con Ainhoa. Aunque, por otra parte, ése es el hermano de Alex quien también aparentaba lo que no era. Pero claro, Alex jamás entró en su casa para dormir con su hija o darle voces y romper vasos… Está hecho un lío.

-Está estudiando.
-Dile que baje, tengo que darle algo.
-¿Qué?

Señala el pequeño macuto que cuelga de su hombro derecho. Carlos hecha mano a cogerlo, Erik lo aparta.

-Será un momento.

A regañadientes, Carlos acepta. Cierra la puerta como si temiera que Erik se colara. Sube las escaleras e interrumpe el estudio de su hija.

-Preguntan por ti.
-¿Quién?
-Erik Rivas.
-¡¿Qué?!
-Dice que tiene que darte una cosa.

Baja las escaleras sonrojada y no tarda en desplazarse hasta la puerta y en abrirla. Al verlo le entran unas ganas irresistible de abrazarlo, pero se resiste ya que escucha la tos de su padre que vigila desde la lejanía.

-Ya sabes lo que es -le entrega el macuto.

Se echa el macuto al hombro. Silencio.

-¿No me vas a decir nada? -nota el color de sus mejillas y baja el tono de voz-. Si es por tu padre, cierra la puerta y punto.

No está del todo convencida, pero se decide y tira de la puerta de manera disimulada. Se acerca más a él.

-¿Se puede saber por qué se te ha ocurrido la idea de que mi padre se entere de lo nuestro?
-No estamos haciendo nada malo.
-Ya, pero él no quiere que salga con chicos.
-Pues que se joda.

Ainhoa le golpea el abdomen con cuidado de no darle muy fuerte.

-¡Es mi padre!

Mientras tanto, dentro de la casa, Carlos intenta buscar la ventana idónea por donde espiar a su hija. No tarda en encontrarla. Se asoma creyendo que no lo han visto. Se equivoca. Erik lo mira de reojo una milésima de segundo. Después, bajo la atenta mirada del policía, abraza a Ainhoa por la cintura y la besa. Carlos siente como algo arde dentro de él. Erik lo mira mientras besa a su hija. Carlos se da cuenta y pasa el dedo pulgar por su cuello en un gesto que expresa todas las ganas que tiene de matarlo. Los chicos se separan y Erik vuelve a mirar a Ainhoa. Sonríen. Carlos se marcha para no ser descubierto por su hija. A veces es mejor no seguir mirando.

-Sube a estudiar.
-Quiero estar contigo, sube.
-¿Y tu padre?
-Que le jodan, ¿no?
-No creo que sea buena idea.
-Estás bien. ¿Cuándo te veo, entonces?

Erik ignora su pregunta.

-No quiero entretenerte más, ve a estudiar.
-Sí ya me lo sé todo.
-Ve a estudiar, Ainhoa.

Termina por rendirse y vuelve a entrar en su casa. Se cruza con los ojos de su padre que aún está atónito tras lo que ha visto. No sabe ni que va decirle cuando disponga de hablar con ella.
Ainhoa se sienta de nuevo en la silla y se acerca al escritorio para volver a repasar lo que lleva repasando horas. Algo la interrumpe. Unos golpecitos molestos. Mira a su alrededor. Viene de allí. Fija la vista en la ventana. Una mano la saluda. Abre la ventana y Erik entra.

-¿Cómo has entrando?
-Escalando -responde entre jadeos-. Querías estar contigo.
-Estás loco. Tendría que matarte.
-Al menos moriría entre tus brazos.
-En el fondo eres un romántico.
-Que va -cambia de tema-. Venga, vamos a estudiar.
-¿Qué vas a estudiar tú?
-A ti.

Ainhoa suelta una carcajada.

-No te rías.
-Es que soy feliz.

<<Venga Carlos, ahora o nunca>> El policía intenta auto convencerse conforme sube las escaleras. Toca a la puerta del dormitorio de su hija y a continuación no duda en abrir sin recibir permiso para hacerlo.

-Ainhoa, tengo que hablar contigo.

Ainhoa borra su sonrisa y empuja a Erik hacia la ventana, pero el se niega a salir y acaba escondido debajo de la cama.

-Pasa -Carlos entra a la habitación-. ¿Qué querías?
-Iré al grano porque sé que está atareada… ¿Sales con Erik Rivas?
-¿A qué viene esa pregunta?
-No sé, a mi también me pilla por sorpresa. Creí que tu novio era Adrián.

Ainhoa respira profundamente para coger fuerzas. Nunca le han gustado este tipo de conversaciones.

-Sí, papá. Mi novio es Erik y soy feliz.
-Siempre pensé que acabarías con Adrián.
-Adrián es imbécil.
-¿Te ha hecho algo?
-No.
-¿Entonces?
-Cosas mías. ¿Tienes algún problema con Erik?
-No, que va. Es solo que… Tengo que contarte algo.

Y le habla. Le habla de cosas que ya había escuchado antes, pero ahora ve las cosas desde otra perspectiva. La perspectiva de su padre que le cuenta la historia de un tal Alejandro Rivas. Un chico valiente, amigo suyo. Un chico del que no es la primera vez que le hablan. Recuerda cuando Erik le contó la historia de su hermano, pero él no lo había vivido igual que su padre. Al parecer ese chico era bastante querido y pasó por demasiados problemas. No lo merecía. Nadie los merece, pero menos alguien como él. Alguien que se mete en algo así porque le hace falta el dinero, alguien al que su hermana pequeña llegaba a llamar papá en algunas ocasiones, alguien único.

-… Dejemos en jaque a Cavallari. Solo estábamos Alex, Santi, Cavallari y yo. El italiano no tenía escapatoria. Todavía no me explico como pudieron salir las cosas así.

El que se esconde debajo de la cama, llora en silencio. Si hay algo peor que llorar de tristeza es querer llorar y no poder. Pues no estaría bien que Carlos descubriese el pastel justo ahora. Por eso llora en silencio. Cierra los ojos. Puede verlo. Su hermano le sonríe. Parece tan real. No siempre puede verlo. A veces tiene la sensación de que va a olvidar su rostro, sus gestos, su forma de hablar. Y entonces solo quedarán las fotos, esas fotos que él se niega a mirar. Joder, no quiero recordar una maldita foto, quiero recordarlo a él. A él con su alegría. A él con su simpatía. A él con su sonrisa. A él con sus consejos. A él.
Ainhoa se atreve a ir más allá de lo que su padre está dispuesto a contarle.

-¿Quién lo mató?
-Murió y punto, lo demás da igual. Te preguntarás que tiene que ver todo esto con Erik. Quiero dejar claro que no lo discrimino por los problemas en los que llegó a estar metido su hermano. El asunto es que él sigue obsesionado con el tema. Ayer vino a casa y compartimos más que palabras.
-Tú le pegaste…
-Veo que estás informada.
-Él no me dijo nada.
-Ainhoa, no puedo evitar pensar en que Erik sale contigo tan solo para hacerme daño.
-Me trata bien.
-Por el momento. No sería la primera vez que… -frunce el ceño-. Tengo que irme.

Carlos se marcha y Erik sale como puede de debajo de la cama. Ainhoa lo observa sin saber como reaccionar, ¿y si su padre tiene razón?

-¿No le creerás? Es absurdo.
-Pero es una opción.
-Vamos, sabes que nunca te haría daño -se acerca para besarla, pero ella lo esquiva-. No…
-Hablamos mañana.
-A lo mejor mañana soy yo el que no quiero hablar.
-Tengo que estudiar. Vete.

La venganza del Rey: Capitulo 22

Entra en el banco con el macuto de Ainhoa a cuestas. Ha sido verdaderamente complicado hacer creer al tipo de conserjería la historia sobre el resbalón del primo de Ainhoa y la noche que ha pasado en el hospital para hacer compañía a sus tíos, pero al final la han dejado entrar.
Erik se acerca al mismo empleado que le denegó el ingreso del dinero. Lo saluda cordialmente y justo cuando toma aire para comenzar a hablar, es el empleado el que se adelanta.

-Perdone, ¿qué lleva en la bolsa?

Erik se gira. Clientes y empleados, todos lo miran. Lo entiende todo, esta es la típica escena en la que el sospechoso saca del macuto un par de metralletas y atraca el banco llevándose por delante a quien intenta impedírselo. Hollywood ha hecho mucho daño a la sociedad.

-Es ropa -todos respiran aliviados y Erik vuelve al tema-. Me preguntaba, ¿podrías ingresar el dinero que te comenté la otra vez?

El empleado no se entretiene en hablarle de usted, de todos modos, él tampoco lo hace.

-Ya te dije que era prácticamente imposible.
-BMW m3 en color blanco, ¿ese era tu coche?
-¿Era?
-Se que te lo han roto.
-¿Y cómo es que lo sabes?
-Porque sé quien lo ha hecho.
-¿Lo conoces?
-Antes éramos muy buenos amigos.
-¿Me puedes decir su nombre?
-¿Puedes ingresar el dinero?

El pobre hombre no duda en aceptar las condiciones.

-Está bien, lo haré. ¿Cómo se llama?
-No tan rápido. Dentro de dos horas vengo con el dinero. Cuando lo ingreses, te diré el nombre.



Todos han entregado ya el examen. Unos felices, le has resultado fácil; otros se maldicen por no haber estudiado; los demás se ven optimistas, porque si este es el último año del profesor antes de jubilarse, me echará una mano, ¿no? El profesor se va y empieza el murmullo que no tarda en irse para dar paso a las voces e incluso a la música de algún chico que presume de iphone y lo defiende de las acusaciones de los chicos y chicas que son del team  blackberry.
Más apartadas del grupo, se encuentran las dos inseparables: Ainhoa y Noelia. La primera le ha terminado de contar toda la historia a la segunda y ésta flipa con su amiga.

-Así que tu primo imaginario se ha resbalado y se ha dado tal golpe en la cabeza que se ha abierto una brecha y ha estado en observación toda la noche.
-Sí.
-Ha estado en observación por una simple brecha…
-¿Y qué les iba a decir? No podía inventarme una muerte, un coma o una enfermedad grave, eso sería excesivo.
-Excesivo es tener a pan y agua a Erik hasta que muera.
-¡No seas bruta! Baja la voz. Necesitaba saber que es capaz de esperar.

Adrián se acerca. Tímido, con la mente bloqueada, sin saber que decir. Alza la palma de la mano para señalar que viene en son de paz.

-Noelia, ¿puedes dejarnos solos?
-¡No! -responde Ainhoa cuando su amiga ya se levantaba de la silla-. Ella se queda. Lo que tengas que decir, dilo con ella delante.
-Lo único que vengo a decirte es que me perdones. No sé porque dije lo que dije y más en un momento así.
-Fuiste un asqueroso.
-Lo sé y lo siento. Por favor, dame una segunda oportunidad.
-¿Segunda oportunidad? ¡Qué más quisieras! Además, no puedo.
-¿Por qué?
-No tengo que darte explicaciones, ya te enterarás.
-Estás perdiendo una gran oportunidad.
-No, tú has sido el que la has perdido y dame a gracias a que no haya contado a nadie lo que me dijiste porque si no ahora estarías muerto.
-¿Por qué? ¿Me habría disparado tu padre?
-No habrías muerto de un tiro. Tu vida se habría convertido en tan patética y absurda que te hubieses suicidado.
-Nena, sabes que a mí no me van esas palabritas. Tú eres la mayor mierda que haya podido cagar el mundo. En cuanto a persona eres mala y como mujer eres estrecha.

Ainhoa se levanta y lo mira a los ojos. Él aguanta la mirada.

-¿Me vas a decir algo?

Ainhoa se lleva la mano a la boca y sale corriendo para que Adrián no la vea llorar. Noelia le da un guantazo al chico y sale tras su amiga. Todos se callan. Todos, al igual que en la fiesta del sábado, se fijan en Adrián.

-¿Qué os pasa? A lo vuestro, chismosos.

Noelia entra en el servicio de chicas. Todas las puertas que conducen a los urinarios están cerradas, todas menos una. De la puerta más alejada salen suspiros. Noelia se acerca y toca con los nudillos.

-Está ocupado.
-Ainhoa, soy yo. Abre.

Quita el cerrojo y empuja la puerta con suavidad. Al ver a su amiga, no puede evitar abrazarla.

-No le he hecho nada para que me trate así.
-Lo sé. Quizá no deberías guardarte lo que pasó en la fiesta. ¿Por qué le pegaste?
-Me insultó.
-¿Qué te dijo?
-No tiene importancia.

El ser humano es curioso, a veces siente vergüenza de confesar los insultos que le han proferido o simplemente, es tan bondadoso que sigue guardando algo de cariño hacia quien no lo merece.

-Deberías decírselo a Erik.

¿Debería? Ella fue quien lo sacó de problemas. No quiere ser la causante de que vuelva a ser protagonista de algún combate y menos aún en uno en el que el contrincante a batir sea Adrián. Además, ahora las cosas están tan bien… Lo mejor será hacer caso al refranero español porque, si algo tiene claro es que: <<Ojos que no ven, corazón que no siente>>.
Un huracán de recientes recuerdos la atrapa. De repente le entran unas ganas enormes de ver a Erik. Sería tan fácil escapar y llegar hasta él para desahogarse entre sus brazos…

-Échate agua en la cara que llegamos tarde a Biología.

No. Está claro que no debe irse. Ya falta poco para que empiecen las vacaciones y terminen de una vez por todas las clases. Tendrá tiempo de sobra en los tres meses que se presentan para estar con Erik.



-¿Dejaste que ese chico te gritara en tu casa? -Santiago hunde aún más el dedo en la herida-. Carlos, con todos los respetos, a veces pareces tonto.
-No le dejé que me gritara, le golpeé y lo eché de mi casa.
-¿Le pegaste? Te puede denunciar por abuso de poder.
-Para ti todo lo que hago está mal hecho.
-Vale, tranquilicémonos y aparquemos el tema. La noticia es que no podemos contar con Erik, ¿verdad?
-Eso es. Aún no ha pasado página. Incluso soñaba con la remota posibilidad de que Alejandro siguiese vivo. Tendremos que hacerlo solos.



Entra por segunda vez en el día al banco. Esta vez con el dinero. El dueño del BMW no se opone a ingresar el dinero en la cuenta de su madre y, tras realizar la operación, no se olvida de la razón por la cual está ingresando todo ese dinero en la cuenta bancaria de una persona que no está presente.

-¿Quién rompió mi coche?

Erik se frota las manos. Va a salir ganando en todos los sentidos. Dejará que el tipo que tiene delante se ocupe de un asunto que tiene pendiente desde hace ya algún tiempo.

-Su nombre es Germán Lago.

domingo, 30 de octubre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 21


Después de la caminata hasta llegar al lago, les queda aún menos tiempo para disfrutar allí. Cuando llegan, Ainhoa se paraliza. Se agacha un poco para tocar la hierba. A estado allí antes, en sus sueños e irónicamente también estaba a solas con Erik. Pero no es todo igual, en su sueño era de día, Erik se acercaba a ella y le susurraba tras darse un baño. Ahora es de noche y Erik no está tan cerca.

-¡No pierdas el tiempo! El agua estará un poco fría, pero es cuestión de acostumbrarse.

Erik no tarda en deshacerse de las chanclas, también se desprende del pantalón azul pirata. Ainhoa lo observa.

-Vienes sin bañador.
-Es que ha sido todo improvisado.
-Erik, yo me voy.

Ainhoa se da la vuelta y Erik sale detrás de ella. La agarra del brazo y la obliga a girarse.

-Oye, ¿se puede saber qué problema tienes?
-¿Nunca puedes ir normal? O desnudo, o en calzoncillos.
-¿Y qué? -le coge la mano y se la lleva a la cara-. ¿Ves? Es piel, estoy hecho de lo mismo que tú. Pasa el dedo índice de la chica por sus labios, después lo aparta para hablar-. Me besaste.
-Fue una noche rara.

Siente como si todo el plomo del mundo cayera sobre sus hombros. Una noche rara. ¿Solo eso? Fue la noche en la que le dio un guantazo a Adrián, la noche de Tiziano Ferro, la noche de las confesiones, la noche de los besos. Una noche rara. Intenta tranquilizarse. Le suelta el brazo. Le acaricia la cara con la mano derecha. Se acerca lentamente y empieza a besarle el cuello, asciende lentamente con pequeños besos, roza levemente un extremo de sus labios y después, decidido, la besa. Ella se queda quieta, no opone resistencia, pero tampoco está dispuesta a ponérselo fácil.
Cuando sus labios se separan, Erik junta su frente con la de Ainhoa.

-No me has rechazado. El problema es que eres cobarde, todavía no me has dicho que me quieres. Pero no pasa nada porque me basta con saberlo y, para saber las cosa, no siempre hace falta que te las digan -se aleja un poco y mientras camina hacia el agua, se quita la camiseta. Se vuelve de nuevo hacia ella y le sonríe-. Vente al agua, reina -se lanza de cabeza.

Ainhoa no se lo piensa. Se pone nerviosa mientras se desnuda ya que él la mira. Cuando termina lo mira a los ojos y el se muerde el labio inferior.

-Imbécil.

También ella se mete en el lago. Se acerca nadando hasta él.

-Perdóname, a veces soy un poco tonta -él niega con la cabeza-. Sí, si que lo soy.
-¡Qué no! Vamos a dejar ya el tema, disfruta. Estoy seguro de que nunca te habían traído a un lugar así. ¿Me equivoco?
-En parte.
-No te entiendo…

Ainhoa no está dispuesta a contarle toda la historia sobre el sueño que tuvo hace unas cuantas noches. Sería absurdo. Decide cambiar de tema y para ello le salpica. Erik, que no se lo esperaba pone una mueca extraña, con la boca abierta y los ojos cerrados. Ainhoa se ríe.

-Ya no me acordaba de que eras una niña mala.

Sale tras ella nadando. Ainhoa logra escaparse, pero la victoria le dura poco tiempo. Erik la acorrala de forma que la chica se queda entre el final del lago y Erik. No tiene escapatoria, a su espalda no hay más agua y delante tiene a su perseguidor.

-No me gusta tener que hacer esto, pero… -le coloca la mano sobre la cabeza.
-Venga, no seas así.
-Yo que tú, no me opondría. Mira que tu cuello es fácil y yo tengo fuerza.
-No serías capaz de hacerme daño.
-No me pongas a prueba -Ainhoa le saca la lengua así que él aprieta la cabeza de la chica hacia abajo y la hunde. A los pocos segundo deja que salga de nuevo a la superficie. Ainhoa se rasca los ojos-. Avisé -Ainhoa le golpea la barriga-. ¿No te han contado en el colegio que es prácticamente imposible golpear a alguien bajo agua? -ríe.
-No tiene gracia. Es imposible que se me seque el pelo para las ocho y media.

Sale del agua y sale corriendo hacia su macuto. Erik le grita desde el agua.

-¡Ya te lo habías mojado!
-Pero solo las puntas.

Coge el espejo y observa como se le ha quedado el pelo. En su sueño, no tenía el pelo así. Definitivamente, el sueño no era una total premonición. Se tumba resignada sobre la hierba seca. Erik, que la observa desde el agua, decide salir y acercarse. Ainhoa lo ve acercarse en silencio, empapado y con una sonrisa en la cara. Cuando llega, se sienta a su lado y comienza a hablar a la vez que se acaricia el pelo.

-Te enfadas por tonterías. Es imposible llevarse completamente bien contigo.
-Es que te dan venazos raros.
-¿Venazos?
-Sí, de repente te sale la vena loca y me haces de chofer, o te da la vena romántica y empiezas a decir cosas preciosas, o te da la vena sensible y me encuentro con que estás llorando.
-A mi me gusta llamarlo estados de ánimo y tú, como tu padre, pareces bipolar, estás normal pasándotelo bien y de repente te pones de mala ostia y me insultas. Eso no está bien.
-Es que me pones nerviosa.
-¿Por qué?

Lo mira y resopla.

-Dilo, reina. ¿Qué ocurre?
-Está bien, de acuerdo, tú ganas, lo diré: te quiero -suspira y a él se le escapa una sonrisa-. Ya lo he dicho, ¿contento?
-Suena bien.

Erik se tumba y alarga su mano derecha hacia el cabello de Ainhoa. Se lo acaricia y de vez en cuando desvía la trayectoria para tocarle también la oreja.  Ainhoa le deja hacerlo. Se relaja tanto que cierra los ojos y tiene que luchar por no dormirse, pero quizá no lo consigue.
Cuando despierta hace un calor impresionante. Mira a su izquierda. Erik se ha dormido mientras le tocaba el pelo. Lo observa detenidamente. Se siente más libre de mirarlo al saber que él no se da cuenta. Repasa cada milímetro de su cuerpo. Está moreno y esos cuadraditos que tiene en el abdomen la incitan a masajear su piel pues, ahora que lo piensa, siempre han mantenido las distancias. Cierto es que sus labios se han saltado en más de una ocasión la distancia de seguridad, pero el resto del cuerpo ha sabido resistir. Se reclina y se mantiene tumbada en lateral para no tener que girar el cuello para mirarle. Su mano derecha juguetea con la hierba seca. Finalmente se decide y recorre la línea que queda marcada entre sus los pectorales con el dedo índice. Baja lentamente y hace con la parte abdominal lo que hace poco tiempo hacía con la hierba.
Erik despierta. Ainhoa se da cuenta y lo mira a los ojos sin detener las caricias, por primera vez no le importa que la pille. Erik estira su brazo y recorre de arriba a bajo el de la chica. Ambos disfrutan del momento en silencio, manteniendo contacto no solo el uno con el otro sino también con la hierba y con el sol que se abre paso entre las ramas y las hojas del árbol bajo el que descansan los enamorados para espiar cada gesto, cada mirada y cada palabra. Aunque, para escuchar esto último, el caprichoso sol debe afinar el oído, pues Erik ni lo susurra, habla en un idioma tan solo comprensible para quien presta atención al movimiento de sus labios y, al parecer, Ainhoa no pierde detalle de ellos.

-Ven.

Como si de un fiel esbirro se tratase, Ainhoa no le contradice y acata la orden. Lo abraza por la cintura. Él le da un beso en la frente y ella responde dándole uno en el hombro. Después mira hacia arriba buscando sus ojos, buscando su atención, no tarda en encontrarla.

-Hagamos un trato, yo no me enfado por tonterías y tú me sigues trayendo aquí.
-Acepto si también prometes ni avergonzarte, ni ocultar tus ojos cuando yo esté desnudo, porque te aseguro que yo, cuanto tenga ocasión de verte sin ropa, no voy a evitar mirarte. 

Lo observa de arriba abajo, sigue llevando tan solo los calzoncillos azul oscuro.

-Ahora mismo no estoy evitando mirarte.
-Ahora mismo no estoy desnudo.
-¿Sabes qué problema hay? Que ahora mismo -vuelve a insistir con la misma coletilla- no tengo el más mínimo interés en verte desnudo.
-Puedo esperar.
-¿Cuánto?
-Hasta el momento en el que estés preparada.
-¿Y si ese momento nunca llega?

Se muerde el labio inferior al escuchar la pregunta. ¿Cuánto lleva sin sexo? Bastante. El hecho de tener que imaginar que no volverá a practicarlo nunca hace que un calambre le recorra la espalda. Se sumerge en sus ojos para verlo todo más claro. Ve miedo a través de ellos, se pone en su lugar. Si tiene que elegir entre entristecerla y no tener sexo, la decisión es bien sencilla. Le guiña y sonríe para tranquilizarla.

-Si el momento nunca llega, moriré sin hijos. Ya te he dicho que te quiero. Y te voy a seguir queriendo con ropa, sin ropa; enfadada, alegre; insultándome, alagándome; con hijos o sin hijos. Te quiero, en las buenas y en las malas.

Del macuto sale una música pegadiza que interrumpe el momento. Ainhoa se acerca y se hace con su móvil. Un nuevo mensaje, es de Noelia: <<¿Dónde te metes? El examen es dentro de una hora>> Mira la hora. Mierda. Se viste rápidamente. No se preocupa ni de quitarse el bikini, de todos modos, ya está seco. Le lanza la ropa a Erik y le recuerda que debería estar en clase. Él también se viste y marchan a la carrera hasta llegar al instituto. Una vez allí, tienen algún que otro problema, pero consiguen que acepten la falsa excusa de Ainhoa y la dejen entrar.