domingo, 6 de noviembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 24


-A lo mejor mañana soy yo el que no quiere hablar.
-Tengo que estudiar. Vete.

La mira. Por un momento no piensa salir de allí. Ainhoa le insiste, pero sin empujarle. De repente parece que no quiera ni tocarlo.

-Te estás confundiendo conmigo.
-Vete por favor.

Erik coge aire para hablar, pero se lo traga. Vacila por un momento y termina saliendo por donde entró. Ainhoa se asoma por la ventana para verlo alejarse, con sensación de que lo hace más por precaución que por amor. Esta vez Erik no se traga el aire.

-Voy a aclarar las cosas.

Pero Ainhoa ignora sus palabras. En ese momento no puede llegar a imagina que esas palabras de Erik significan tanto. No es capaz de comprender que a partir de ese momento su vida cambia. Le es imposible pensar en cualquier cosa que no sean las palabras de su padre. ¿Y si Erik a jugado con ella? ¿Y si tan solo quería vengarse del policía que no salvó a su hermano? Todas las piezas parecen encajar. ¿Quién le dice a ella que él no sabía quien era su padre? Quizás llevaba meses planeando arruinarle la vida a su padre a través de ella. Se tira en la cama. Incapaz de hacer ningún movimiento. Siente que el corazón se le ha parado. No hay derecho. Ella lo quería… ella lo quiere. Pero está claro que no le conviene encapricharse de alguien tan diferente y más con su historial. Está en uno de esos momentos en los que todo se ve negro. Pesimista. Incluso siente ¿miedo? Sí, miedo a que Erik se ría contando a sus amigos cada uno de sus berrinches o quizá cosas más íntimas.



El descampado está desierto. Aún es temprano, pero él no puede esperar. Si es necesario, sacará a toda la mugre que allí se reúne de sus casas. En especial a uno. En poco tiempo, casi como si de un teletransporte se tratara, se planta frente a la gran casa de Cavallari. Un portero con traje y aspecto serio se ocupa de que no pase cualquiera y aunque para él Erik no es cualquiera, tampoco está autorizado dejar pasar a cualquier loco que no vaya en son de paz y Erik no guarda sus sentimientos, le es imposible. Se acerca a la verja corriendo y cuando está cerca, da un salto y se engancha a los hierros, pero le da tiempo a escalar poco pues el portero lo detiene y lo tira al suelo.

-¿Dónde crees que vas?
-Déjame pasar.
-No tienes cita.
-Soy de confianza.
-No, Erik, ya no.
-Solo he venido a hablar.
-Cavallari no está.
-¿Crees que soy gilipollas? Si no entro por las buenas, voy a entrar por las malas.

El portero deja escapar una media sonrisa fruto de los nervios de la situación. Un sonrisita que no gusta para nada a Erik que lanza su puño y logra que rompa de lleno en la nariz del de traje quien empieza a sangrar. Erik suelta una carcajada.

-Siempre estaréis hechos de la misma mierda. Está claro que todavía no tengo sustituto.

De nuevo se agarra a la verja, pero el portero vuelve a empujarle hacia abajo, lo tira al suelo y aprovechando que tarda en levantarse le devuelve la jugada atizándole en las costillas con el pie. Erik se lleva las manos a la barriga.

-¿El nene quiere pelea? -coloca el puño derecho cerca de su cara y el izquierdo a la altura de su cintura para que le sea más fácil esquivar los golpes-. Pues va a tener pelea.

El portero no duda un segundo y se le lanza una vez tras otra. Erik lo esquiva una, otra, otra y otra vez, se limita a defender. El portero se toma un respito y justo en ese momento Erik eleva su pierna y le golpea en la barriga con toda su fuerza. El portero se dobla sobre si mismo y Erik le golpea con el codo en la nuca con más fuerza aún que antes. El del traje cae al suelo y Erik sale corriendo de nuevo en busca de alcanzar la cima de la verja para pasar al otro lado, pero algo lo detiene, un sonido. El portero acaba de dispararle y la bala ha pasado cerca de la cabeza de Erik.

-La siguiente bala te rebienta el puto cerebro. Baja.

A Erik no le queda otra que obedecer. Alza las manos una vez que sus pies ya tocan el suelo. El portero sigue apuntándole.

-Es muy fácil con un arma, ¿verdad? Así está chupado tener huevos. Así es imposible que no te respeten -se acerca lentamente y apoya su frente contra el cañón de la pistola-. Dispárame, hijo de puta -al portero le recorre el cuerpo miles de gotas de sudor frío-. ¿Me vas a disparar? -el portero asiente-. Cavallari no quiere que muera, ¿qué crees que te hará si acabas conmigo? -el portero baja el arma lentamente y la vuelve a guardar- Ahora déjame pasar, tengo que hablar con Cavallari.
-No miento cuando digo que Cavallari no está. Ha habido problemas y ha tenido que salir.
-¿Qué clase de problemas?
-Germán está en la cárcel a la espera de que se celebre un juicio en el que es acusado de vandalismo. Tiene antecedentes y es posible que lo encierren una temporada, Cavallari intenta evitarlo porque esta noche tiene un combate importante.
-¿Germán?
-Sí.
-¿A qué hora?
-No hay hora determinada, ya sabes como son estas cosas. Es el tercero de la noche.



La noche hace tiempo que se impuso al día y en el descampado decenas de personas se agolpan para hacer sus apuestas y disfrutar a costa del sufrimiento y el regocijo de otros cuyo oficio no es otro que destrozar a su oponente.
Alguien le toca la espalda. Erik se gira y da con lo que buscaba.

-Il mio campione. ¿Me estabas buscando?
-Tú también por lo que veo.
-Al figlio di puttana de Germán se le ha ocurrido romper un maldito auto.

Esta última noticia despista a Erik. Lucha por no reír. ¿Germán acusado por romper un coche? Eso le resulta bastante familiar… Se esfuerza por centrarse en lo que de verdad importa ahora.

-Necesitas un luchador.
-Sí.
-Yo soy tu hombre.
-Sabía que no me fallarías. ¡Estás hecho para questo! ¡Sabía que volverías, campione!
-No te confundas. Yo lucho, pero a cambio de un nombre.
-¿Cuál?
-¿Quién mató a mi hermano?
-Ho giurato que no diría nada.
-Entonces no lucho.
-Va bene, va bene. Como quieras, te lo diré si ganas.
-¿Y cómo sé que puedo confiar en ti?
-Sé que tú rompiste el auto, pero también sabía que Germán no ganaría hoy. Necesito que ganes para desaparecer de una vez por todas, hay molto dinero en juego -Cavallari saca un papel de uno de los bolsillos de su pantalón. Le señala el nombre del destino-. Pekín. Ahora tú sabes mi segreto y si te fallo podrás decirlo -le ofrece la mano-. Sei il mio campione?
-Concordare. Il mio capo -le estrecha la mano y firma el pacto justo después de dar a  entender que él también sabe algo de italiano.

2 comentarios:

  1. ¡Vaya! Este capítulo ha estado muy bien. La verdad que me ha sorprendido por parte de Erik, ya que se le veía un tanto "malote" pero no pensaba que llegaría a este punto.
    En respuesta a tu comentario, borré la entrada. No la escribí en un momento muy bueno y decía cosas que no quería que fueran conocidas por la gente.
    Un saludo enorme

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  2. Cualquier bobo malote sin sentimientos puede curarse si se le inyecta una sobredosis de amor, ¿no crees? =)
    Saludos y gracias por comentar.

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