lunes, 12 de septiembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 4

Entro en casa con cuidado de no hacer ruido. Mi madre y mi hermana deben estar durmiendo. Casi siempre están dormidas cuando yo llego, cosa que, por otra parte, es normal si llegas sobre las tres o las cuatro de la madrugada… y eso cuando llego. Entro en mi habitación y caigo en la cama rendido sin ni siquiera quitarme los zapatos. Escucho como alguien abre la puerta de mi dormitorio lentamente.

-¿Erik?

Me levanto de la cama y la veo. Pequeña, pelo largo y negro y unos ojos que, incluso a estas horas, desprende ese brillo mágico. Es mi hermana pequeña, Lucía. Mi punto débil.

-¿Qué haces aquí? Es muy tarde.
-No puedo dormir.

Voy hacia ella, vuelvo a cerrar la puerta que da a mi habitación, la cojo por la cintura, la siento en mi cama y yo me acuclillo delante de ella para estar a la misma altura.

-¿Por qué?
-He tenido una pesadilla.
-¿Qué has soñado?
-Venía un monstruo que se llevaba a mamá, a ti y después venía a por mí.

Un monstruo que se lleva a mi madre y a mí y después se lanza a por Lucía. Esta pequeñaja acabará haciendo cine o escribiendo libros, seguro.

-Ven aquí.

La bajo de la cama, echo la sábana hacia atrás y tumbo a mi hermana sobre el colchón. Yo me vuelvo, me desnudo, me cambio de ropa interior y me dejo caer junto a ella.

-Erik.
-Dime.
-¿Has visto a Alex?

Nadie ha sido capaz aún de contarle la verdad a mi hermana. Mi madre dice que es muy pequeña, a mi padre ni lo vemos y yo me limito a seguirle el juego me diga lo que me diga. Pienso que mi madre tiene razón. Tan solo tiene seis años. ¿Cómo le explicas a una niña de seis años que a su hermano lo han asesinado?

-No lo he visto.
-¿Cuándo va a volver?
-Está muy lejos. Creo que tardará mucho.
-Pero algún día vendrá ¿no?

No se que responder así que intento que se duerma.

-Lo mejor ahora es que cierres los ojos. Mañana hay cole.

En un primer momento respiro aliviado al ver que me ha hecho caso, pero no tarda en lanzar otra pregunta.

-¿Tú te irás?
-¿Por qué dices eso?
-Mamá dice que te has montado en el coche del señor que se llevó a Alex. Por favor, no vuelvas a irte con ese hombre.

Me hundo. No puedo evitarlo. Me han pedido dos veces en pocas horas que deje tirado a Cavallari. Julio y mi hermana. Las dos únicas personas por las que daría mi vida. Las dos únicas personas a las que se lo perdono todo. Pero no. No puedo dejar de luchar para Cavallari. Eso sería abandonar a mi hermano. Lo dejaré en cuanto encuentra al cabrón que lo mató.

-Te juro que yo no me voy a ir a ningún lado.
-Mamá dice que jurar está mal.
-¿Entonces?

Saca una de sus manos de entre las sábanas y pone firme su dedo meñique.

-Prométemelo con el meñique.

Sonrío.

-Está bien -enredo mi meñique con el suyo-. Te lo prometo con el meñique.



Hace calor, pero debajo de la sombra de este árbol se está perfectamente. El clima adecuado. Estoy tumbada sobre la hierba y me dedico a juguetear con una mariquita pasándomela de una mano a otra. El pequeño insecto es incansable, no deja de caminar con sus cortas patitas intentando escapar de mis manos, pero por muchas vueltas que da siempre acaba en el mismo sitio. Cuando pasa un tiempo decido ponerla en libertad y como si se tratase de una señal, aparece él. Lleva la ropa en la mano y tan solo viste unos calzoncillos. Viene mojado así que deduzco que ha estado dándose un baño en el lago que hay algo más allá. La verdad es que este sitio es impresionante, no logro entender porque solo venimos nosotros dos. Erik se tumba a mi lado y me empieza a acariciar el pelo. Se acerca lentamente a mi oído y me susurra con voz cálida.

-Te quiero.

No es la primera vez que me lo dice, pero me ruborizo. Supongo que será por como lo hace. Por como sus labios rozan mi oreja y por como el susurro, de alguna manera u otra, es acogedor. Como esas noches de invierno en las que se junta toda la familia y aunque estaríamos más cómodos sentados en la mesa con el calor de la estufa y viendo la televisión, preferimos estar sentados frente a la chimenea y empezar a hablar y a reír y a recordar viejos tiempos y hacer proyectos y el silencio tan solo sirve para escuchar crujir la leña y las horas pasan volando de forma que al final resulta que acabas sintiéndote mejor frente a la chimenea que frente a la tele.

-Yo también -le respondo.

Pero no. Mis palabras no suenan igual y entonces me siento mal por él. Mal porque yo no sé hacerle sentir de la misma forma que él me hace sentir a mí. No logro poner la voz tan apagada en volumen y tan encendida en valor. Es extraño de explicar. Me compadezco de él. Quisiera que por una vez sintiese lo que yo siento al tenerlo delante. Y entonces me entran los nervios. No entiendo porque está conmigo. ¿Lo hace por pena? Yo no me veo ninguna virtud, soy de lo más normal, pero en cambio él… él para el mundo cuando sonríe, él frena el sufrimiento cuando me abraza, él paraliza el tiempo cuando me besa, él me hace sentir en casa cuando me habla… ¿Qué ha visto en mí? No lo entiendo.

-¿Qué piensas?

Genial. Ahora intenta meterse en mi mente.

-En nada.

Me sonríe y, justo en ese momento… ¿suena mi móvil?
Despierto. Todo ha sido un sueño. ¿Pero qué hago yo soñando con el loco ése? Es absurdo. Si ni si quiera he pensado en él antes de dormir. ¿Qué quiere decir el sueño? ¿Qué inconscientemente he pensado en él? Sí claro… La verdad sea dicha, feo no es, pero es antipático, grosero, infantil, descarado y un largo etcétera de adjetivos negativos que hacen referencia a la forma de ser. Si al menos fuese como en mis sueños, tendría alguna que otra posibilidad, pero la lleva clara si intenta conseguirme comportándose de esa forma. Jamás. Nunca en la vida.
Recuerdo el sonido que me ha apartado de las manos de Morfeo. Mi móvil. Lo cojo y lo desbloqueo. Un nuevo mensaje de Noelia. ¿Qué hace mandándome mensajes a las cinco de la mañana? Está loca. Es un caso perdido. En fin, lo abro. Aparece en la pantalla un chico rapado, con una pequeña cicatriz en la ceja y con una gran sonrisa. Es el chico con el que Noelia estaba en la discoteca. Debajo de la foto aparece una frase: <<Me lo quedo>>. Nunca va a cambiar. ¿Quieres a un macarra? ¡Todo tuyo! Tranquila que no te lo quito. Además, ¿qué es eso de “me lo quedo”? Ni que estuvieses en un mercadillo. Vuelvo a dejar el móvil en la mesita de noche y me acomodo de nuevo para volver a dormirme. Espero que esta vez el sueño no sea tan irreal.

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