domingo, 9 de octubre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 11

Lunes por la mañana. Peor momento de toda la semana.
Un hombre se levanta a sabiendas de que, precisamente ese lunes, volverá a lo más amargo de su pasado. No podrá evitarlo en cuanto cruce la puerta de comisaría y su compañero se le eche encima en un intento de consolarlo.
Unas chicas se despiertan dispuestas a afrontar el nuevo día de clase.
Un chico llega a casa y abraza a su hermana pequeña que está desayunando mientras no quita ojo de una niña y un mono morado que le piden ayuda. A su madre tan solo le dedica una mirada. Una mirada en la que puede ver la decepción. ¿Dónde está ese niño pequeño que soñaba con ser actor? Ah, sí, míralo, ahí esta. Volviendo a casa a la misma hora que ella se toma el primer café del día.
Todo sigue su curso. El río sigue el cauce de cada lunes por la mañana pero hoy hay alguna que otra variación en uno de estos tres casos.
Carlos Lucena entra en comisaría y, como era de esperar, Santiago no tarda en alcanzarle. Camina a su lado sin ni siquiera saludarle hasta que Carlos entra en su despacho y allí, lejos de las miradas y de los oídos de los demás empleados, comienza la conversación.

-¿Lo has visto más?
-Casi obligo a mi hija a que se fuera de casa para dejar de hablar sobre el chico.
-Tu no tienes culpa de lo que pasó con el hermano de Erik.
-¿Qué no? Todo lo que le está pasando a esa familia es por mi culpa. El padre los abandonó, la madre trabaja duramente todo el día con el único consuelo de que eso servirá para poner la mesa y Erik… Erik trabaja para el cabrón de Cavallari. ¡Y todo es mi culpa!
-¿Recuerdas que a mi también me encargaron el caso de Alex Rivas? No te culpes solo a ti. Además, tengo buenas noticias -Carlos mira con interés a su compañero-. Acompáñame a la sala de interrogatorios.

Sincronizados sin haberlo planeado, cruzan la comisaría hasta entrar en la sala de interrogatorios. Santi le hace un gesto al policía que custodia al esposado para que se marche. Carlos no entiende nada pero Santiago se encarga de aclararle las ideas.

-Este señor es Germán Torres y trabaja para Cavallari. Dice que tiene cosas que contarnos.
-¿Qué cosas?
-Habla -le ordena Santiago a Germán.

Germán bebe un poco de agua de un vaso de plástico que tiene delante.

-Prometedme que si hablo quedaré libre y Cavallari nunca sabrá que he estado aquí.
-Te lo prometemos -Carlos habla por los dos.

Germán traga saliva, vuelve a tomar agua y comienza.

-Vosotros dos llevabais el caso de Alex pero él ya no está y su lugar lo ocupó su hermano. Cavallari le prometió que le daría el nombre del asesino de Alex para que se pudiese vengar, por eso nunca se quiso marchar hasta el otro día.
-¿Qué pasó el otro día?
-Erik fue a casa de Cavallari y Cavallari lo atendió como siempre: abrazos, alagos, promesas… A él es al único que trataba así, a los demás nos trata como a una mierda. La razón es que con él en el ring siempre sale ganando. Pero Erik no estaba allí para hablar con él, ni si quiera para pedirle un nombre o dinero. Estaba para comunicarle que abandonaba el barco.

Santiago, que estaba dándole un trago al café en el momento de escuchar esas palabras, empieza a toser y el café sale por donde ha entrado. Se maldice por haber hecho el ridículo delante del confesor pero lo disimula muy bien.

-Continúa por favor.
-En cuanto Erik se marchó, Cavallari me llamó. Quería darle un toque de atención y me eligió a mí como matón.
-¿Lo torturasteis?
-Ese era el plan, Cavallari no quería matarlo pero estuvimos cerca.
-¿Qué le hicisteis?

Germán siente como algunas gotas de sudor le recorren el rostro. Le llegan a la mente imágenes de aquella noche. De repente le entran ganas de llorar, pero se controla. Por un momento deja de hablar.

-¿¡Qué le hicisteis!? -grita Santi.
-Lo dejamos inconsciente en la calle, le colocamos una bolsa en la cabeza y lo llevamos a un garaje. Una vez allí Erik empezó a insultar a Cavallari y Cavallari decidió cruzar el límite. La idea era darle un par de puñetazos, pero Cavallari se enfadó. Casi lo ahoga echándole agua cuando aún tenía la bolsa de plástico puesta, me obligó a pegarle y más tarde Cavallari apagó su puro en el pecho de Erik. Seguimos castigándole hasta que volvió a quedarse inconsciente y lo tiramos en un parque.

Carlos y Santi se miran mientras Germán, con un peso menos sobre la espalda, se termina de beber el agua.

-¿Por qué deberíamos creerte?
-Soy amigo de Erik y le debo muchos favores.
-¿Piensas que eso es una buena excusa?
-Preguntadle a él y matadme si es mentira. Puede que ahora mismo me odie, pero antes éramos buenos amigos.
-Te tendremos encarcelado hasta que hablemos con Erik y nos confirme lo que has dicho.
-No por favor. ¡Tenéis que dejarme libre! ¿Y si Cavallari me busca y no me encuentra? Si se entera de lo que estoy haciendo me mata.

Santi se dispone a dar una voz para imponer su autoridad y su palabra sobre la de Germán, pero Carlos, que prácticamente no ha hablado, se le adelanta.

-Déjalo libre, Santi.

Santiago Garrido obedece. Le quita las esposas ha Germán y lo acompaña hasta la salida. Después vuelve junto a Carlos.

-¿Por qué me has pedido que lo deje marchar?
-Decía la verdad. ¿Recuerdas? Yo mismo he visto a Erik Rivas. Estaba echo una pena y con multitud de heridas por toda la cara.
-¿Y ahora qué hacemos?
-Hablar con Erik. Pero no hay prisa, este tema acaba conmigo.



Adrián corre por el pasillo hasta encontrarse con Ainhoa y Noelia. Al llegar junto a ellas disimula.

-¡Qué casualidad! ¿Cómo estáis? -le da dos besos rápidos a Noelia y después se detiene un poco más en saludar a Ainhoa-. Ayer no te vi en todo el día.
-Bueno, tampoco tenemos que estar siempre pegados el uno al otro. No hay ningún motivo para ello.

A Noelia se le escapa una carcajada y, como si de un acto reflejo se tratase, se tapa la boca cuando Adrián la mira. Se disculpa ante Ainhoa y Adri y desaparece lo antes posible para poder soltar la carcajada a gusto.

-¿Sabes? Mañana estrenan una película que me gustaría ir a ver.
-Genial, podríamos ir todos.

Adrián decide tirarse a la piscina de una vez por todas y arriesgar.

-O solos tú y yo, ¿no?

Al chico se le hacen interminables los segundos que Ainhoa tarda en contestar. Parece uno de esos momentos en los que estás viendo tu programa favorito en televisión y deciden ir a publicidad en el momento más tenso. Finalmente, Ainhoa responde.

-Claro, ¿por qué no?

Al chico se le escapa una sonrisilla tonta de alivio.

-¿Te paso a recoger mañana a las nueve? -Ainhoa asiente-. Allí estaré… -se queda con ganas de añadir la palabra “amor”, pero se da cuenta de que sonaría demasiado cursi. Además, ya tendrá oportunidad de declararse tras la película.

Adrián se marcha andando con la cabeza bien alta. Orgulloso de si mismo. Se siente la persona más feliz del mundo. Ahora mismo no se encuentra ningún complejo.



Erik avanza intentando ignorar a Julio que le sigue sin dejar de suplicarle.

-Venga, te prometo que será la última vez.

Erik está tan cansado de su amigo que ya ni si quiera le dice que no con la cabeza, tan solo sigue andando. La gente mira a Julio como si estuviese loco, pero a él le da lo mismo y sigue insistiendo.

-Sabes que me matan como vaya yo solo.

Nada, que no dice nada. Erik hace ya bastante tiempo que dejó de escucharlo. Julio aumenta la velocidad y se pone frente a Erik para interrumpirle el paso. A Erik o le queda otra que frenar.

-¿Quieres escucharme? Por favor, me pongo de rodillas si quieres -junta las manos como si estuviese rezando-. Es la última vez que me meto en un lío de estos.
-Eso dijiste la última vez. Lo mejor es que vayas y aprendas a no jugar a las apuestas.
-Te equivocas. Esta vez no ha sido apostando. Ha sido jugando al poker.
-Eres gilipollas Julio.
-Lo sé. ¿Crees que no estoy arrepentido? No dejes que me maten -mira su reloj-. Tengo que estar allí en cinco minutos y no puedo pagárselo todo hoy.
-Pues no vayas a la cita.
-Entonces va a ser peor.

Erik mira los ojos brillantes de su amigo. No es la primera vez que pierde todo su dinero de forma estúpida. Si al menos alguna vez ganara… ¡Pero sale perdiendo siempre! Y después le toca a él arreglarlo todo. Está claro que no va a dejar que lo maten… no permitirá ni que le den un par de collejas -que, por otra parte, se las merece-. Pero si permitirá que le metan algo de miedo para que no vuelva a suceder.

-No voy Julio.

Julio se frota la cabeza con desesperación.

-¡Gilipollas!

Julio empieza a andar en dirección contraria para no llegar tarde a la cita. Erik hace como si no le hubiese insultado. Incluso se permite el lujo de mofarse.

-Nos vemos luego, guapo.

Espera quieto a que Julio cruce la esquina y, en ese momento, Erik sale tras él intentando que no le vea. En poco tiempo Julio llega al barranco donde había quedado con su adversario de la partida de poker. Erik se limita a observar la situación mientras permanece escondido.

-¿Traes lo mío? -le pregunta un hombre algo canoso al que le respaldan dos armarios.

Julio saca del bolsillo trasero de su pantalón un sobre y se lo entrega al hombre. El tipo empieza a contar el dinero y cuando acaba suelta una risotada.

-Faltan trescientos.
-Lo sé. Te juro que te los conseguiré -dice con la voz un tanto temblorosa.
-También juraste que lo tendrías todo para hoy.
-Y te lo he traído casi todo.

El hombre la hace un gesto a uno de sus guardaespaldas y el matón se acerca a Julio. Lo coge del cuello de la camiseta y lo levanta con suma facilidad.

-Por favor, te juro que lo traeré cuanto antes.
-¿Cuánto antes?
-Mañana. Mañana estará todo aquí sin falta.

El matón mira al tipo y éste le hace un gesto para que vuelva a soltar a Julio en el suelo.

-Ni un día más. Mañana a las once en punto aquí.
-Gracias.
-No me las des. Si no traes los quinientos…

Julio lo interrumpe.

-Creí que eran trescientos.

El hombre dibuja en su cara una media sonrisa.

-¿Has oído hablar de los intereses? Yo no doy nada gratis, ni si quiera el tiempo. Quinientos euros. ¿Lo has entendido? -Julio asiente-. ¿Sabe lo que pasa cuando me enfado? -Julio no contesta, pero se lo imagina-. Espero que no falles.
-No lo haré.

El tipo se marcha junto a sus dos “amigos” musculosos. Julio sale del barranco y Erik permanece oculto hasta que su amigo desaparece por completo, después sale. Está claro que Julio no va a poder conseguir quinientos euros de un día para otro.

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