miércoles, 12 de octubre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 14


Adrián ataca nada más empezar la película. Un anciano se encuentra con un agente y empieza a contarle su tremenda historia de amor, la cual tiene un comienzo fatídico. Y, mientras tanto y para no perder el tiempo, Adrián decide que el gran cubo de palomitas que está compartiendo con Ainhoa debe sostenerlo ella. Cosa inocente e imposible de encontrarle el doble sentido, pero cuando uno quiere, es capaz de encontrarle el doble sentido a todo y está más que claro que lo que busca Adrián es rozar los pechos de la chica cada vez que se dirige a coger un puñado de palomitas. Lo cierto es que el cubo de palomitas que comparten Noelia y Julio también lo sostiene la chica y nadie que los ve tiene la suficiente suciedad en la mente como para imaginarse que eso es así porque Julio quiere tocarle las tetas. La película avanza un poco más y el “desgraciado” de Rob se va haciendo poco a poco con el cariño de sus compañeros. Es entonces cuando Adrián decide hacer el típico bostezo, pero justo cuando se dispone a echarle la mano por encima a Ainhoa, ésta se vuelve.

-¿Por qué bostezas? ¿No te gusta? -Erik sonríe camuflado por la oscuridad de la sala.
-No es eso, es que he dormido poco -se excusa Adri. Por dentro se maldice. ¿A quién se le ocurre? Es un truco demasiado viejo y que funcione en las películas no significa que funcione en la vida real.

Erik suspira. Gira un poco la cabeza hacia la derecha, Julio está teniendo toda la suerte que le falta a Adrián. No, ¿qué digo? No es suerte, es que se lo ha ganado. Sí, está seguro. Julio es mejor que Adrián. Su reina no puede acabar en manos de ese ogro. Ánimo reina, que Robert ya se ha encontrado con el elefante, no debe quedar mucho… Resiste, mi reina. Yo seré tu domador de elefantes, solo tienes que escapar de las manos del que ahora intenta poseerte. ¡Encima de todo Adri es tonto! ¿Cómo se le ocurre llevar a Ainhoa a esa película? Si no encaja para nada con el protagonista, él sería el malvado jefe y Ainhoa su esposa que hierve en deseos de perderse entre los brazos de Robert Pattinsons que, por supuesto, en este caso sería Erik. Pero Adrián no pierde las esperanzas. Saca intentando hacer el menor ruido posible las llaves de su bolsillo y después finge que se le caen al lado de Ainhoa. Le dedica una sonrisa a Ainhoa como diciendo << ¡Vaya! ahora tendré que agacharme a cogerlas>>. Pero está claro que él está encantado de la vida, se agacha y roza las piernas de Ainhoa que lleva un short ya que el verano está a la vuelta de la esquina y el calor aprieta. El chico tarda lo suyo en encontrar las llaves, aunque sabe perfectamente donde están. Erik ya esta pensando en lo que hacerle. Sí, decidido. En cuanto Adrián vuelva a apoyar la espalda sobre el asiento del sillón, él le pellizcará el cuello y le retorcerá el pellizco hasta que le brote la sangre. ¿Es posible hacer sangrar a alguien por un pellizco? Por lo menos que no digan que no lo ha intentado… Adrián vuelve a tomar la postura normal y Erik alarga su brazo, pero entonces, por alguna razón, Julio se gira y se queda mirando a ese individuo que hay justo en la fila de atrás un asiento a la izquierda. Fuerza la vista. Sin duda ese individuo le suena de algo. Le parece distinguir que viste una camiseta blanca con el cuello un poco abierto y pantalones cortos a cuadros, esa es justo la ropa que llevaba esa misma mañana… ¡Bah! Es imposible. Seguro que la escasez de luz lo engaña. Vuelve a centrarse en lo suyo que no es la película sino ella. Hace tiempo que se aburre con la peli, nunca le gustaron las pasteladas, prefiere juguetear con la oreja y el cuello de Noelia. Ella se lo permite. Erik, por su parte, vuelve a suspirar de nuevo. Se vuelve a centrar en los movimientos del ogro. Ahora mismo no hace nada fuera de lo normal. Incluso ha dejado de comer palomitas. De todos modos, decide incordiarlo y hace lo típico. Algo que es aún más viejo que el truco del bostezo, algo que también es típico del cine, algo que molesta más que una mosca rondando tu cabeza a la hora de dormir y algo que siempre funciona tanto en la realidad, como en la ficción. Pone sus pies en el respaldo del asiento de Adrián y empuja. Se divierte viendo como el chico intenta acomodarse una y otra vez en vano, es imposible. Al final se levanta y poniendo de excusa que va al servicio, estira un poco las piernas. Al poco tiempo vuelve para encontrarse con la misma cruda realidad multiplicada por dos. Ainhoa ha tomado su asiento y ahora charla con Julio sobre algo que parece bastante interesante e importante. Al final acaba por poner sus cinco sentidos en la película y descartar su intento de ligar con Ainhoa. Tendrá que volver a esperar.



Los teléfonos suenan y son atendidos rápidamente por simpáticas secretarias. Robos, agresiones, peleas subiditas de tono, ¡incluso un asesinato! El ambiente está más que caldeado en la comisaría. Los becarios están agotados, el calor es insoportable y ellos no dejan de cargar cajas e informes de un lado para otro y, por si fuera poco, el aire acondicionado se ha estropeado. Un tímido becario llama a la puerta del despacho de Santiago Garrido. Él le da permiso para que entre.

-Señor le traigo su café.
-¿Café? Diecinueve de junio, el aire acondicionado estropeado, tengo que soportar el nudo de la corbata desde las siete y media de la mañana, treinta y siete grados. ¿Café?
-Lo siento, siempre le apetece uno a esta hora, pensé que…
-¡¿Quién te ha ordenado que pienses por mí?! - le grita.

Justo en ese momento entra Carlos Lucena.

-¿Qué pasa?
-Me ha traído café -afirma Santi señalando con el dedo al becario.

Carlos sonríe, pensaba que se trataba de un problema aún mayor. Santiago a veces saca problemas de donde no los hay. Es increíble.

-Puedes seguir con tu trabajo Sergio y no te culpes de nada, es que a Garrido no le hace mucha gracia el verano.

Sergio asiente y se marcha con el café en las manos. Ahora más que nunca siente el calor del líquido en su piel. Es de locos. En parte lleva razón Garrido, él tampoco se lo tomaría.
Carlos Lucena se asegura de que la puerta del despacho de su compañero está bien cerrada y después habla.

-¿Tienes los archivos del caso Rivas?
-Sí.

Santiago Garrido pone un archivador sobre el escritorio. Una etiqueta que pone “Rivas” hace prever que es justo por lo que Carlos le había preguntado. Más abajo, en rojo y entre paréntesis, una palabra que pesa sobre ambos policías: cerrado. Efectivamente, el caso de Alejandro Rivas se cerró sin ningún acusado y con un gran secreto que pesa sobre los hombros de tres personas: Carlos Lucena, Santiago Garrido y Francesco Cavallari. El secreto de la muerte del mayor de los hermanos Rivas.
Santi abre el archivador. Fechas, fotos, nombres, números de teléfono. Todo tipo de información con la que trabajaban hace algo más de dos años. Para entonces, Alejandro solo estaba desaparecido y por la cabeza de nadie pasaba que podría pasar lo que después pasó. Se intentó evitar la desgracia, ¡vaya si se intentó! Pero no puedes, aunque el que le pone nombre a la investigación confíe en ti, no puedes.
Santiago Garrido observa como Carlos ha quedado inmóvil. Ha dejado de hablar desde que sacó el archivador.

-Si quieres lo dejamos.
-No. Sigue.

Y justo en ese momento la comisaría desparece. Se encuentra en la calle. Vuelve a vivir todo lo sucedido. Nos remontamos atrás dos años y seis meses. Justo cuando da con Alex y empieza una gran amistad.

2 comentarios:

  1. ¡Hola Alba! Jo, vuelvo a ir un tanto perdida. No le dedico el tiempo que quiero a tu novela (y bueno, a todas en general) y me da rabia porque esta novela es muy buena, asi que ahora mismo me pongo con ella :S
    Muchos saludos y espero que no estes tan estresada como yo en este curso

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  2. El curso siempre es difícil y aunque parezca que todos los años digo lo mismo, este año lo vuelvo a decir jeje No te preocupes, yo también ando mal de tiempo. Llevo desde hace semanas planeando comenzar una nueva novela y no encuentro tiempo.
    Saludos.

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