Siento mi cuerpo bañado en un incómodo sudor frío. La camiseta se me pega demasiado al cuerpo, es muy agobiante. A esto también incluirle los temblores, son como calambres que no dejan de recorrerme de pies a cabeza. La luz sigue apagada. Ni si quiera recuerdo como he llegado a este punto. Aún no sé lo que hago o lo que me dispongo a hacer. La siento, está ahí, rozando mi cadera, pesa demasiado como para no notarla. Paso las yemas de mis dedos sobre ella, tan solo consigo rozarla, aparto rápidamente la mano. Enciendo la luz y entonces lo veo todo aún más oscuro, más confuso. Está frente a mí. Indefenso, inservible, incapaz de protegerse, atado de pies y manos. Me mira a los ojos en silencio y me hace saber que él también duda de la eficacia con la que pueda llevar a cabo esto. Lo he imaginado tantas veces… Yo frente al asesino de mi hermano, comportándome como un vengador, como un héroe, cumpliendo con mí deber… Y sin embargo, lo miro a los ojos y me siento el malo de la película, el villano, el rastrero. Matar a alguien debe ser difícil, ¿pero lo debe ser también cuando tienes motivos? Intento tener sangre fría. Agarro la pistola sin pensarlo más veces y la sostengo firmemente mientras apunto al asesino de mi hermano, Carlos Lucena.
-No la has cargado.
-Cállate.
-Erik, tranquilízate…
-¡No! -grito con rabia-. ¡Tú lo mataste!
-Sí y te juro que fue el momento más difícil de mi vida.
Le alzo la mano con la que sostengo la pistola y le amenazo con golpearle con la culata. Ambos guardamos unos minutos de silencio y es ahí cuando vuelvo a poner el cañón frente a su cabeza. Siento que el corazón se me va a salir. La mano me tiembla y esto mezclado con el sudor dificulta que pueda sostener la pistola.
Carlos vuelve a hacer uso de la palabra.
-¿Sabes? Matar a alguien es lo peor que puedes hacer.
Grito de tal forma que se me desgarra la voz y empiezo a sentir dolor de garganta.
-¡Pero tú lo hiciste! ¡Eres un puto asesino! ¡Te odio!
-¿Y quieres imitar a la persona a la que odias?
Le respondo cargando la pistola. El sudor empieza a mezclarse con mis lágrimas.
-Di tus últimas palabras, cabrón.
-Está bien, tranquilo Erik.
-¿Estuviste tranquilo cuando mataste a mi hermano? Llevo cuarenta y tres días pensando en todo esto. ¿Cuánto tardaste tú en convencerte para disparar?
-Fue una decisión difícil.
-Pero ya pertenece al pasado, él está muerto y tú sigues trabajando y con tu familia perfecta.
-Te prometo, te juro… -se le escapa alguna lágrima, traga saliva-. Erik, dispárame ahora mismo si yo soy capaz de dormir por las noches, dispárame si no quería a tu hermano, dispárame si en el momento en el que hice lo que hice no se me puso en una situación límite. Pero no me dispares si no conoces mi punto de vista… Tú no sabes lo que es matar, no sabes lo que es llenarte las manos de sangre de alguien a quien quieres. No sabes lo que es tener insomnio cada maldita noche. No sabes lo que es cerrar los ojos y revivirlo todo nuevo. Mi vida es difícil.
-¿Tu vida es difícil? Mi padre nos abandonó, al poco tiempo tú mataste a mi hermano y a mi hermana pequeña le tengo que contar mentiras acerca de la desaparición de Alex. ¿Tu vida es difícil? Hijo de puta, ¿tu vida es difícil? -presiono el cañón contra su cabeza-. Dame una razón para no matarte.
-No puedo, lo único que puedo hacer es explicarte porque decidí disparar.
-Te escucho.
-Cavallari tenía a un francotirador apuntando la cabeza de mi hija y tenía orden de disparar cuando Cavallari se lo pidiera o si llevaba más de una hora sin hablar con Cavallari, en este último caso el francotirador supondría que habíamos asesinado a su jefe y hubiese matado a mi hija… Tú no eres padre. Te juro que agoté mis opciones. Era o tu hermano o me hija. El propio Alex acabó pidiéndome que lo matara.
-Y le hiciste a mi madre lo que tú no hubieses soportado que te hicieran, le quitaste a su hijo.
-¿Tú que hubieses hecho?
Mi mente se colapsa de recuerdos. Por un lado mi hermano y todo lo que he luchado para llegar hasta su asesino. Por otro Ainhoa… Simplemente su nombre, su sonrisa, sus berrinches, su timidez, sus ataques físicos…
Joder, ¡ya debería haber disparado! El brazo me flaquea y retiro un poco la pistola de la cabeza de mi víctima.
-Erik, confío en ti y sé que no vas a cometer mi error.
-¿Confías en mí? Le dijiste a Ainhoa que se apartara de mí.
-Creí que te acercabas a ella porque ya sabías que yo…
-¡Dilo, joder!
-Que yo maté a tu hermano. Es mi hija, quiero lo mejor para ella.
-¿Lo mejor es tener a un asesino de mierda conviviendo con ella?
Carlos se queda sin palabras. Respiro hondo, vuelvo a juntar el cañón de la pistola con su cráneo, aprieto los labios. Ahora sí. Estoy decidido. Carlos aún tiene la valentía suficiente como para despedirse.
-Adiós.
Sostengo mi brazo derecho con la mano izquierda para que no me tiemble el pulso. Cierro los ojos. Disparo. Vuelvo a abrir los ojos, de nuevo todo oscuro. Salgo corriendo sin rumbo fijo, en una carrera por dejar atrás el pasado.
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