miércoles, 28 de septiembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 9


Se despierta y mira el despertador que hay sobre su mesita. La una. Casi es la hora de comer y ella aún ni se ha levantado. De locos. Nunca ha sido una dormilona quizá por eso sus padres le permiten que hoy se de el gustazo. Mira a su derecha. Erik sigue durmiendo en la misma posición. No se ha movido lo más mínimo. Ainhoa sonríe. Su sueño no iba tan mal encaminado después de todo. Se acerca a él y se sienta apoyando su espalda en el espaldar de la cama. Le empieza a acariciar el pelo mientras piensa en la conversación de la noche anterior, aunque se acostaron tan tarde que lo adecuado sería decir “la conversación de antes”. La quiere. Lo dijo sin ningún reparo, sin insinuaciones y ahora ella está más confundida que nunca. Hace apenas unas horas Erik era la clase de chico con el que jamás estaría, pero ahora…
Erik abre los ojos y la sorprende acariciándolo. Ella no se da cuenta de que está despierto hasta que la saluda.

-Buenos días ángel de la guarda.
-He pasado de niña mala a ángel de la guarda.
-Y yo de mafioso a perro -señala con su mirada la mano con la que le está acariciando.

Erik le dedica una sonrisa picaresca, Ainhoa deja de acariciarlo de inmediato y se desliza hacia el extremo opuesto de la cama. Parece que el Erik de siempre ha vuelto. Una pena. Se había enamorado del Erik medio moribundo y romántico de la noche anterior.

-Imbécil. ¿Ya te has olvidado de lo que dijiste ayer? Sabía que mentías y que hoy no te acordarías de nada.
-¿Pero quién te ha dicho que te alejes? Es mas, si quieres, te dejo que me des un masaje erótico.

Ainhoa le da un guantazo y Erik cambia su sonrisa por un gesto de dolor a la vez que se lleva la mano a la cara. Otra vez esa sensación. ¿Se puede saber por qué me duelen más sus golpes que los que me dan en El Descampado? No tiene sentido.

-Creo que, en vez de ser una niña mala, eres como un cable de alta tensión, siempre dispuesta a dar el calambrazo.

Se arrastra sobre el colchón y vuelve a su lado. Ella lo mira seria.

-Pues no te acerques, quizá te haga daño.
-Me gusta el riesgo.

Erik acerca lentamente su cara a la de Ainhoa, pero cuando la va a besar ella se aparta, sale de la cama y se pone en pie.

-Ten cuidado, los valientes viven en los cementerios.

Erik abandona el colchón y se pone frente a ella. Se acerca a su oído y le susurra.

-Y los cobardes nunca ganan.

Le da un beso tierno en la mandíbula. Ainhoa traga saliva.

-¿No te acuerdas de lo que me dijiste ayer?

La mira serio. Confuso consigo mismo. Sin saber que responder. Se acuerda. Por supuesto que se acuerda. Pero también se arrepiente. Se arrepiente por haber dado el primer paso. Para Erik es como una derrota. Se suponía que era ella la que acabaría rindiéndose a la evidencia. Él es demasiado orgulloso.

-No me acuerdo. ¿Dije algo malo?

Ainhoa piensa bien la respuesta y no responde hasta estar del todo segura.

-Si decías la verdad eres el rey que hace sentir bien a los demás, pero si mentiste eres el rey de los idiotas. Por otro lado puede que si te acuerdes y ahora mismo estés disimulando porque te da vergüenza.
-¿Y en ese caso, que sería?
-El rey de los cobardes.
-¿Y tú, qué reina eres?
-Es un título que debes otorgarme tú.
-Lo pensaré mi reina.
-¿Y tú? ¿Cuál de los tres reyes eres?
-Creo que soy el… -está apunto de pronunciar la palabra “cobarde”, pero rectifica- el que ya no lucha para Cavallari.

Ainhoa busca en su mirada durante un tiempo intentando encontrar algo que desvele que lo que dice no es cierto. Pero no ve en sus ojos nada sospechoso y es entonces cuando Erik se vuelve más perfecto aún. No puede contenerse y se abalanza sobre él envolviéndolo entre sus brazos. Incluso le besa tiernamente la cabeza.
Erik, que no esperaba es reacción, no puede hacer otra cosa que sonreír y abrazarla.
Justo en ese momento alguien abre la puerta de par en par.

-Ainhoa ya va siendo hora de…

Carlos Lucena interrumpe sus palabras al ver a su hija abrazada a un chico. Tose para que los jóvenes se den cuenta de que está allí y que los ha visto. Erik y Ainhoa se separan enseguida.

-¿Papá? ¿Desde cuándo abres sin llamar?
-¿Y tú desde cuando metes chicos en mi casa?

Ainhoa se dispone a gritarle algo a su padre, pero Erik se da cuenta, le tapa la boca e interviene él.

-Ayer tuve un problema y su hija me ayudó. Eso es todo.
-¿Y por eso habéis dormido juntos?
-No la he tocado. Ni siquiera nos llevamos bien.

El policía se acerca. Agarra a Erik de la camiseta, que aún la lleva puesta del día anterior, y le da un tirón para que salga de la cama. El padre respira aliviado al observar que está completamente vestido. Pero, aún así, debe escarmentarlo, así que lo agarra del cuello de la camiseta y le clava la mirada con total seriedad.

-Hablaré con tus padres, ¿cómo te llamas?
-Erik Rivas, señor.

Erik Rivas. Al escuchar ese nombre, Carlos lo suelta. Rivas. Rivas. Rivas. El apellido del chico hace eco en su cabeza una y otra vez. Derrama una lágrima sin darse cuenta.
Ainhoa y Erik se miran confusos. La chica se preocupa por su padre.

-¿Te pasa algo, papá?

El policía no puede reaccionar. No puede escuchar otra cosa que no sea ese apellido. El mismo apellido que no escuchaba desde hacía dos años. Tiene que llamar a Santi para decirle que él también ha tenido un encontronazo con el hermano de Alex. Sale corriendo del dormitorio sin dar explicaciones.
Tanto Ainhoa como Erik mantienen la misma posición durante unos minutos. Ninguno sabe lo que le ha podido pasar a Carlos.
Erik rompe el hielo.

-Me tengo que ir, mi reina.
-Te acompaño hasta la puerta.

Bajan las escaleras en silencio y se despiden en la calle.

-Adiós, mi reina.
-Adiós, mi rey… ¡Un momento! ¿Es verdad que ya no eres un mafioso o es otra de tus mentiras?
-Te diré una cosa, no soy el rey mentiroso.

Y dicho esto se marcha y deja a Ainhoa reflexionando. <<No soy el rey mentiroso>> Así que descartado que lo de la noche anterior fuese mentira. Ya solo queda el rey que hace sentir bien a los demás y el cobarde.
Mi reina. La llama así y ese apodo es muchísimo mejor que el de niña mala. ¡Ni punto de comparación! Después de todo va a resultar que es el rey cobarde… cosa que no sería del todo cierta ya que enfrentarse a Cavallari no es de cobardes.
Vuelve a entrar en casa sin poder dejar de pensar en el apodo de su rey.

domingo, 25 de septiembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 8

Abre los ojos poco a poco y de repente le parece como si estuviese andando solo. ¿Es un sueño? Alza la mirada. Una chica tira de él. Una chica con los ojos azules. ¿Ainhoa? Empieza a intentar caminar por su propio pie para ayudarla y Ainhoa se da cuenta.

-¿Te has despertado?
-Ainhoa.

Frena en seco. Se paraliza. Podría reconocer esa voz en cualquier parte. Lo mira. Entre la oscuridad y la “nueva cara” no se había dado cuenta antes, pero es él. El tipo al que había buscado disimuladamente en la discoteca. Cuando vuelve en si de su asombro, reanuda su paso.

-No hables. Intenta hacer el mínimo esfuerzo.

Y ahora la cosa cambia, porque no es lo mismo un desconocido que Erik. Porque si fuese un desconocido habría alertado a su padre y hubiese dejado que lo solucionara todo él, pero al tratarse de Erik todo cambia. Cambia porque lo más seguro es que no le permita que se lo diga a nadie y menos a un policía. Cambia porque es la clase de persona que va por su cuenta y querrá solucionar sus problemas él solo. Pero sobre todo cambia porque ella quiere darle ese trato especial.
Abre despacio la puerta de la casa y entran sigilosamente o, al menos, todo lo sigilosamente que pueden. Es tarde y eso ayuda. Sus padres hace tiempo que se acostaron y además mañana es domingo por lo que no tienen que levantarse temprano. Ainhoa sube las escaleras no sin algún que otro tropezón y, al final, consigue llegar a su dormitorio. Deja a Erik sobre la cama y ella sale un momento para buscar el botiquín. Vuelve con el botiquín y una botella llena de agua. Ayuda a Erik a sentarse en la cama. Le sonríe y él responde de igual modo. Se fija en que no solo tiene sangre en la herida del labio sino también en la del ojo. Es hora de poner en práctica aquellas clases de primeros auxilios a las que su madre le obligó a asistir. Después de todo, han resultado útiles. Abre el botiquín y saca el betadine y una gasa. Moja la gasa con el betadine y empieza a masajear la zona del ojo. Cuando la herida ya esta bien empapada, coge otra gasa y la seca. Después hace lo mismo con la del labio. Mientras tanto reina el silencio. Ainhoa termina y lo guarda todo de nuevo en el botiquín. Se marcha para dejar el botiquín en su sitio y cuando vuelve Erik la observa. Ella no sabe que decir.

-Te he traído agua por si tienes sed -coge la botella que hasta ahora permanecía en el suelo y se la entrega.

Erik da un trago largo. Siente como le duele la garganta al tragar, pero no se queja.

-He pensado que los justo es que tu duermas en la cama, yo podría dormir en el sofá, pero si se levantan mis padres y me ven allí sospecharían, así que creo que dormiré en el suelo. Es verano y hace calor así que…

Erik la interrumpe.

-¿Por qué lo haces? Podrías haberme dejado allí.
-Tú habrías hecho lo mismo por mí.
-Eso quiere decir que confías en mí después de todo.
-Supongo. Ya hablaremos mañana, ahora duerme.

Erik se tumba en la cama, Ainhoa agarra un cojín y se deja caer en el suelo. Está cansada.

-Ainhoa.

Le resulta raro que no la llame “niña mala”. Mejor así.

-¿Qué?
-No me parece justo que duermas ahí. A mi me basta con un rinconcito de la cama, no me muevo mucho.
-No voy a dormir contigo.
-¿Por qué?

¿Por qué? Buena pregunta. No sería la primera vez que duermo con un hombre. Cuando era pequeña dormía con mi padre y en alguna que otra ocasión, también cuando era pequeña, he tenido que dormir con un primo. Pero esto es distinto. No es un familiar mío y, además, ya no soy pequeña.

-Porque no sería lo normal.
-Lo normal sería que no me hubieses recogido. ¿Te da vergüenza dormir conmigo? No te voy a hacer nada.
-No, no es eso…
-¿Entonces? ¿Por qué no? Tú no sientes nada por mí y yo por ti tampoco, ¿verdad?
-Claro.
-¿Cuál es el problema entonces?

Ainhoa termina tumbada en el extremo opuesto al de Erik y sin moverse lo más mínimo. Rígida.
Erik vuelve a la carga y, esta vez, con toda la infantería.

-¿Me tienes miedo?
-No.
-¿Por qué no te acercas? ¿Quieres mantener las distancias?
-No, no es eso.
-Parece como si tuvieses dudas sobre lo que sientes hacia mí. Yo no te quiero. Tu a mi tampoco, ¿no?
-Por supuesto que no.
-Entonces, ¿a qué temes?

Ainhoa se acerca un poco más a él y deja de estar tan rígida. Se acomoda. Erik sigue en un extremo de la cama.

-Me obligas a que yo me acomode y tú sigues arrinconado…
-Tú te puedes acomodar porque estás segura de que no me quieres, segura de que te puedes acercar a mí sin besarme, sin tener la tentación de acariciarme. Yo no sé si puedo decir lo mismo.
-Antes has dicho que no me querías…
-Siempre me has tratado de mentiroso.

Gira la cabeza y se encuentra con su mirada. Serios ambos.

-La pregunta ahora es: ¿vas a seguir en la cama sabiendo que te quiero?

Lo suelta así, sin más. Ella no sabe que decir, como reaccionar y él sigue mirándola serio. Ahora le resulta más parecido al Erik de sus sueños. Ahora es más dulce. Esa forma de hablar, de expresarse… No es la misma del otro día. Cuando estaban en el coche no paraba de reírse y en cambio ahora parece otro.

-Te han dado una paliza, estás confundido… Mañana hablaremos y nos reiremos de todo esto. Ahora es muy tarde y, al menos yo, tengo sueño.
-Con eso no me respondes a nada.
-Si sigues hablando me vuelvo al suelo.
-Está bien. Buenas noches, Ainhoa.

Erik sigue en un filo de la cama y allí se duerme. Ainhoa, después de escuchar la declaración del chico, ha abandonado el centro de la cama y también se ha arrinconado. Así que allí descansan ambos, separados por un colchón, las palabras de Erik y la confusión de Ainhoa.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 7


Erik se va. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo es capaz? ¡Con todo lo que he hecho por él! ¡Cerdo asqueroso! No es más que un desgraciado. ¿Se cree que se va a ir de rositas? ¿Se cree que puede hablarle de esa forma? Está dispuesto a hacer lo que sea porque ese imbécil vuelva a sus manos. Pero antes habrá que darle un toque de atención. Antes habrá que dejarle claro quien manda en este negocio. Quien es el que toma las decisiones. Quien es el que decide quien se va y quien se queda.
Cavallari marca un número de teléfono.

-¿Señor? -responden al otro lado de la línea.
-Germán, tengo un trabajo per te.
-¿Ejecutar?
-No, esta vez no se trata de eso. ¿Serías capaz de hacer sufrir a un hombre sin matarlo ni partirle ningún hueso?
-No entiendo porque me pide esto.
-No necesitas sabelo.
-Creo que podré.
-¿Crees?
-Le aseguro que podré.
-Eso está mejor.
-¿Cuál es la víctima?
-Todo a su debido tiempo. Te espero esta noche en el garaje. No falles.



Dos de la madrugada. Julio ha accedido de una vez por todas a presentarle a Noelia y después Erik no se ha podido negar a dejarle la moto para que la lleve a casa así que él vuelve andando. Feliz. Se ha quitado un peso de encima. Atrás quedó la lucha, Cavallari, la sangre… Claro que también ha tenido que romper la promesa que hizo cuando murió su hermano. Ahora es prácticamente imposible encontrar al que lo mató. Supongo que mejor así. Encontrarlo tan solo traería problemas. Pasa por una calle silenciosa. Desierta. Debe ser el lugar más tranquilo de la ciudad. Y, de repente, ¡pum! Un golpe seco en la cabeza lo hace caer al suelo.
Abre los ojos. Tiene la cara tapada con una bolsa de plástico, le han quitado la ropa y tan solo le han dejado los calzoncillos, una cadena que está cogida al techo le tiene atadas las manos. Así que está de pie y con las manos en alto. Fruto del pánico empieza a respirar cada vez más rápido tanto por la nariz como por la boca, la bolsa se le pega a la cara al coger aire y eso le pone más nervioso.

-Parece que te has despertado. Si fuese tú, me tranquilizaría, no quiero matarte, pero si sigues tomando aire de esa forma, será como un suicidio -suelta una carcajada.

Reconoce esa voz. Esa sangre fía que nunca antes había sufrido en sus propias carnes. Ese acento italiano. Es Cavallari.

-Suéltame o te juro que voy a destrozar tu vida.

Cavallari da una larga calada a su puro y ríe.

-Te soltaré cuando yo quiera. Te recuerdo que aquí el que da las órdenes soy yo. Yo decido contra quien luchas. Yo decido cuanto cobras. Yo decido quien se sale del clan -hace un descanso en esta última para dar otra calada-. Y como tú no has respetado mis decisiones, me veo en la obligación de decidir tu castigo. Yo soy el jefe.
-Tú no eres un jefe. Tú eres la vergüenza de las ratas.

Cavallari coge un cubo lleno de agua helada que hay en el suelo y se lo tira a Erik por la cabeza.
La bolsa se le pega a la cara completamente, no puede respirar y cada vez que lo intenta la bolsa le entra dentro de la boca y se ahoga. Intenta quitarse la bolsa, pero es imposible. Lo único que consigue es tener que respirar más y, por lo tanto, asfixiarse antes.

-¿No te gusta el agua? Pues no insultes. La mayor rata que hay aquí eres tú.

Erik se impulsa para intentar darle una patada, pero es imposible. Cavallari la esquiva con facilidad y Erik lo único que consigue es hacerse daño en los brazos. Ahora la garganta le hace un sonido extraño cuando intenta coger aire y empieza a toser y, con la tos, aquello sólo se vuelve más desagradable y más asfixiante.

-Creo que deberíamos quitarle la bolsa, señor -propone una voz que no había sonado antes.

Cavallari asiente y el tipo le quita la bolsa de la cabeza a Erik. Erik empieza a respirar rápido y profundo. Como si tuviese la sensación de que el oxígeno se va a acabar de un momento a otro. Tose unas cuantas veces y después se centra en los hombres que tiene delante. Uno es Cavallari que le sonríe disfrutando de la escena. El otro tiene la cabeza gacha, pero lo reconoce por el pelo. Lo lleva negro, un poco largo y echado hacia atrás. Sin duda lo ha visto antes. Sin duda, es Germán. El mismo Germán con el que ha reído tantas veces, al mismo al que ha sacado de problemas en más de una ocasión…, el mismo que le está ayudando a Cavallari a torturarlo.

-No sé que da más pena, que sea la rata la que mande o que haya personas que sigan a la rata.
-Mio campione -pese a todo lo que está ocurriendo, Cavallari lo sigue llamando así-, no te conviene insultar. Escúchame, soy un buen hombre y tú eres un buen luchador, podemos hacer las paces, volver a estar como antes y todos contentos.
-Nunca.
-Es que no hay otra opción -vuelve a disfrutar de su puro-. Si no accedes ahora, lo harás cuando ya no puedas soportar el dolor.
-Soy duro.
-Y yo tengo mucho tiempo. Te hago por segunda vez la pregunta. ¿Vuelves a los regazos de esta rata?
-No.
-Está bien, como desees. Germán, ya sabes lo que tienes que hacer. Estaré vigilando.

Germán alza la cabeza por primera vez y asiente. Cavallari se sienta en una silla que hay algo más alejada. El esbirro del italiano se acerca a Erik decidido. Éste intenta frenarlo a base de palabras.

-Germán tú me conoces. Yo no te haría nunca nada así -Germán se acerca cada vez más y cuando Erik ve que carga el puño cambia radicalmente de palabras-. Te juro que como me toques te partiré la cara.

Pero no sirve de nada. ¡Pum! Germán le golpea en el estómago. Erik suelta tosiendo el aire que acababa de coger. Siente el dolor y, de repente, es como si no pudiese coger oxígeno. La primera vez que toma aire tras el golpe tiene que hacer un gran esfuerzo, después parece que cada vez le cuesta menos.
Germán mira de soslayo a Cavallari y este le hace un gesto para que siga. Germán lanza su puño contra el labio de Erik. El que ha recibido el golpe cierra los ojos y se queja un poco. No quiere que Cavallari disfrute tanto y gritar sería como darle a su película diálogo. Germán insiste unas cuantas veces más en el estómago. Seguidas. Comos si se tratase de un saco de boxeo. Termina la serie de golpes con una patada en el costado y entonces Erik se queja. Quizá porque no se lo esperaba. Al oír el grito, Cavallari se acerca y Germán para un momento.

-¿Vuelves al negocio?

Erik dibuja una media sonrisa y tuerce el gesto. Cavallari vuelve a dar una calada a su puro y le echa el humo a la cara. Erik le escupe al italiano. Cavallari empieza a soltar a diestro y siniestro insultos en italiano que solo entiende él. Busca algo con lo que limpiarse, pero no encuentra nada y acaba por limpiarse con su propia chaqueta, después se la quita y la tira al suelo. Erik se ríe. Cavallari se acerca a él, agarra el puro por el extremo por el que se coge y por el lado que está ardiendo, se lo acerca a Erik al pecho. Erik aprieta los dientes para no gritar y Cavallari, en un intento de hacer que grite, aprieta aún más el puro contra su pecho.



Cuatro de la madrugada. De nuevo y fiel a su estilo. Noelia se ha ido sin avisar y la ha dejado sola en la discoteca. Ainhoa a estado buscándola durante mucho tiempo y al final con quien ha dado ha sido con Adrián. Al encontrarse con él creía que ya tendría transporte, pero nada de eso: Adrián estaba de nuevo borracho y lo único que hacía era hablar. Después de eso, la única opción que le quedaba era arrastrase así que ha buscado, con disimulo, a Erik por toda la discoteca, pero no. No estaba. O eso, o que no ha buscado bien. El caso es que, ya sea porque la gente se va sin avisar, se emborracha o simplemente no da con ella, ahora se ve volviendo sola a casa y con ningún otro medio de transporte que no sean sus piernas. Entra al parque sin pensárselo dos veces, siempre ha preferido cruzar el parque que pasar por esa calle. No es que la calle tenga algo especial. Es simplemente un pálpito. Nunca ha cruzado por allí cuando ha ido andando sola y tarde y hoy no va a ser el primer día. Siempre le ha parecido más seguro entrar al parque y salir por la verja que hay en el otro extremo. Pero, que tengamos el pálpito de que un lugar es más seguro que otro, no significa que lo sea. Ve como un tipo suelta a otro en el lugar más oscuro del césped del parque y después huye. ¿Un asesinato? Intenta hacer como si nada, pero cuando cruza por delante del cuerpo no puede evitarlo. Esas cosas no se pueden evitar. No cuando tu padre es policía. No cuando tu amiga ha desaparecido sin dar explicaciones. No cuando tu sueño es ser un tipo de superhéroe anónimo. No cuando, para que nos vamos a engañar, eres curiosa. Se agacha para ver a la víctima. Cerca del labio tiene sangre seca, pero aún le sigue saliendo así que hace poco que le pegaron. Tiene la ceja hinchada y el ojo morado. Le mide el pulso. Está vivo. Se lo piensa dos veces. No es fácil llevarte a un desconocido a casa y más a un desconocido con problemas. Pero al final decide hacer lo correcto. Lo levanta, se pasa uno de sus brazos por encima de su espalda y lo lleva como el que lleva a un amigo que se acaba de doblar el tobillo. El cuerpo del desconocido, cae sobre ella con todo su peso. El tipo está inconsciente y no puede hacer fuerza.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 6


Culpable. Así te sientes cuando no sabes si estás haciendo lo correcto. Así se siente ella. Ha seguido a hurtadillas a su amiga. Tan solo quiere protegerla por si ese chico con el que está tan obsesionada es peligroso aunque, más bien, parece que la esté espiando. Pero no, no es James Bond en busca de nuevas aventuras, es Ainhoa y está preocupada por su amiga. Recuerda al chico de la foto. Esa sonrisa no puede ser de mala persona, pero esa cicatriz en la ceja quiere decir que se ha peleado alguna vez que otra. Además, en la discoteca dijo algo sobre que casi todos sus amigos tenían moto. Moto y macarras van cogidos de la mano y macarras y problemas son palabras hermanas. O sea, que por regla de tres, el chico de la cicatriz es igual a problemas, ¿no? Ojalá que no sea así ya que Noelia está muy ilusionada. Pero su deber como amiga es asegurarse, así que después de haberla seguido y haber recorrido media ciudad a escondidas, ahí está. Detrás de unos arbustos y viendo de lejos como su amiga espera al chico rubio sentada en un banco. Encima no es puntual…



Julio baja de la moto y Erik le da una palmadita en la espalda. El de pelo rapado se aleja con una sonrisa en la cara. Convencido de lo fácil que es engañar a su amigo. Que equivocado está. Erik lleva con la mosca detrás de la oreja desde que Julio le contó que “creía” tener novia y no hay que ser tonto para darse cuenta de que si ha insistido tanto en que no lo acompañe, es porque va a lo que va… Y el incrédulo le ha contado la milonga de que iba a visitar a su abuela. ¿Desde cuando visita a su abuela? Además, juraría que murió hace un par de años. En fin, que si Julio no quiere contarle nada de sus amores, él mismo se encargará de averiguarlo todo. Se supone que confía en él, ¿por qué no se atreve a contarle estas cosas? ¡Es de locos! ¿Acaso le da vergüenza? Él, de estar en su lugar, se lo contaría… En cuanto Erik ve a su amigo cruzar la esquina, aparca la moto y lo sigue a unos metros de distancia. Julio está tan despistado que ni se da cuenta de que le siguen, así que el trabajo de Erik se resulta verdaderamente fácil.
Julio entra en un parque. Erik se esconde tras una fuente de mármol grande y redonda que tiene una escultura de un ángel que sostiene una jarra en el centro. Esto es absurdo. ¿Desde cuando soy yo un cotilla? Pensémoslo bien. Sí, definitivamente esto no es espiar, es asegurarme de que a Julio le va todo bien. No, no me llamaran para ser el sucesor de Daniel Craig. Julio se acerca a una chica que hay sentada en un banco y esta se levanta para recibirlo. Escucha como se mueven las ramas y hojas de un arbusto que hay a su derecha. Será un conejo… Espera. ¿Estoy tonto? Joder no hay conejos en los parques. Erik se gira y allí esta ella. La de los ojos azules. No puede evitar sonreír, al igual que no puede evitar acercarse. Es como el imán del polo opuesto, como si él fuese una ola que va hacia la orilla. Su orilla es ella. Antes de que se de cuenta está tras ella y agachado para que no le descubran los enamorados. Ainhoa está tan pendiente a su amiga que no se ha dado cuenta.
Erik se acerca a su oído y le susurra.

-Niña mala.

Ainhoa, que no se lo espera, suelta un grito. Erik reacciona rápido y le tapa la boca, pero Julio y Noelia lo han escuchado. Las dos víctimas del espionaje miran hacia un lado y hacia otro. Al no ver nada, se encogen de hombros y continúan en su mundo.
Erik se acerca de nuevo al oído de Ainhoa.

-Tranquila. No chilles. Soy yo, el del coche.

Le destapa la boca despacio y ella se gira. Es él. El de su sueño. Tiene el mismo aspecto y por un momento cree estar hipnotizada, pero justo entonces recuerda que el de su sueño no roba coches, ni tapa bocas, ni es luchador ilegal… No, no se parece al de su sueño.

-Que seas tú tan solo me da razones para chillar más.
-¿No te alegras de verme? -Ainhoa niega con la cabeza-. ¿A no?
-En absoluto.

Erik le dedica una media sonrisa y Ainhoa vuelve a su trabajo. Se concentra en los labios de su amiga y en los del chico de la cicatriz, pero al parecer no tiene el don de leer los labios.

-Espiar es de mala educación.
-Lo mío es una buena causa. Ésa es mi amiga -responde sin volverse.
-¿Te gustaría saber lo que dicen?

Ainhoa lo mira con gesto de intriga.

-Dudo mucho que sepas lo que dicen.
-Pero se lo puedo preguntar a tu amiga. ¿Crees que me lo diría si salgo de detrás de este arbusto y se lo pregunto educadamente?
-Te mataría.
-¿Me matarías? Eres muy violenta.
-No más que tú por lo que pude ver la otra noche.
-Yo lo hacía por obligación, en cambio lo tuyo es puro salvajismo.
-El salvajismo no consiste en utilizar la violencia para defenderte sino en utilizarla para ganar dinero.
-¿Quién te dice a ti que lo haga por dinero?
-Lo supongo.
-Pues supones mal.
-Entonces, ¿por qué lo haces?

Erik se queda serio y mira al frente. Ainhoa deja escapar una sonrisa que expresa victoria y se sumerge de nuevo en el mundo del espionaje. Después de un largo tiempo de silencio y de intentar comprender de qué hablan los enamorados, Ainhoa ve como su amiga y el chico rubio salen del parque agarrados por la cintura. Ainhoa se levanta y sus rodillas se lo agradecen tras haber estado un buen rato en cuclillas. Erik permanece en el sitio. Ainhoa lo observa unos segundos. Erik no se mueve. Es de esas personas que cuando piensa algo detenidamente es incapaz de concentrarse en otra cosa. Piensa en Cavallari. Más concretamente, piensa en dejarle. Ese deseo parece calar en él cada vez con más fuerza, pero sigue sin estar convencido. Deja de reflexionar sobre ese tema cuando se da cuenta de que Ainhoa se aleja.

-¡Espera! -la chica obedece y él la alcanza-. Me has preguntado que porqué lucho. ¿De verdad te interesa saberlo?
-Después de que me hayas dicho que no es por dinero, debo admitir que me pica la curiosidad.
-Te lo digo si me dejas que te lleve a un sitio.
-El otro día no me quedaba otra, pero no pienso volver a salir con mafiosos.

Y dale con que soy un mafioso. Empiezo a pensar que a ella también le estoy consintiendo demasiado. Se une al grupo de mis protegidos junto a mi hermana y a Julio. Empieza a caminar de nuevo y entonces lo digo sin pensar y sin pensar tomo de una vez por todas la decisión.

-¿Y si dejase de ser mafioso?

Lo miro y él me sonríe. Me muerdo el labio mientras pienso la respuesta sin dejar de observarlo. Misterioso. Es un chico misterioso. Capaz de ser violento y de detener una guerra con tan solo una sonrisa. Capaz de decirte lo que nunca hubieses imaginado. Capaz de dar contigo aunque este en el último recoveco del mundo. Todavía no se como me ha encontrado… Respondo de manera que no me comprometo.

-Lo pensaría.

Ainhoa reanuda su paso. Erik la sigue y la agarra de la cintura para detenerla. Le susurra

-¿Te paso a buscar cuando no lo sea?

Me envuelve con su voz cálida. De repente recuerdo la leña que arde en la chimenea, la oigo crujir a la vez que también escucho anécdotas de mis familiares. Es la sensación que tenía mientras soñaba. Le obligo a que me deje libre y me giro para verle la cara.

-Por lo pronto sigues siendo un mafioso, ¿no? Sigues siendo el tipo de chico al que me entran ganas de pegarle un guantazo cuando lo veo. Sigues siendo un creído y un chulo. Sigues siendo…

Erik la interrumpe.

-El trato tan solo dice que tengo que dejar de ser mafioso. No exijas tanto.
-Aún no hay ningún trato. Te he dicho que lo pensaría…
-Entonces hay una posibilidad.
-Eso es.
-Con eso me basta.
-Quiero dejar claro que aunque dejes de ser un mafioso, puedo echarme atrás.
-Al final acabarás cediendo.
-¿A sí? -Erik asiente-. Yo no estaría tan segura.
-Confía en mí. Te prometo que acabarás cediendo -le guiña.

jueves, 15 de septiembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 5


En cuanto llegamos, Julio sale corriendo mientras se quita la ropa, yo prefiero tirarme un rato a la sombra del gran árbol. El mismo árbol que parece no tener fin nunca. Yo pienso que incluso los pájaros tienen vértigo cuando se posan en su copa. Es increíble. ¿Cuántos años tendrá? Seguro que, por los menos, supera los cien. Quien sabe, quizá bajo esta misma sombra han descansado soldados de la guerra civil. ¿Cuántas cosas habrá presenciado este árbol? Quizá muertes, amores imposibles, injusticias… ¡Qué más da! Es solo un árbol.
Hace algún tiempo atrás me hubiese parecido imposible plantearme lo que me planteo hoy. Pero después de que, a lo mejor sin darse cuenta, me lo halla pedido mi hermana… Dejar a Cavallari. Parece de locos. Es de locos. Pero por otra parte Julio lleva razón, quizá el italiano no sepa nada de la muerte de mi hermano y mientras estoy trabajando para él se está aprovechando de mí. Hay que aceptar que pegar guantazos desahoga, pero joder, lucho contra gente que no conozco de nada, quizá si los conociese nos haríamos amigos y todo y, sin embargo, ni hablamos, tan solo tenemos una cosa en mente: destrozar al otro. Pero dejarlo no sólo traería cosas buenas, también conllevaría que Cavallari me odiara y me pusiese en su punto de mira. Sería un fugitivo. Su fugitivo. Y yo no confío en que pudiese escapar eternamente. Recuerdo a aquel tipo que iba tras él, ¿cómo se llamaba? A sí, Santiago. Santiago Garrido. Un policía que lleva tras Cavallari tres años y aún no ha conseguido encerrarlo. O sea, que si le digo adiós a Cavallari no puedo confiar ni en la policía. Joder. ¿Hay alguna escapatoria?
De repente unos pocos litros de agua fría me empapan la cabeza. Me froto los ojos y cuando los vuelvo a abrir veo a Julio corriendo y con una botella en la mano.

-¡Te vas a enterar!

Salgo corriendo tras él. Lo veo lanzarse al lago y me mira desafiante. Me quito rápidamente la ropa y yo también me tiro al agua. Una vez los dos dentro, le persigo nadando y le sumerjo la cabeza en el agua unas cuantas veces entre risas.



La escena es, cuanto menos, curiosa. Estoy en cuarta fila, en el pupitre que pega a las ventanas de la izquierda y mire a donde mire solo veo a alumnos abanicándose con abanicos artesanos de papel. Alguno que otro más ingenioso, pero más desastre, ha arrancado la portada de cartón de la libreta y no deja de agitarla para hacerse aire. El profesor de física está sudando y mientras explica se hace aire con la mano. Está un poco gordo y es asqueroso ver sus sobacos bañados en sudor. Pero nadie tiene derecho a reírse de él. Es algo normal si cuentas con que son los últimos días de clase, estamos a última hora y hace un calor asfixiante. Ahora mismo no me importaría estar en aquel lugar de mis sueños, el de la hierba y el lago. Aunque tuviese que estar con Erik. Juro que no me importaría.
El chico que ha arrancado la portada de su cuaderno alza la mano para pedir el turno de palabra. El profesor interrumpe su explicación y se lo concede.

-Profe, hace mucho calor y yo así no me entero de nada. Como queda poco, ¿Por qué no deja de explicar?

La sonrisa del profesor desvela que a él también le encanta la idea pero, como suele ocurrir en estos casos, le puede el oficio.

-Yo también tengo calor, pero hay que acabar el tema. Tan solo quedan unos días de clase. Ya tendréis tiempo para descansar.

Y vuelve con sus queridas moléculas y átomos.
Echo un vistazo a Noelia, que está a mi lado y la veo sumergida en un trozo de papel que tiene entre las manos. ¡No me lo puedo creer! Ha imprimido la foto del chico. Como una cabra… En fin, ella al menos está entretenida. Alguien me toca el hombro, yo me vuelvo con disimulo y la chica que ha llamado mi atención me da una nota. Miro hacia todos lados intentando descubrir quien es el remitente, pero es como si toda la clase me ignorara. La abro. <<¿Te hizo algo el chico que te llevó a casa?>> Me la debe haber enviado Adri. Lo extraño es que se acuerde con la borrachera que tenía. Le contesto. <<Es un poco creído, pero no hizo nada como para denunciarlo>> Me gustaría decirle que le robó el coche pero ¿para que enredar las cosas? Al fin y al cabo Adrián ni se ha enterado así que supongo que Erik  se lo devolvería. Al poco tiempo llega de nuevo el papelito a mí. <<¿Te contó algo sobre mí?>> ¿Qué si me contó algo sobre él? No entiendo la pregunta. <<No, no lo hizo>>. Lo espío mientras desenvuelve la nota y veo como respira aliviado. Después la rompe y se guarda los pedacitos en el bolsillo de la chaqueta.



Nos volvemos a vestir en silencio, pero Julio lo rompe de la manera que menos me espero.

-Creo que tengo novia.

Toma ya. ¿Y yo ahora qué le digo? Él me sonríe esperando que yo responda algo y yo no dejo de buscar las palabras adecuadas. Nunca me habían dicho algo así.

-¿Cómo que “crees”?
-Que no estoy seguro. La conocí anoche.
-¿Cuándo desapareciste? -asiente-. Y, ¿te has enamorado?

Rara, la pregunta no suena diferente, suena rara. ¿Cuándo hemos hablado Julio y yo de amor? Nunca. Esto es nuevo. No se que decir. No soy un experto en dar consejos de ese tipo. Después de todo, Julio tiene corazón. De puta madre. Primero Laura y ahora él. Parece ser que yo soy el único que no está en una nube.

-¡No digas tonterías! ¿Enamorarme? ¿Te estás escuchando?

No sé porqué, pero el tono de su voz me hace entender que miente. O sea, que está enamorado y le da vergüenza decírmelo. Pero a ver, si no lo está ¿por qué ha sacado el tema de buenas a primeras sin venir a cuento? Se le ve el plumero y yo tengo dos opciones: reírme de él o intentar que se sienta cómodo.

-Oye Julio, si estás enamorado no pasa nada.
-¡Qué no estoy enamorado!
-Me puedes contar cualquier cosa, no me voy a reír.
-¿Quieres dejar ya el tema?
-Vale, vale. Como quieras.

Caminamos en silencio y de buenas a primeras inicia otro tema de conversación que tampoco estaba previsto.

-¿Sabes que me han hablado de un policía?
-¿Un policía?
-Va tras Cavallari.
-¿Y tú desde cuando buscas policías?
-Lo conoce una amiga mía.

Me da la impresión de que esa “amiga” suya es la misma chica de la que “cree” ser novio.  Aún así, hago como si nada.

-No será con el que estuve hablando el otro día, ¿no?

Niega con la cabeza.

-Se llama Carlos Lucena. ¿Te suena?
-No.
-Creo que deberías hablar con él.

Me gustaría decirle que estoy barajando la posibilidad de dejar las peleas ilegales y a Cavallari, pero me aguanto las ganas. No quiero anunciar nada hasta que sea oficial y aún no hay nada decidido.

-Ya veremos.

Monto en la moto. Una Yamaha r1 en color negro y con unos toques en dorado. Julio sube detrás de mí.



Entro en casa y lo primero que veo es la chaqueta del uniforme de mi padre colgada en la percha. Mi padre es policía y a mi me gustaría seguir sus pasos. Eso de acabar con todos los malos, defender a los buenos e intentar hacer que reine la paz debe ser el mejor trabajo del mundo. Es como ser un superhéroe, pero sin más poder que tu valentía y tus ganas de luchar. Me encanta.
En el comedor la comida ya está servida. Mis padres están en el salón viendo la televisión. Siempre que llego del instituto me los encuentro allí. Yo creo que ven la tele para entretenerse hasta que yo llegue a casa y así contener sus ganas de empezar a comer. Los beso y ellos me sonríen. Al poco tiempo estamos sentados en las sillas del comedor y ante la mesa o, lo que es más importante, la comida. Comemos entre preguntas tipo: <<¿Cómo te ha ido el día?>> Me encanta mi familia en ese aspecto. No somos la típica familia que se sienta a comer en silencio y viendo la televisión. Nosotros comemos mientras no paramos de hablar y reír.

lunes, 12 de septiembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 4

Entro en casa con cuidado de no hacer ruido. Mi madre y mi hermana deben estar durmiendo. Casi siempre están dormidas cuando yo llego, cosa que, por otra parte, es normal si llegas sobre las tres o las cuatro de la madrugada… y eso cuando llego. Entro en mi habitación y caigo en la cama rendido sin ni siquiera quitarme los zapatos. Escucho como alguien abre la puerta de mi dormitorio lentamente.

-¿Erik?

Me levanto de la cama y la veo. Pequeña, pelo largo y negro y unos ojos que, incluso a estas horas, desprende ese brillo mágico. Es mi hermana pequeña, Lucía. Mi punto débil.

-¿Qué haces aquí? Es muy tarde.
-No puedo dormir.

Voy hacia ella, vuelvo a cerrar la puerta que da a mi habitación, la cojo por la cintura, la siento en mi cama y yo me acuclillo delante de ella para estar a la misma altura.

-¿Por qué?
-He tenido una pesadilla.
-¿Qué has soñado?
-Venía un monstruo que se llevaba a mamá, a ti y después venía a por mí.

Un monstruo que se lleva a mi madre y a mí y después se lanza a por Lucía. Esta pequeñaja acabará haciendo cine o escribiendo libros, seguro.

-Ven aquí.

La bajo de la cama, echo la sábana hacia atrás y tumbo a mi hermana sobre el colchón. Yo me vuelvo, me desnudo, me cambio de ropa interior y me dejo caer junto a ella.

-Erik.
-Dime.
-¿Has visto a Alex?

Nadie ha sido capaz aún de contarle la verdad a mi hermana. Mi madre dice que es muy pequeña, a mi padre ni lo vemos y yo me limito a seguirle el juego me diga lo que me diga. Pienso que mi madre tiene razón. Tan solo tiene seis años. ¿Cómo le explicas a una niña de seis años que a su hermano lo han asesinado?

-No lo he visto.
-¿Cuándo va a volver?
-Está muy lejos. Creo que tardará mucho.
-Pero algún día vendrá ¿no?

No se que responder así que intento que se duerma.

-Lo mejor ahora es que cierres los ojos. Mañana hay cole.

En un primer momento respiro aliviado al ver que me ha hecho caso, pero no tarda en lanzar otra pregunta.

-¿Tú te irás?
-¿Por qué dices eso?
-Mamá dice que te has montado en el coche del señor que se llevó a Alex. Por favor, no vuelvas a irte con ese hombre.

Me hundo. No puedo evitarlo. Me han pedido dos veces en pocas horas que deje tirado a Cavallari. Julio y mi hermana. Las dos únicas personas por las que daría mi vida. Las dos únicas personas a las que se lo perdono todo. Pero no. No puedo dejar de luchar para Cavallari. Eso sería abandonar a mi hermano. Lo dejaré en cuanto encuentra al cabrón que lo mató.

-Te juro que yo no me voy a ir a ningún lado.
-Mamá dice que jurar está mal.
-¿Entonces?

Saca una de sus manos de entre las sábanas y pone firme su dedo meñique.

-Prométemelo con el meñique.

Sonrío.

-Está bien -enredo mi meñique con el suyo-. Te lo prometo con el meñique.



Hace calor, pero debajo de la sombra de este árbol se está perfectamente. El clima adecuado. Estoy tumbada sobre la hierba y me dedico a juguetear con una mariquita pasándomela de una mano a otra. El pequeño insecto es incansable, no deja de caminar con sus cortas patitas intentando escapar de mis manos, pero por muchas vueltas que da siempre acaba en el mismo sitio. Cuando pasa un tiempo decido ponerla en libertad y como si se tratase de una señal, aparece él. Lleva la ropa en la mano y tan solo viste unos calzoncillos. Viene mojado así que deduzco que ha estado dándose un baño en el lago que hay algo más allá. La verdad es que este sitio es impresionante, no logro entender porque solo venimos nosotros dos. Erik se tumba a mi lado y me empieza a acariciar el pelo. Se acerca lentamente a mi oído y me susurra con voz cálida.

-Te quiero.

No es la primera vez que me lo dice, pero me ruborizo. Supongo que será por como lo hace. Por como sus labios rozan mi oreja y por como el susurro, de alguna manera u otra, es acogedor. Como esas noches de invierno en las que se junta toda la familia y aunque estaríamos más cómodos sentados en la mesa con el calor de la estufa y viendo la televisión, preferimos estar sentados frente a la chimenea y empezar a hablar y a reír y a recordar viejos tiempos y hacer proyectos y el silencio tan solo sirve para escuchar crujir la leña y las horas pasan volando de forma que al final resulta que acabas sintiéndote mejor frente a la chimenea que frente a la tele.

-Yo también -le respondo.

Pero no. Mis palabras no suenan igual y entonces me siento mal por él. Mal porque yo no sé hacerle sentir de la misma forma que él me hace sentir a mí. No logro poner la voz tan apagada en volumen y tan encendida en valor. Es extraño de explicar. Me compadezco de él. Quisiera que por una vez sintiese lo que yo siento al tenerlo delante. Y entonces me entran los nervios. No entiendo porque está conmigo. ¿Lo hace por pena? Yo no me veo ninguna virtud, soy de lo más normal, pero en cambio él… él para el mundo cuando sonríe, él frena el sufrimiento cuando me abraza, él paraliza el tiempo cuando me besa, él me hace sentir en casa cuando me habla… ¿Qué ha visto en mí? No lo entiendo.

-¿Qué piensas?

Genial. Ahora intenta meterse en mi mente.

-En nada.

Me sonríe y, justo en ese momento… ¿suena mi móvil?
Despierto. Todo ha sido un sueño. ¿Pero qué hago yo soñando con el loco ése? Es absurdo. Si ni si quiera he pensado en él antes de dormir. ¿Qué quiere decir el sueño? ¿Qué inconscientemente he pensado en él? Sí claro… La verdad sea dicha, feo no es, pero es antipático, grosero, infantil, descarado y un largo etcétera de adjetivos negativos que hacen referencia a la forma de ser. Si al menos fuese como en mis sueños, tendría alguna que otra posibilidad, pero la lleva clara si intenta conseguirme comportándose de esa forma. Jamás. Nunca en la vida.
Recuerdo el sonido que me ha apartado de las manos de Morfeo. Mi móvil. Lo cojo y lo desbloqueo. Un nuevo mensaje de Noelia. ¿Qué hace mandándome mensajes a las cinco de la mañana? Está loca. Es un caso perdido. En fin, lo abro. Aparece en la pantalla un chico rapado, con una pequeña cicatriz en la ceja y con una gran sonrisa. Es el chico con el que Noelia estaba en la discoteca. Debajo de la foto aparece una frase: <<Me lo quedo>>. Nunca va a cambiar. ¿Quieres a un macarra? ¡Todo tuyo! Tranquila que no te lo quito. Además, ¿qué es eso de “me lo quedo”? Ni que estuvieses en un mercadillo. Vuelvo a dejar el móvil en la mesita de noche y me acomodo de nuevo para volver a dormirme. Espero que esta vez el sueño no sea tan irreal.

sábado, 10 de septiembre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 3

Julio, Julio. ¿Dónde se ha metido ahora? Si es que no se le puede dejar solo. En mi búsqueda de Julio, me acabo encontrando con otro personaje. Un tipo que vuelve de la barra haciendo ochos e intentando que el vaso no se le derrame. Da pena… Me acabo acercando a él con la excusa de ayudarle pero, lo cierto, es que tan sólo busco entretenerme un rato hasta que Julio aparezca.
El chico se sienta en uno de los sillones que adornan el lugar. Me quedo de pie frente a él. Y de repente y sin venir a cuento, empieza a contarme su vida.

-...Yo la quiero mucho -parece como si tuviese la lengua dormida, no vocaliza bien y además escupe mientras habla-. Demasiado, pero ella parece tonta. ¿Por qué no se da cuenta? ¿Es qué soy feo? ¿Ese es el problema? ¿Te parezco feo?
-Del montón.
-De montón… ¿De qué montón? ¿Del bueno o del malo?
-Del normalito.
-¿Y dentro del normalito?
-Yo es que soy más de calificar a las chicas que a los chicos.
-¿No eres gay? -Niego con la cabeza. ¿Pero de dónde se ha sacado que soy gay?-. Entonces me verás como un fracasado.
-No hombre, tampoco es eso…
-¿Cómo me ves como fracasado o como el number one?
-Yo que sé, del montón.
-¿Otra vez? -asiento sin saber bien que hacer.


Por fin da con ella. Noelia está con un chico rapado y que tiene una cicatriz en la ceja. Lo conoce. Lo vio el día que fue a El Descampado. Genial. ¿No había otro mejor con el que ligar?

-¡Noe! Te he estado buscando. Vamos, quiero irme a casa.
-Ahora no puedo -mueve la cabeza en dirección al chico, éste se da cuenta y sonríe quizá por el hecho de que se siente querido.
-No puedes hacerme esto.

El chico rapado interviene.

-La mayoría de mis amigos tienen moto, le puedo decir a alguno que te lleve.
-Que simpático… -dice de mala gana-. No, gracias. ¡Venga Noe!
-¡Qué no me puedo ir ahora! -suspira-. Antes he visto a Adrián, pídele que te lleve, tiene coche, ¿no?



El de pelo engominado y al que debe de correrle por las venas alcohol en lugar de sangre no deja de hablar de ella. De su amor platónico. Ya empiezo a estar harto, pero justo cuando decido ponerle una excusa para largarme…

-¿Adri?
-¡Ainhoa!

No me lo puede creer. Es ella. La de la noche anterior. La de los ojos azules. Y debido a la sonrisa del borracho, también debe ser su fantasía sexual.
¡La he encontrado! No puedo evitar interrumpirles.

-¡Joder, yo se quien eres! Me hiciste daño.

Me ignora.

-Adri, tienes que llevarme a casa.

Intervengo.

-¿Te va a llevar él? Pero si no sabe ni como se llama.
-Nadie te ha pedido opinión.
-No necesito que nadie me la pida.
-¿Te crees muy listo?

El borracho se levanta y se pone entre nosotros.

-¡Haya paz! Ainhoa te puedes fiar de él. Es un buen chico. Yo no dejaría que te subieras con cualquiera.
-El caso es que tú ahora estás borracho y no te veo en condiciones de aconsejarme.
-¿Y lo ves en condiciones de conducir? -me mata con la mirada-. No seas así mujer, tan solo intento ayudarte.

Y no sé porque, pero acabo cediendo. Supongo que alguien me tendrá que llevar y no, Adrián no está en condiciones.
Le hago un gesto a Ainhoa para que vaya saliendo a la calle y abrazo a mi supuesto nuevo amigo. Antes me contó que había venido en su nuevo conche y hay que aprovechar la información. Sin que se de cuenta, le meto la mano en el bolsillo de la chaqueta y le quito las llaves. Salgo de la discoteca. La chica me espera muerta de frío.

-¿Se puede saber cuál es tu vehículo? ¿Una moto? Me lo imagino, como todo buen macarra.

Sonrío mientras niego con la cabeza. ¿Cuál será el coche del borracho? Pasó los ojos por encima de las llaves y distingo el símbolo de Audi, los cuatro círculos. Me apoyo sobre el primer Audi que veo, un A3 quizás sea ese… Ainhoa supone que ese es mi coche e intenta abrir la puerta del copiloto. Cerrada.

-¿Quieres abrir de una vez?
-¿Cómo se piden las cosas?
-Por favor… -pide desganada.

Pulso el botón de la llave y se enciende un Audi A6 que hay aparcado unos metros más allá. Mierda. Me he equivocado. Miro a Ainhoa esperando que no se haya dado cuenta. Ella observa con la boca abierta el coche que acaba de encender sus luces. Me mira.

-¿Crees qué soy tonta?
-Un poquito -río.
-Ja, ja… Ese es el coche de Adri.
-¿Pero qué dices? Es mío.
-¿Quieres decir que tenéis el mismo? Que casualidad…
-Pura coincidencia -la miro serio-. Te juro que es el mío.
-Dudo que tus juramentos valgan algo.

Paso de ella y monto en el Audi A6. Lo arranco y me asomo por la ventanilla.

-No tengo toda la noche. Tú veras lo que haces.

Refunfuña un poco, pero acaba montando. Se pone el cinturón a la velocidad de la luz.

-No te fías de mí -niega con la cabeza-. Haces bien -sonrío.

Ainhoa alza la mirada y la oigo suspirar así que antes de hacer que el coche empiece a andar, sigo su mirada. Un ambientador con forma de “A” está enganchado con un cordel al espejo retrovisor. “A” de Adrián, supongo…

-¿Cómo te llamas? Ahora me vas a decir que tu nombre empieza por “A” ¿no?
-Pura coincidencia.
-¿Otra vez?
-Te lo juro.
-¡Te he dicho que tus juramentos no me valen! ¡Llévame a casa de una vez!

Me quedo parado delante del volante. Pensando en que haría si se enterase de que no tengo carné. Seguro que me liaría una buena.

-Vas a llevarme ¿o nos quedamos aquí toda la noche?
-Niña mala, ¿cómo se piden las cosas?
-Por favor -acaba pronunciando de mala gana.

Salgo del aparcamiento y empiezo a recorrer las calles. Ella me guía con las frases más cortas que encuentra, como si pensara que si habla más de la cuenta se arriesga a tener otra pequeña disputa conmigo. <<Gira a la izquierda. Sigue recto. A la izquierda>> Que graciosa, parece un GPS. <<Aparca ahí>> Yo me dedico a obedecer. El coche se para. Ella se quita el cinturón y yo me limito a observarla mientras lo hace. Cuando se libra de él, se da cuenta de que la miro.

-¿Quieres algo?
-Ya te lo dije ayer, ¿recuerdas? No pienso arriesgarme a otro guantazo.
-Imbécil.

Niego con la cabeza y sonrío mientras sale del coche. Da un portazo, busca las llaves de su casa e intenta encajarlas en la cerradura lo más rápido posible.

-¡Eh! -grito. Ella deja por un momento lo que está haciendo y gira la cabeza hacia mí. Abro la ventanilla del copiloto para que me pueda oír-. Que sepas que si resulta que la puerta está rota, le diré a Adrián que has sido tú.
-El coche es de Adri. ¡Lo sabía! ¡Te vas a enterar!
-¿Qué me va a hacer, quitarme a mi chica? No creo. Mi chica no le hace caso ¿sabes?
-Ahora resulta que tienes chica…
-La tendré. Tardaré lo que tardes en decidirte -sonrío-. Ya sabes por donde me muevo.    Nos vemos mañana.
-Ojalá que no.

Ignoro sus palabras.

-Ahora me tengo que ir. Buenas noches niña mala.
-¡Qué te den mafioso!
-¡Me llamo Erik!