Han quedado para estudiar un examen... Ya, claro. ¿Alguien se lo cree? Lo peor que puedes hacer para estudiar es quedar con alguien. La concentración dura lo que dura el silencio y, el silencio, no hace acto de presencia ni un solo minuto. Hay tantas cosas de las que hablar, tantas tonterías que decir, tantos planes que hacer, tanto que imaginar... Pero ahora, tras dos horas hablando de esto y de aquello, parece que se lo han tomado en serio. Llevan una media hora sin charlar. Ambas estudian lo mismo, ambas para el mismo examen, pero cada una con su libro, sus esquemas y sus apuntes. ¡Nada de compartir! Compartir tan solo sería una excusa para empezar a parlotear de nuevo.
Una melodía acompañada de vibración interrumpe el silencio. Las dos amigas se miran. Ainhoa mata con la mirada a Noelia. Noelia se disculpa con una leve sonrisa y contesta a la llamada.
-¿Sí? Ah, hola ¿qué tal? ¿Dónde el otro día? No sé, estamos estudiando. Sí, Ainhoa está conmigo. No seas así, no es que no queramos, es que nos jugamos la asignatura. Ya, bueno, tienes razón, me juego, la muy zorrilla siempre saca buenas notas… -Ainhoa hace como si se enfadara al notar que esa “zorrilla” es ella. Noelia le sonríe para calmarla-. Está bien, está bien. Si podemos vamos, pero no te prometo nada… Vale. Saluda a los demás de mi parte. Adiós -pulsa el botón rojo.
Noelia junta las manos en posición de rezo. Como un devoto cuando reza a Dios, sólo que en este caso no sería un devoto sino Noelia y no sería un Dios sino Ainhoa.
Ainhoa contesta antes de que su amiga pregunte nada. Ya sabe por donde van los tiros.
-¡No! Ni lo pienses. ¿Sabes que es tu última oportunidad de aprobar?
-Por favor. Te prometo que cuando llegue a casa estudio.
-¿Cuándo estés medio borracha y no sepas lo que haces? ¡Qué no! Además ya sabes que no va conmigo todo eso de las discotecas.
-No seas así.
Insiste, insiste, insiste y vuelve a insistir.
El pelo castaño oscuro, casi al rape por los lados y un tanto desordenado por la parte superior. Ojos brillantes, intensos y de color miel. Nariz y labios perfectos. Algo moreno de piel, lo justo, aunque él en ningún momento ha calculado cuantas horas debe estar al sol para conseguir ese tono.
Impaciente, sentado en el suelo y con la espalda apoyada en el gran edificio cristiano. ¿Qué hora será? ¿Dónde se ha metido Julio? Ya es tarde. Los niños vuelven a sus casas, quizá más por miedo a las madres que por miedo a las calles, las farolas hacen un rato que se encendieron y las tiendas ya han cerrado sus puertas.
Dos chicas pasan por su lado. Una morena y rellenita aunque muy guapa de cara no deja de reírse y la otra, rubia, algo más alta y bastante más esbelta se limita a parlotear. Por las carcajadas de la morena, la rubia debe ser una gran cómica. Cuando se alejan un poco, la rubia aprovecha una distracción de la amiga y se gira para dedicar una sonrisa a Erik. Él responde de igual modo al ver el color de sus ojos. Azules. Le recuerdan a la chica de la noche anterior. Se lleva la mano a la cara sin darse cuenta. No, ya no duele. La encontrará. Sí, definitivamente, ése será su nuevo objetivo.
Alguien le da una colleja y hace que se centre en el presente. Pelo rapado, rubio, aunque no se nota, ojos azules y una pequeña cicatriz en la ceja. La chica de la noche anterior desaparece para dar paso a Julio. ¡Al fin!
-¿Dónde coño te metes?
-Tenía cosas que hacer.
Tan pronto como llegan a la discoteca, Noelia se pierde y ella se vuelve a quedar sola como tantas otras noches. Odia cuando su amiga se comporta así. Pero en fin, ¿todos tenemos defectos, no? Pues ése es el de Noelia, le pierde la fiesta, las amistades, los novios y todo lo que tenga que ver con la noche. Luego le tocará a ella aguantarla cuando suspenda el examen.
-¿Ainhoa?
Quien ha pronunciado su nombre es un chico. Rubio, ojos marrones y pelo un poco largo y peinado hacia atrás con algo de gomina. Es Adrián. Respira aliviada. Al menos ya no está sola.
Nos alejamos del grupo. Pasamos a empujones entre más de un inexperto bailarín, joder si no sabes bailar ¿para qué bailas? Hay que marcarse límites. Yo, por ejemplo, soy de los que lo admite, no se bailar suelto y punto. Pero no, siempre tiene que haber algún tocapelotas medio borracho que no te deja pasar hasta que no veas sus “increíbles” pasos de baile. Absurdo. A pesar de todo, conseguimos llegar a nuestro destino.
-Dos cubatas -pide Julio.
Nos apoyamos en la barra y reanudamos nuestra conversación. Ahora más tranquilos.
-Así que quieren que seas policía. ¿Qué quieres que te diga? Eres tonto si no aceptas. Es tu oportunidad de ganar dinero de una forma normal.
-Se te olvida que no me piden ser policía, me piden meter en la cárcel a Cavallari. Además yo no estoy en lo de las peleitas por el dinero y lo sabes.
Da un trago al cubata. Quizá para atreverse a decir lo que me va a decir.
-¿Por qué no dejas la tontería de la venganza? Llevas ya más de un año y aún no has conseguido ni una pista. Igual Cavallari no sabe nada del asunto.
De ser otra persona le habría roto el vaso en la cabeza, pero no, a Julio se lo perdono todo. Me limito a ignorar sus consejos y cambio de tema. Señalo con la barbilla a las chicas que hay bailando.
-Llevas un tiempo a dos velas…
-Ya, es que estoy esperando a que crezca tu hermana.
Pum. Otro golpe de los que llegan al alma. ¡Hoy está fino! Pero también se lo perdono.
Julio me señala a una chica que baila muy pegadita a un tipo. Laura. Siento que me hierve la sangre, el pulso se me acelera. Recuerdo a Alex, mi hermano. Recuerdo lo enamorado que estaba de Laura. ¿Qué pasa? ¿Ella ya no se acuerda de él? Mi hermano. Siempre dispuesto a sonreírle, a hacerle regalos, a llevarla de viaje, a sorprenderla… ¡Incluso yo envidiaba su amor! Y ella lo conmemora refregándose con otro… No logro contenerme.
Cojo el vaso de licor y me voy hacia ellos decidido. Julio intenta evitar mi reacción a voces, pero es absurdo. Cojo a Laura por la espalda, la elevo y la aparto del cuerpo del tipo. El chico me mira desconcertado. Le dedico una leve sonrisa y después le golpeo duramente con el puño izquierdo -con el derecho sigo sosteniendo el vaso-. El chaval cae al suelo y, desde abajo, me lanza patadas que esquivo sin dificultad. Cuando se cansa de lanzar sus piernas al aire, me acuclillo para verle de cerca la cara.
-¿Es tu hermana? -pregunta acelerado. Niego con la cabeza-. ¿Tu prima? -misma respuesta. Y la siguiente la lanza incluso asustado-. ¿Tu novia? - esta vez no respondo, pero deduzco que él entiende lo que no es-. Lo siento, no lo sabía, no me lo ha dicho…
-No, no es mi novia -miro a Laura-. Pero ¿sabes qué? Tus hormonas necesitan relajarse. No se puede ir por la vida detrás de un polvo. No, eso no funciona así. Voy a darte clases prácticas para relajar a tu amiguita de ahí abajo -le señalo la bragueta y le enseño el cubata. Tapo el orificio del vaso dejando solo una rajita libre y derramo el líquido por su cara de manera que los cubitos de hielo siguen en el vaso-. El problema es que a mí me da asco tocar ahí -miro a Laura. Sería humillante y divertido hacer que fuese ella la que le metiera los cubitos por los calzoncillos, pero no. Con las chicas no me meto y menos con la chica que durante un tiempo hizo feliz a mi hermano -. Métete los cubitos por los calzoncillos.
-¿Qué?
-¿No hablo claro? ¡Qué cojas los putos cubitos! -vuelco el vaso en la palma de la mano del chico y le entrego el agua congela. Al tenerlos entre las manos, un escalofrío recorre su cuerpo.
Laura intenta salvarlo.
-Venga, ya ha tenido bastante.
La ignoro.
-¿A qué esperas?
El chico traga saliva y empieza a cumplir mi orden. Me giro levemente para buscar la sonrisa de Julio. Espera. ¿Está hablando con una chica? Después de todo ha ligado. Advierto como uno de los porteros se acerca a la “escena del crimen” y desaparezco perdiéndome entre la gente. No quiero problemas. Me meto en el baño y me cruzo con mi imagen reflejada en el espejo. La misma de siempre excepto por los ojos rojos. Mierda de humo… Me echo agua en la cara y vuelvo a salir.
Vuelve a mirar el reloj. Una y media de la madrugada. ¿Dónde se ha metido? A veces ni ella sabe porque la tiene como amiga… La consigue llevar a todos lados contra su voluntad y, por si fuera poco, ¡encima no se deja ver! Adrián cada vez está más pesado. No deja de hablar y ella no lo soporta más. Quiere irse y eso solo lo conseguirá encontrando a Noelia.
-Perdona Adri, pero no se donde está Noelia y ando preocupada.
-¡No te preocupes! Yo seguiré aquí si no das con ella…
La ve marcharse. Ha estado a punto. A punto de confesarle su amor. Pero nada. El mismo resultado de siempre. Tiene tanto miedo a no ser correspondido que no se atreve a decirle nada. Quizá algún día. Otro día.
No sabía que habías empezado un nuevo blog y una nueva historia.
ResponderEliminarLa de 3 metros sobre el cielo me gustó mucho y ahora mismo me pongo a leer esta.
Espero que te acuerdes de mi, ya que hace tiempo que no sabíamos nada la una de la otra y porque mi blog ha cambiado mucho desde entonces.
Un saludo enorme ^^
Claro que me acuerdo de ti jeje
ResponderEliminarMe he pasado por tu blog esta mañana y lo que he leido está genial, te he comentado.
Saludos :D