Abre los ojos poco a poco y de repente le parece como si estuviese andando solo. ¿Es un sueño? Alza la mirada. Una chica tira de él. Una chica con los ojos azules. ¿Ainhoa? Empieza a intentar caminar por su propio pie para ayudarla y Ainhoa se da cuenta.
-¿Te has despertado?
-Ainhoa.
Frena en seco. Se paraliza. Podría reconocer esa voz en cualquier parte. Lo mira. Entre la oscuridad y la “nueva cara” no se había dado cuenta antes, pero es él. El tipo al que había buscado disimuladamente en la discoteca. Cuando vuelve en si de su asombro, reanuda su paso.
-No hables. Intenta hacer el mínimo esfuerzo.
Y ahora la cosa cambia, porque no es lo mismo un desconocido que Erik. Porque si fuese un desconocido habría alertado a su padre y hubiese dejado que lo solucionara todo él, pero al tratarse de Erik todo cambia. Cambia porque lo más seguro es que no le permita que se lo diga a nadie y menos a un policía. Cambia porque es la clase de persona que va por su cuenta y querrá solucionar sus problemas él solo. Pero sobre todo cambia porque ella quiere darle ese trato especial.
Abre despacio la puerta de la casa y entran sigilosamente o, al menos, todo lo sigilosamente que pueden. Es tarde y eso ayuda. Sus padres hace tiempo que se acostaron y además mañana es domingo por lo que no tienen que levantarse temprano. Ainhoa sube las escaleras no sin algún que otro tropezón y, al final, consigue llegar a su dormitorio. Deja a Erik sobre la cama y ella sale un momento para buscar el botiquín. Vuelve con el botiquín y una botella llena de agua. Ayuda a Erik a sentarse en la cama. Le sonríe y él responde de igual modo. Se fija en que no solo tiene sangre en la herida del labio sino también en la del ojo. Es hora de poner en práctica aquellas clases de primeros auxilios a las que su madre le obligó a asistir. Después de todo, han resultado útiles. Abre el botiquín y saca el betadine y una gasa. Moja la gasa con el betadine y empieza a masajear la zona del ojo. Cuando la herida ya esta bien empapada, coge otra gasa y la seca. Después hace lo mismo con la del labio. Mientras tanto reina el silencio. Ainhoa termina y lo guarda todo de nuevo en el botiquín. Se marcha para dejar el botiquín en su sitio y cuando vuelve Erik la observa. Ella no sabe que decir.
-Te he traído agua por si tienes sed -coge la botella que hasta ahora permanecía en el suelo y se la entrega.
Erik da un trago largo. Siente como le duele la garganta al tragar, pero no se queja.
-He pensado que los justo es que tu duermas en la cama, yo podría dormir en el sofá, pero si se levantan mis padres y me ven allí sospecharían, así que creo que dormiré en el suelo. Es verano y hace calor así que…
Erik la interrumpe.
-¿Por qué lo haces? Podrías haberme dejado allí.
-Tú habrías hecho lo mismo por mí.
-Eso quiere decir que confías en mí después de todo.
-Supongo. Ya hablaremos mañana, ahora duerme.
Erik se tumba en la cama, Ainhoa agarra un cojín y se deja caer en el suelo. Está cansada.
-Ainhoa.
Le resulta raro que no la llame “niña mala”. Mejor así.
-¿Qué?
-No me parece justo que duermas ahí. A mi me basta con un rinconcito de la cama, no me muevo mucho.
-No voy a dormir contigo.
-¿Por qué?
¿Por qué? Buena pregunta. No sería la primera vez que duermo con un hombre. Cuando era pequeña dormía con mi padre y en alguna que otra ocasión, también cuando era pequeña, he tenido que dormir con un primo. Pero esto es distinto. No es un familiar mío y, además, ya no soy pequeña.
-Porque no sería lo normal.
-Lo normal sería que no me hubieses recogido. ¿Te da vergüenza dormir conmigo? No te voy a hacer nada.
-No, no es eso…
-¿Entonces? ¿Por qué no? Tú no sientes nada por mí y yo por ti tampoco, ¿verdad?
-Claro.
-¿Cuál es el problema entonces?
Ainhoa termina tumbada en el extremo opuesto al de Erik y sin moverse lo más mínimo. Rígida.
Erik vuelve a la carga y, esta vez, con toda la infantería.
-¿Me tienes miedo?
-No.
-¿Por qué no te acercas? ¿Quieres mantener las distancias?
-No, no es eso.
-Parece como si tuvieses dudas sobre lo que sientes hacia mí. Yo no te quiero. Tu a mi tampoco, ¿no?
-Por supuesto que no.
-Entonces, ¿a qué temes?
Ainhoa se acerca un poco más a él y deja de estar tan rígida. Se acomoda. Erik sigue en un extremo de la cama.
-Me obligas a que yo me acomode y tú sigues arrinconado…
-Tú te puedes acomodar porque estás segura de que no me quieres, segura de que te puedes acercar a mí sin besarme, sin tener la tentación de acariciarme. Yo no sé si puedo decir lo mismo.
-Antes has dicho que no me querías…
-Siempre me has tratado de mentiroso.
Gira la cabeza y se encuentra con su mirada. Serios ambos.
-La pregunta ahora es: ¿vas a seguir en la cama sabiendo que te quiero?
Lo suelta así, sin más. Ella no sabe que decir, como reaccionar y él sigue mirándola serio. Ahora le resulta más parecido al Erik de sus sueños. Ahora es más dulce. Esa forma de hablar, de expresarse… No es la misma del otro día. Cuando estaban en el coche no paraba de reírse y en cambio ahora parece otro.
-Te han dado una paliza, estás confundido… Mañana hablaremos y nos reiremos de todo esto. Ahora es muy tarde y, al menos yo, tengo sueño.
-Con eso no me respondes a nada.
-Si sigues hablando me vuelvo al suelo.
-Está bien. Buenas noches, Ainhoa.
Erik sigue en un filo de la cama y allí se duerme. Ainhoa, después de escuchar la declaración del chico, ha abandonado el centro de la cama y también se ha arrinconado. Así que allí descansan ambos, separados por un colchón, las palabras de Erik y la confusión de Ainhoa.
Me gusta muchísimo. Como ya te dije en su momento escribes muy bien y las historias que haces son muy dignas y entretenidas (con el tiempo te das cuenta de que la valía de un blog no va ligada a los seguidores y comentarios que tienen, y sinceramente, mientras a esa persona le guste lo que escriba y esta bella afición... ¿que más da lo demás?)
ResponderEliminarMuchos saludos
Gracias por el ánimo, Ana. Supongo que publicaré la historia entera me lea más o menos gente, pero a nadie le amargan los comentarios jeje
ResponderEliminarSaludos a ti también :D