<<Ojos azules. Y ahora sé que he mentido cada vez que me han preguntado por mi color favorito. Después de ver ese azul parece un insulto decir que prefiero el amarillo. Sí, definitivamente, esos ojos han sustituido al sol. Ahora creo haber estado ciego toda mi vida. ¿Por qué se me ha ocultado la existencia de ese azul? Me siento estafado. ¿Dónde está la hoja de reclamaciones? Quiero demandar al arco iris por haberme escondido el color de esos ojos. Serán míos>>.
Un duro golpe con el puño cerrado hace que aparte la mirada de la chica y se centre en el combate. Se palpa con los dedos el labio inferior. Bien. No hay sangre.
Su oponente es un flacucho al que no parece importarle la palabra gimnasio y del que se pone en duda que conozca el verbo comer. Se podría definir como el antónimo de la hipertrofia muscular. Lleva el pelo largo y desgreñado, ¿cuatro días sin peinarse? quizás más y quien sabe cuantos sin lavárselo. Todo un sex symbol...
El de los enredos en el pelo vuelve a lanzar otro ataque. Esta vez Erik lo bloquea con su brazo izquierdo y con la rodilla derecha golpea en el estómago del de pelo largo. Tocado y hundido de un solo rodillazo. El flacucho cae al suelo. Erik observa como se retuerce y utiliza sus gemidos como banda sonora de su dolor.
Cavallari no cabe en si de alegría. Sabe que Erik es bueno, pero nunca le había visto ganar tan solo con un golpe. Aunque, dicha sea la verdad, aún no ha ganado nadie, pero es cuestión de tiempo.
El árbitro entra en el improvisado ring -que no viene a ser otra cosa que un círculo humano-. Hace unas preguntas al luchado que hay tirado en el suelo. El de pelo descuidado contesta de forma incoherente. Ya parecen ser oficiales las sospechas de Cavallari.
-Declaro ganador a -deja pasar los segundos en un intento de crear tensión. No lo consigue. Todos los presentes esperan que pronuncie el mismo nombre- ¡Erik!
Amantes de la violencia, discípulos de Marte, curiosos y fans de las peleas ilegales estallan en aplausos. Erik y Cavallari sonríen. El jefe sabe que acaba de conseguir dinero fácil y el luchador confía en estar más cerca de saciar su sed de venganza. Erik sale del centro del círculo humano y Cavallari lo abraza tan pronto como se lo encuentra.
-¡Eres grandioso campione! -siempre tan insistente con su querido italiano.
Que oportuno… Erik se libra de él como puede. Siempre con algo de respeto ya que no es conveniente dejar plantado al tipo que controla el negocio de las peleas ilegales y menos cuando sabes que siempre va armado y que es de gatillo fácil.
Empieza a buscar desesperadamente ese azul que, minutos atrás, lo tenía tan entretenido. Maldita sea, ¿dónde están esos ojos? Advierte a una chica que camina sola y a paso rápido. Quizá intenta escapar de ese circo de violencia. Erik corre tras ella y la agarra del brazo para frenarla. La chica se gira. Pelo largo, liso y de color castaño claro, labios naturales, sin ningún tipo de pintura y ojos... ojos que son más preciosos vistos de cerca. Azul. Es ese azul. Lo ha encontrado. Debe decir algo o quedará como un estúpido, pero no puede articular palabra. La chica toma la iniciativa.
-¿Qué quieres?
-A ti.
La de cabellos bronceados no se toma bien la respuesta. ¿A qué se refiere ese bruto? ¿Acaso quiere hacerle daño a ella también? Ya se imagina los titulares: "Hija de policía acaba siendo asesinada por jugar a los detectives con la mafia de las peleas ilegales". Demasiado largo para ser un titular... De todas formas, lo mejor será cortar por lo sano. Le da un guantazo al luchador y sale a correr como si se le fuese la vida en ello.
Erik se queda quieto. Tan solo mueve su mano para llevársela a la mejilla, Escuece, pica y ¿quema? sí, se podría definir así, es como si le hubiesen acercado un mechero a la cara. Alguien le toca el hombro y hace que se olvide del dolor.
-¿Erik Rivas?
Se vuelve para mirar a quien pregunta por él. Moreno, pelo corto, atlético y con la barba dejada. ¿Quién es ese tipo? No lo ha visto en su vida.
-Depende de quien seas -le contesta.
El hombre saca de su cartera una tarjeta y se la muestra.
-¿Eres Erik Rivas para un policía?
Están en casa del policía. Santiago Garrido. Segundo al mando de un nuevo proyecto.
-A ver si te he entendido… La idea es que Cavallari me mate ¿Es eso?
Santiago suspira.
-¿Quieres dejar de decir estupideces? Sólo quiero que colabores.
-¿Tú estás loco? Me estás pidiendo que sea policía.
-Eso no es malo.
-Está bien, me estás pidiendo que sea policía y que meta en la cárcel a Cavallari.
-Tú lo conoces bien, de ti no sospecharía.
-¡Claro! -exclama con ironía-. No sospecharía nada cuando le ponga unas esposas y le diga: <<vamos a dar un paseo>>. Es ridículo. Conmigo no cuentes -se levanta de la silla y se dirige a la puerta de salida-. Ábreme.
-Está abierto.
Erik gira el pomo de la puerta y la abre, pero justo cuando va a dar el primer paso para escapar, Santiago vuelve a la carga.
-Te juro que si sales sin aceptar lo que te ofrezco, te puedes considerar en juicio. Tengo pruebas para llevarte ante un juez y para que te encierren.
-Eres patético -sale dando un portazo.
Sí, sí que lo soy. Sería incapaz de llevarte a juicio después de haber conocido a tu hermano.
El móvil de Santiago suena.
-¿Santiago? Soy Carlos. ¿Has estado en El Descampado?
-¿Qué si he estado? ¡Me he encontrado con el hermano de Alejandro Rivas!
-¿El hermano?
-Sí, le he ofrecido que nos ayude con lo de Cavallari, pero no cede.
-Tarde o temprano vendrá a nosotros como hizo Alejandro.
-Eso espero.
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