Después de la caminata hasta llegar al lago, les queda aún menos tiempo para disfrutar allí. Cuando llegan, Ainhoa se paraliza. Se agacha un poco para tocar la hierba. A estado allí antes, en sus sueños e irónicamente también estaba a solas con Erik. Pero no es todo igual, en su sueño era de día, Erik se acercaba a ella y le susurraba tras darse un baño. Ahora es de noche y Erik no está tan cerca.
-¡No pierdas el tiempo! El agua estará un poco fría, pero es cuestión de acostumbrarse.
Erik no tarda en deshacerse de las chanclas, también se desprende del pantalón azul pirata. Ainhoa lo observa.
-Vienes sin bañador.
-Es que ha sido todo improvisado.
-Erik, yo me voy.
Ainhoa se da la vuelta y Erik sale detrás de ella. La agarra del brazo y la obliga a girarse.
-Oye, ¿se puede saber qué problema tienes?
-¿Nunca puedes ir normal? O desnudo, o en calzoncillos.
-¿Y qué? -le coge la mano y se la lleva a la cara-. ¿Ves? Es piel, estoy hecho de lo mismo que tú. Pasa el dedo índice de la chica por sus labios, después lo aparta para hablar-. Me besaste.
-Fue una noche rara.
Siente como si todo el plomo del mundo cayera sobre sus hombros. Una noche rara. ¿Solo eso? Fue la noche en la que le dio un guantazo a Adrián, la noche de Tiziano Ferro, la noche de las confesiones, la noche de los besos. Una noche rara. Intenta tranquilizarse. Le suelta el brazo. Le acaricia la cara con la mano derecha. Se acerca lentamente y empieza a besarle el cuello, asciende lentamente con pequeños besos, roza levemente un extremo de sus labios y después, decidido, la besa. Ella se queda quieta, no opone resistencia, pero tampoco está dispuesta a ponérselo fácil.
Cuando sus labios se separan, Erik junta su frente con la de Ainhoa.
-No me has rechazado. El problema es que eres cobarde, todavía no me has dicho que me quieres. Pero no pasa nada porque me basta con saberlo y, para saber las cosa, no siempre hace falta que te las digan -se aleja un poco y mientras camina hacia el agua, se quita la camiseta. Se vuelve de nuevo hacia ella y le sonríe-. Vente al agua, reina -se lanza de cabeza.
Ainhoa no se lo piensa. Se pone nerviosa mientras se desnuda ya que él la mira. Cuando termina lo mira a los ojos y el se muerde el labio inferior.
-Imbécil.
También ella se mete en el lago. Se acerca nadando hasta él.
-Perdóname, a veces soy un poco tonta -él niega con la cabeza-. Sí, si que lo soy.
-¡Qué no! Vamos a dejar ya el tema, disfruta. Estoy seguro de que nunca te habían traído a un lugar así. ¿Me equivoco?
-En parte.
-No te entiendo…
Ainhoa no está dispuesta a contarle toda la historia sobre el sueño que tuvo hace unas cuantas noches. Sería absurdo. Decide cambiar de tema y para ello le salpica. Erik, que no se lo esperaba pone una mueca extraña, con la boca abierta y los ojos cerrados. Ainhoa se ríe.
-Ya no me acordaba de que eras una niña mala.
Sale tras ella nadando. Ainhoa logra escaparse, pero la victoria le dura poco tiempo. Erik la acorrala de forma que la chica se queda entre el final del lago y Erik. No tiene escapatoria, a su espalda no hay más agua y delante tiene a su perseguidor.
-No me gusta tener que hacer esto, pero… -le coloca la mano sobre la cabeza.
-Venga, no seas así.
-Yo que tú, no me opondría. Mira que tu cuello es fácil y yo tengo fuerza.
-No serías capaz de hacerme daño.
-No me pongas a prueba -Ainhoa le saca la lengua así que él aprieta la cabeza de la chica hacia abajo y la hunde. A los pocos segundo deja que salga de nuevo a la superficie. Ainhoa se rasca los ojos-. Avisé -Ainhoa le golpea la barriga-. ¿No te han contado en el colegio que es prácticamente imposible golpear a alguien bajo agua? -ríe.
-No tiene gracia. Es imposible que se me seque el pelo para las ocho y media.
Sale del agua y sale corriendo hacia su macuto. Erik le grita desde el agua.
-¡Ya te lo habías mojado!
-Pero solo las puntas.
Coge el espejo y observa como se le ha quedado el pelo. En su sueño, no tenía el pelo así. Definitivamente, el sueño no era una total premonición. Se tumba resignada sobre la hierba seca. Erik, que la observa desde el agua, decide salir y acercarse. Ainhoa lo ve acercarse en silencio, empapado y con una sonrisa en la cara. Cuando llega, se sienta a su lado y comienza a hablar a la vez que se acaricia el pelo.
-Te enfadas por tonterías. Es imposible llevarse completamente bien contigo.
-Es que te dan venazos raros.
-¿Venazos?
-Sí, de repente te sale la vena loca y me haces de chofer, o te da la vena romántica y empiezas a decir cosas preciosas, o te da la vena sensible y me encuentro con que estás llorando.
-A mi me gusta llamarlo estados de ánimo y tú, como tu padre, pareces bipolar, estás normal pasándotelo bien y de repente te pones de mala ostia y me insultas. Eso no está bien.
-Es que me pones nerviosa.
-¿Por qué?
Lo mira y resopla.
-Dilo, reina. ¿Qué ocurre?
-Está bien, de acuerdo, tú ganas, lo diré: te quiero -suspira y a él se le escapa una sonrisa-. Ya lo he dicho, ¿contento?
-Suena bien.
Erik se tumba y alarga su mano derecha hacia el cabello de Ainhoa. Se lo acaricia y de vez en cuando desvía la trayectoria para tocarle también la oreja. Ainhoa le deja hacerlo. Se relaja tanto que cierra los ojos y tiene que luchar por no dormirse, pero quizá no lo consigue.
Cuando despierta hace un calor impresionante. Mira a su izquierda. Erik se ha dormido mientras le tocaba el pelo. Lo observa detenidamente. Se siente más libre de mirarlo al saber que él no se da cuenta. Repasa cada milímetro de su cuerpo. Está moreno y esos cuadraditos que tiene en el abdomen la incitan a masajear su piel pues, ahora que lo piensa, siempre han mantenido las distancias. Cierto es que sus labios se han saltado en más de una ocasión la distancia de seguridad, pero el resto del cuerpo ha sabido resistir. Se reclina y se mantiene tumbada en lateral para no tener que girar el cuello para mirarle. Su mano derecha juguetea con la hierba seca. Finalmente se decide y recorre la línea que queda marcada entre sus los pectorales con el dedo índice. Baja lentamente y hace con la parte abdominal lo que hace poco tiempo hacía con la hierba.
Erik despierta. Ainhoa se da cuenta y lo mira a los ojos sin detener las caricias, por primera vez no le importa que la pille. Erik estira su brazo y recorre de arriba a bajo el de la chica. Ambos disfrutan del momento en silencio, manteniendo contacto no solo el uno con el otro sino también con la hierba y con el sol que se abre paso entre las ramas y las hojas del árbol bajo el que descansan los enamorados para espiar cada gesto, cada mirada y cada palabra. Aunque, para escuchar esto último, el caprichoso sol debe afinar el oído, pues Erik ni lo susurra, habla en un idioma tan solo comprensible para quien presta atención al movimiento de sus labios y, al parecer, Ainhoa no pierde detalle de ellos.
-Ven.
Como si de un fiel esbirro se tratase, Ainhoa no le contradice y acata la orden. Lo abraza por la cintura. Él le da un beso en la frente y ella responde dándole uno en el hombro. Después mira hacia arriba buscando sus ojos, buscando su atención, no tarda en encontrarla.
-Hagamos un trato, yo no me enfado por tonterías y tú me sigues trayendo aquí.
-Acepto si también prometes ni avergonzarte, ni ocultar tus ojos cuando yo esté desnudo, porque te aseguro que yo, cuanto tenga ocasión de verte sin ropa, no voy a evitar mirarte.
Lo observa de arriba abajo, sigue llevando tan solo los calzoncillos azul oscuro.
-Ahora mismo no estoy evitando mirarte.
-Ahora mismo no estoy desnudo.
-¿Sabes qué problema hay? Que ahora mismo -vuelve a insistir con la misma coletilla- no tengo el más mínimo interés en verte desnudo.
-Puedo esperar.
-¿Cuánto?
-Hasta el momento en el que estés preparada.
-¿Y si ese momento nunca llega?
Se muerde el labio inferior al escuchar la pregunta. ¿Cuánto lleva sin sexo? Bastante. El hecho de tener que imaginar que no volverá a practicarlo nunca hace que un calambre le recorra la espalda. Se sumerge en sus ojos para verlo todo más claro. Ve miedo a través de ellos, se pone en su lugar. Si tiene que elegir entre entristecerla y no tener sexo, la decisión es bien sencilla. Le guiña y sonríe para tranquilizarla.
-Si el momento nunca llega, moriré sin hijos. Ya te he dicho que te quiero. Y te voy a seguir queriendo con ropa, sin ropa; enfadada, alegre; insultándome, alagándome; con hijos o sin hijos. Te quiero, en las buenas y en las malas.
Del macuto sale una música pegadiza que interrumpe el momento. Ainhoa se acerca y se hace con su móvil. Un nuevo mensaje, es de Noelia: <<¿Dónde te metes? El examen es dentro de una hora>> Mira la hora. Mierda. Se viste rápidamente. No se preocupa ni de quitarse el bikini, de todos modos, ya está seco. Le lanza la ropa a Erik y le recuerda que debería estar en clase. Él también se viste y marchan a la carrera hasta llegar al instituto. Una vez allí, tienen algún que otro problema, pero consiguen que acepten la falsa excusa de Ainhoa y la dejen entrar.