domingo, 30 de octubre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 21


Después de la caminata hasta llegar al lago, les queda aún menos tiempo para disfrutar allí. Cuando llegan, Ainhoa se paraliza. Se agacha un poco para tocar la hierba. A estado allí antes, en sus sueños e irónicamente también estaba a solas con Erik. Pero no es todo igual, en su sueño era de día, Erik se acercaba a ella y le susurraba tras darse un baño. Ahora es de noche y Erik no está tan cerca.

-¡No pierdas el tiempo! El agua estará un poco fría, pero es cuestión de acostumbrarse.

Erik no tarda en deshacerse de las chanclas, también se desprende del pantalón azul pirata. Ainhoa lo observa.

-Vienes sin bañador.
-Es que ha sido todo improvisado.
-Erik, yo me voy.

Ainhoa se da la vuelta y Erik sale detrás de ella. La agarra del brazo y la obliga a girarse.

-Oye, ¿se puede saber qué problema tienes?
-¿Nunca puedes ir normal? O desnudo, o en calzoncillos.
-¿Y qué? -le coge la mano y se la lleva a la cara-. ¿Ves? Es piel, estoy hecho de lo mismo que tú. Pasa el dedo índice de la chica por sus labios, después lo aparta para hablar-. Me besaste.
-Fue una noche rara.

Siente como si todo el plomo del mundo cayera sobre sus hombros. Una noche rara. ¿Solo eso? Fue la noche en la que le dio un guantazo a Adrián, la noche de Tiziano Ferro, la noche de las confesiones, la noche de los besos. Una noche rara. Intenta tranquilizarse. Le suelta el brazo. Le acaricia la cara con la mano derecha. Se acerca lentamente y empieza a besarle el cuello, asciende lentamente con pequeños besos, roza levemente un extremo de sus labios y después, decidido, la besa. Ella se queda quieta, no opone resistencia, pero tampoco está dispuesta a ponérselo fácil.
Cuando sus labios se separan, Erik junta su frente con la de Ainhoa.

-No me has rechazado. El problema es que eres cobarde, todavía no me has dicho que me quieres. Pero no pasa nada porque me basta con saberlo y, para saber las cosa, no siempre hace falta que te las digan -se aleja un poco y mientras camina hacia el agua, se quita la camiseta. Se vuelve de nuevo hacia ella y le sonríe-. Vente al agua, reina -se lanza de cabeza.

Ainhoa no se lo piensa. Se pone nerviosa mientras se desnuda ya que él la mira. Cuando termina lo mira a los ojos y el se muerde el labio inferior.

-Imbécil.

También ella se mete en el lago. Se acerca nadando hasta él.

-Perdóname, a veces soy un poco tonta -él niega con la cabeza-. Sí, si que lo soy.
-¡Qué no! Vamos a dejar ya el tema, disfruta. Estoy seguro de que nunca te habían traído a un lugar así. ¿Me equivoco?
-En parte.
-No te entiendo…

Ainhoa no está dispuesta a contarle toda la historia sobre el sueño que tuvo hace unas cuantas noches. Sería absurdo. Decide cambiar de tema y para ello le salpica. Erik, que no se lo esperaba pone una mueca extraña, con la boca abierta y los ojos cerrados. Ainhoa se ríe.

-Ya no me acordaba de que eras una niña mala.

Sale tras ella nadando. Ainhoa logra escaparse, pero la victoria le dura poco tiempo. Erik la acorrala de forma que la chica se queda entre el final del lago y Erik. No tiene escapatoria, a su espalda no hay más agua y delante tiene a su perseguidor.

-No me gusta tener que hacer esto, pero… -le coloca la mano sobre la cabeza.
-Venga, no seas así.
-Yo que tú, no me opondría. Mira que tu cuello es fácil y yo tengo fuerza.
-No serías capaz de hacerme daño.
-No me pongas a prueba -Ainhoa le saca la lengua así que él aprieta la cabeza de la chica hacia abajo y la hunde. A los pocos segundo deja que salga de nuevo a la superficie. Ainhoa se rasca los ojos-. Avisé -Ainhoa le golpea la barriga-. ¿No te han contado en el colegio que es prácticamente imposible golpear a alguien bajo agua? -ríe.
-No tiene gracia. Es imposible que se me seque el pelo para las ocho y media.

Sale del agua y sale corriendo hacia su macuto. Erik le grita desde el agua.

-¡Ya te lo habías mojado!
-Pero solo las puntas.

Coge el espejo y observa como se le ha quedado el pelo. En su sueño, no tenía el pelo así. Definitivamente, el sueño no era una total premonición. Se tumba resignada sobre la hierba seca. Erik, que la observa desde el agua, decide salir y acercarse. Ainhoa lo ve acercarse en silencio, empapado y con una sonrisa en la cara. Cuando llega, se sienta a su lado y comienza a hablar a la vez que se acaricia el pelo.

-Te enfadas por tonterías. Es imposible llevarse completamente bien contigo.
-Es que te dan venazos raros.
-¿Venazos?
-Sí, de repente te sale la vena loca y me haces de chofer, o te da la vena romántica y empiezas a decir cosas preciosas, o te da la vena sensible y me encuentro con que estás llorando.
-A mi me gusta llamarlo estados de ánimo y tú, como tu padre, pareces bipolar, estás normal pasándotelo bien y de repente te pones de mala ostia y me insultas. Eso no está bien.
-Es que me pones nerviosa.
-¿Por qué?

Lo mira y resopla.

-Dilo, reina. ¿Qué ocurre?
-Está bien, de acuerdo, tú ganas, lo diré: te quiero -suspira y a él se le escapa una sonrisa-. Ya lo he dicho, ¿contento?
-Suena bien.

Erik se tumba y alarga su mano derecha hacia el cabello de Ainhoa. Se lo acaricia y de vez en cuando desvía la trayectoria para tocarle también la oreja.  Ainhoa le deja hacerlo. Se relaja tanto que cierra los ojos y tiene que luchar por no dormirse, pero quizá no lo consigue.
Cuando despierta hace un calor impresionante. Mira a su izquierda. Erik se ha dormido mientras le tocaba el pelo. Lo observa detenidamente. Se siente más libre de mirarlo al saber que él no se da cuenta. Repasa cada milímetro de su cuerpo. Está moreno y esos cuadraditos que tiene en el abdomen la incitan a masajear su piel pues, ahora que lo piensa, siempre han mantenido las distancias. Cierto es que sus labios se han saltado en más de una ocasión la distancia de seguridad, pero el resto del cuerpo ha sabido resistir. Se reclina y se mantiene tumbada en lateral para no tener que girar el cuello para mirarle. Su mano derecha juguetea con la hierba seca. Finalmente se decide y recorre la línea que queda marcada entre sus los pectorales con el dedo índice. Baja lentamente y hace con la parte abdominal lo que hace poco tiempo hacía con la hierba.
Erik despierta. Ainhoa se da cuenta y lo mira a los ojos sin detener las caricias, por primera vez no le importa que la pille. Erik estira su brazo y recorre de arriba a bajo el de la chica. Ambos disfrutan del momento en silencio, manteniendo contacto no solo el uno con el otro sino también con la hierba y con el sol que se abre paso entre las ramas y las hojas del árbol bajo el que descansan los enamorados para espiar cada gesto, cada mirada y cada palabra. Aunque, para escuchar esto último, el caprichoso sol debe afinar el oído, pues Erik ni lo susurra, habla en un idioma tan solo comprensible para quien presta atención al movimiento de sus labios y, al parecer, Ainhoa no pierde detalle de ellos.

-Ven.

Como si de un fiel esbirro se tratase, Ainhoa no le contradice y acata la orden. Lo abraza por la cintura. Él le da un beso en la frente y ella responde dándole uno en el hombro. Después mira hacia arriba buscando sus ojos, buscando su atención, no tarda en encontrarla.

-Hagamos un trato, yo no me enfado por tonterías y tú me sigues trayendo aquí.
-Acepto si también prometes ni avergonzarte, ni ocultar tus ojos cuando yo esté desnudo, porque te aseguro que yo, cuanto tenga ocasión de verte sin ropa, no voy a evitar mirarte. 

Lo observa de arriba abajo, sigue llevando tan solo los calzoncillos azul oscuro.

-Ahora mismo no estoy evitando mirarte.
-Ahora mismo no estoy desnudo.
-¿Sabes qué problema hay? Que ahora mismo -vuelve a insistir con la misma coletilla- no tengo el más mínimo interés en verte desnudo.
-Puedo esperar.
-¿Cuánto?
-Hasta el momento en el que estés preparada.
-¿Y si ese momento nunca llega?

Se muerde el labio inferior al escuchar la pregunta. ¿Cuánto lleva sin sexo? Bastante. El hecho de tener que imaginar que no volverá a practicarlo nunca hace que un calambre le recorra la espalda. Se sumerge en sus ojos para verlo todo más claro. Ve miedo a través de ellos, se pone en su lugar. Si tiene que elegir entre entristecerla y no tener sexo, la decisión es bien sencilla. Le guiña y sonríe para tranquilizarla.

-Si el momento nunca llega, moriré sin hijos. Ya te he dicho que te quiero. Y te voy a seguir queriendo con ropa, sin ropa; enfadada, alegre; insultándome, alagándome; con hijos o sin hijos. Te quiero, en las buenas y en las malas.

Del macuto sale una música pegadiza que interrumpe el momento. Ainhoa se acerca y se hace con su móvil. Un nuevo mensaje, es de Noelia: <<¿Dónde te metes? El examen es dentro de una hora>> Mira la hora. Mierda. Se viste rápidamente. No se preocupa ni de quitarse el bikini, de todos modos, ya está seco. Le lanza la ropa a Erik y le recuerda que debería estar en clase. Él también se viste y marchan a la carrera hasta llegar al instituto. Una vez allí, tienen algún que otro problema, pero consiguen que acepten la falsa excusa de Ainhoa y la dejen entrar.

La venganza del Rey: Capitulo 20

Dolor. Dolor. Dolor… Y despierta. Salta de la cama y se sienta en el filo. Está sudando. Respira aliviado, solo ha sido una pesadilla. No obstante, eso no quita que no haya sufrido. Ha revivido el momento de pánico que pasó aquella maldita noche en aquel sucio garaje con Cavallari y Germán. Le da rabia pensar en que no les puede devolver el golpe. Hacerle daño a Cavallari es prácticamente un suicidio y mientras Germán trabaje para el italiano, él también es intocable. Pone empeño en dormirse de nuevo y despierta al poco tiempo. Esta vez ha soñado con el entierro de su hermano. Agarra el despertador y mira la hora. Las tres y media de la madrugada. Ni si quiera piensa en volver a dormirse. En cuanto cierra los ojos vuelve a vivir aquella maldita noche. Necesita estar con alguien. Ahora mismo es como un niño pequeño al que sus miedos no le dejan dormir. Coge con una mano el auricular del teléfono fijo y con la que le queda libre marca. Al otro lado de la línea tardan en contestar.

-¿Erik?

Julio. Lo llames a la hora que lo llames, siempre te cogerá el teléfono.

-Necesito verte.
-¿Ahora? Son las tres y media.
-No tienes que madrugar.
-Pero no puedo.
-¿Por qué?
-Ayer me dejaste colgado en el lago. Te hice el bocadillo de jamón y no apareciste. Entre que me plantaste, el calor que hacía y el agua, eché raíces esperándote.
-Venga, no seas así. No podía dejar a mi hermana sola. Además, tú y tu novia os quedasteis solos. No me jodas, Julio. Dime la verdad.
-Estoy con Noelia…

Erik capta el mensaje y ambos se despiden. Pulsa con el dedo el botón de colgar y marca de nuevo. Esta vez llama a un móvil. También tardan en contestar.

-Erik, ¿eres tú? -silencio. Su voz hace que se despiste y no atienda a lo que dice-. ¿Erik? ¿Pasa algo? Me has despertado. Si es una broma no tiene gracia.

Reacciona.

-No, no pasa nada. Quiero verte, eso es todo.
-¿Ahora? Son las tres y media.
-Sí, ya sé la hora que es.
-Dentro de unas horas empieza mi última semana de clase y no puedo perder tiempo en…
-¿Tonterías? Tú para mí eres algo más y si a ti te da pánico incluso afirmar que te atraigo, me da igual. ¿Sabes? Me da igual. Porque está hablando con el tipo que se metió en negocios turbios para vengar a su hermano. Estás hablando con el tipo que le cuenta milongas a su hermana sobre la desaparición de su hermano y de su padre. Estás hablando con la persona que es incapaz de decir te quiero, pero que es capaz de hacer la demostración de amor más grande del mundo. Porque la paliza de aquella noche, significaba estar cerca tuya. Porque no se lo que siento, solo sé que es nuevo y cuando no estás se intensifica y la única medicina es verte. Porque estoy loco, sí, loco, no enloquecido, nací loco y hago locuras de las que luego me arrepiento, pero apareces tú y me enseñas que hay otra forma de vivir -frunce el ceño, pero no se arrepiente de sus palabras-. Joder, ¿no te das cuenta? Te quiero, te quiero, te quiero…Y desde que apareciste el único riesgo que me llama la atención es surfear en tus ojos. Despertarme, girar la cabeza y verte despeinada, con cara de sueño, pero saber que estás ahí -silencio al otro lado de la línea-. ¿Ainhoa? -la escucha sorber por la nariz y soltar un suspiro melancólico-. ¿Estás bien?
-Quiero verte.

Cuando llega a casa de Ainhoa, la chica está sentada en el bordillo. A sus espaldas está la puerta entreabierta. Alza la mirada para verle. Él se maldice por soltar esas palabras. ¿Siempre va a tener que dar él los pasos? No lo soporta. Siente como si se hubiese arrastrado. Se queda quieto frente a ella sin decir nada. Ainhoa, al ver que él no está dispuesto a llevar la iniciativa se levanta y lo abraza. Él, no sabe bien el porqué, pero empieza a llorar. Ella le aprieta aún más fuerte al escucharlo.

-¿Qué te pasa Erik?

Se separan. Élse limpia las lágrimas. Tiene los ojos un poco rojos. Está cansado. Ni él sabe bien que le ocurre. Quizá es que le han confirmado que es imposible que su hermano siga vivo, quizá es que tiene miedo a lo que le pueda pasar por el asunto de Cavallari, quizá teme a que Carlos Lucena aleje a su hija de él.

-No puedo dormir.
-Hay algo más. ¿Por qué lloras?

El problema es que no hay palabras. ¿Entiendes Ainhoa? Que no hay palabras para decirte lo que vivo cada vez que cierro los ojos. Que tendrías que ver una fotografía para lograr comprender la cuarta parte de mi problema, la cuarta parte del dolor.

-¿Ocurrió algo con mi padre? Cuando llegué a casa no estaba y no lo he visto en todo el día -Erik se limita a negar con la cabeza-. Bueno, ¿vas a estar de capa caída todo el tiempo?

Erik fuerza una sonrisa y pone todo su empeño en hablar de otra cosa.

-Vamos al lago, ayer te quedaste con las ganas.
-Dentro de poco tengo que estar en el instituto.
-¿A qué hora empiezan las clases?
-A las ocho y media.
-Veo que las cosas no cambian tanto como dicen. Yo entraba a la misma hora.
-¿Tú ibas?
-¿Tanto te sorprende? Oye, que no llego ni a los veinte, enana.
-¿Enana? Si no me sacas ni dos años. El problema es que los cumplo en diciembre. ¿Cuándo los cumples?
-Hoy…

Ainhoa lo mira seria. Él le mantiene la mirada.

-Felicidades -pronuncia poco convencida.
-Es deprimente que la gente no te felicite hasta que se lo recuerdes, pero todavía lo puedes arreglar -Ainhoa alza las cejas y Erik responde sin que ella le pregunte-. Vamos al lago.

Oscila un poco con esa posibilidad. Hace un cálculo mental para saber de cuantas horas dispone antes de que comiencen las clases. Pero no son esas cuantas las que no le salen, hay otro problema.

-¿Y si mis padres se levantan y descubren que no estoy?
-Déjales una nota diciéndoles que estás con Noelia y que de su casa te vas al instituto.
-Eres todo un experto.
-Un rey debe saber mentir a su pueblo. Mira, ya tengo el plan: te pones el bikini y encima algo cómodo, te llevas ropa para cambiarte allí y del lago te acompaño hasta el instituto.
-¿Y el bikini mojado?
-Me lo quedo yo -Ainhoa duda por un momento y Erik insiste aún más-. Por favor.
-Está bien. Espera aquí, no tardo en volver.

Se mete en casa. Coloca todos sus bikinis sobre la cama. ¿Cuál es mejor? Descarta uno al recordar que le queda pequeño. Sobre la cama queda uno completamente amarillo, uno naranja con toques negros y otro azul con unas líneas curvas blancas en la parte superior que recuerdan a las olas del mar. Indecisa, decide por hacer lo que medio mundo haría en estos casos. Señala con el dedo y con la mente canturrea la cancioncilla y, finalmente <<Sota, caballo y rey>> y el rey, ha elegido el de la mala suerte, el de amarillo. Esperemos que al otro rey también le guste. Sobre el bikini se pone unos short negros y una camiseta de tirantes también negra. Para cambiarse, echa en un pequeño macuto unos vaqueros claros, una camiseta azul con el cuello ancho, ropa interior, un peine y un espejo pequeño para mirarse. Por último, se echa al hombro la mochila con los libros.
Baja hacia el piso inferior se hace con un bolígrafo y una hoja de papel y comienza a escribir su coartada. <<Noelia me necesita y me voy a quedar a dormir en su casa, también desayuno allí así que no me esperéis. Vuelvo a casa después de las clases. Os quiero>> Coloca la nota sobre la mesa de la cocina. Cierra la puerta intentando hacer el menor ruido posible y se reúne de nuevo con Erik.

-¿Vamos? -pregunta ella con un tono jovial y Erik sonríe, esta vez con ganas, sin tener que forzar la boca. Ya no recuerda los sueños amargos. Ahora es feliz.

La venganza del Rey: Capitulo 19


Ainhoa parece interesada en su historia. Apenas parpadea mientras él no para de hablar. En algunos tramos de la historia a Erik se le encoge la voz y consigue que a la chica se le ponga el vello de punta. Pocas personas tienen una historia como la de Erik y ella nunca se hubiese imaginado algo así.

-…Por eso empecé a trabajar para Cavallari.
-¿Y por qué lo dejaste?
-Me lo aconsejaron y además te lo prometí, ¿recuerdas? El día en el parque cuando estábamos espiando a los tortolitos.
-Sí, no me fiaba de Julio.
-Ni yo. Llevaba unos días muy raro y se quería librar de mí a toda costa.

Va hacia la cocina y vuelve al salón con otro par de latas de coca cola.

-¿Y tu familia? No me has contado nada y, por lo que pude ver, tu padre es un poco bipolar.
-No seas tonto, lo que pasa es que está muy agobiado con su trabajo.
-¿A qué se dedica?
-Es policía.

Erik silba para hacerle saber que no se esperaba esa respuesta.

-Hace tiempo un policía me invitó a su casa. A lo mejor lo conoces, se llamaba Santiago Garrido.
-Sí, es el compañero de mi padre. A lo mejor te habló de él, ¿te suena Carlos Lucena?

Carlos Lucena. De repente el nombre del policía está escrito en todas partes con una letra que le resulta familiar. Mire a donde mire está todo lleno de tinta, de una tinta guiada específicamente para que de forma a las letras que forman ese nombre. Carlos Lucena. Siente un pinchazo en la barriga, como si el cuerpo le quisiese recordar algo y, de pronto, ¡pom! Una imagen en su cabeza: la carta. La carta que su hermano le dejó a su madre. La misma carta que hablaba de Carlos Lucena. La misma carta que daba esperanzas para pensar que su hermano seguía vivo.
Ainhoa pasa un par de veces su mano por los ojos de Erik para que reaccione y funciona ya que el chico pestañea.

-¿Ocurre algo?
-Tengo que hablar con tu padre.

Ainhoa lo mira extrañada, pero él no pierde tiempo. Ella sigue sentada en el sofá y observa como abre la puerta para largarse.

-¿Me vas a dejar aquí sola?
-Vuelvo pronto, cuida de Lucía -desaparece dando un portazo.

Ainhoa suspira. Está sola en una casa que a penas conoce. ¿Y si llega la madre de Erik? ¿Cómo le explica que su hijo ha salido corriendo y ha dejado a ella al cargo de Lucía?
Corre, corre, corre y no para ni para tomar aire. Cruza las calles incluso cuando el muñequito está en rojo y ni se detiene a mirar si vienen coches, son los conductores los que tienen que gastárselas con cuidado para no atropellarle. Recibe más de un toque de atención con el claxon de los coches y también le llueve algún que otro insulto, pero consigue llegar. Toca al timbre medio ahogado. Le abre el hombre que lo cogió del cuello la vez que despertó en casa de Ainhoa.
Carlos Lucena lo mira confundido, no se lo esperaba. Al final va ser cierto eso de Mahoma y la montaña.

-¿Carlos Lucena? -pregunta Erik aunque conoce la respuesta.
-Pasa, Erik -Carlos demuestra que él también lo conoce.

Entran en el salón. Carlos apaga la televisión e invita a Erik a que tome asiento. El joven se acomoda en un sillón y el policía en un sofá cercano. Le ofrece algo de beber, pero todas las marcas de refresco e incluso las alcohólicas reciben una respuesta negativa por parte de Erik, sin embargo, no le hace el feo a un vaso de agua fresca y Carlos no tarda en servírselo. Después de darle un buen trago al vaso, comienza.

-Conocías a mi hermano.
-Sí -responde Carlos aunque lo de Erik no era una pregunta.
-El nunca me habló de sus… -Carlos alza las cejas y Erik entiende el gesto- de ti.
-Éramos buenos amigos. Tu hermano era una de las mejores personas que he conocido, murió con valentía.
-¿Lo viste morir? -Carlos no responde-. ¡Claro que no! ¡Porque está vivo!
-¿Has leído la carta? -Erik asiente-. No se hurga en las cosas de los demás.
-Ese no es tu problema.
-Las cosas no siempre salen como planeas.
-Explícate.

Carlos Lucena se lo piensa, pero se decide al ponerse en el lugar de Erik. Tiene derecho a saber la verdad o, al menos, toda la verdad que consiga contarle.

-Alex y yo ideemos un plan para meter a Cavallari entre rejas y hacer que él pudiese escapar, pero salió mal.
-Eso quiere decir…

Carlos termina la frase.

-Erik, eso quiere decir que lamentablemente tu hermano no está vivo.
-No, eso quiere decir que arriesgó su vida para ayudarte a hacer tu trabajo y murió. No es justo. ¿Tu estabas cuando murió? -Carlos gesticula un “sí” mudo-. ¿Quién lo hizo?

Son como relámpagos fugaces que traen imágenes de aquel fatídico día a la mente del policía. Derrama una lágrima, se da prisa en secársela antes de que Erik lo note.

-¡¿Quién lo hizo?! -ahora lo pregunta gritando.

Carlos empieza a temblar. De repente le parece como si volviese a tener el cuerpo desvanecido de Alex entre las manos. Vuelve a tener sangre por toda la camisa y las manos también las tiene empapadas. Vuelve a cerrar los ojos de Alex con delicadeza mientras escucha el ruido que producen los zapatos de Cavallari y los de Santiago al correr uno detrás del otro, incluso suena un disparo que no alcanza objetivo.
En el presente, Carlos no se da cuenta de que Erik está llorando y se ha levantado del sillón.

-¡Incompetentes! ¡Él era el último que merecía morir! -agarra el vaso y lo tira con furia al suelo. Se rompe en mil pedazos y algunos cristales saltan a los pies de Carlos que sigue sin reaccionar. Erik lo agarra por la camisa y lo obliga a levantarse del sofá-. ¡Mírame! -lo zarandea y Carlos reacciona. Ve esos ojos bañados en lágrimas, ve la ira, la rabia que no se puede contener, las venas de los brazos que parecen que van a saltar de un momento a otro. Erik se vuelve a dirigir a él, ahora susurrando-. Tú deberías ser el muerto.

Al escuchar esas palabras, Carlos lo golpea con el puño cerrado en la ceja, el dolor hace que Erik lo suelte.

-Vete de mi casa.

Erik aprieta los labios, piensa en si debería atacar él también. Niega con la cabeza, se está respondiendo a sí mismo. Sin mediar más palabra, sale de la casa dando un portazo.
Carlos Lucena mira al suelo, ahora mismo su corazón está como ese vaso, roto. Imposible de reconstruir. Vuelve a vivir lo que vivió ese día. Es como una película que desearías no haber visto nunca, pero sin embargo cada imagen ha quedado grabada en tu memoria. El recuerdo termina y vuelve a empezar, como si se tratase de un viejo disco de música que está rayado y siempre repite lo mismo.
Erik se refugia de nuevo en su casa. Cuando llega Lucía está jugando con Ainhoa. Las mira a ambas, pero termina por centrarse en Ainhoa, ¿cómo puede ser hija de ese estúpido? Lucía escapa de los brazos de Ainhoa en cuanto se da cuenta de la llegada de su hermano y se lanza hacia él, Erik la abraza, después es Ainhoa quien va a darle la bienvenida.

-¿Y esa ceja?
-Me he dado un golpe con la puerta de tu casa.
-¿Te duele? -niega con la cabeza. No es la ceja lo que le duele, lo que le duele está más abajo, en la parte izquierda del pecho, pero es evidente que por ese músculo no va a preguntar la chica-. Al final no voy a conocer el misterioso lago.
-¿Cuándo acaban las clases?
-El próximo miércoles.
-El jueves por la mañana vamos.
-Está bien, pero ahora me tengo que ir, quedé con mi padre.

Erik imagina lo que Carlos Lucena dirá a su hija sobre él. Debe solucionar el problema antes de que aparezca. Antes de que Ainhoa cierre la puerta, él le sujeta la mano para que no lo haga.

-No creas a nadie que no sea yo.
-¿Por qué?

No le apetece en absoluto, pero sonríe.

-Los reyes tienen enemigos.

domingo, 23 de octubre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 18


Se despierta sobresaltado. Con la sensación de que le falta algo. Se apresura en mirar si el dinero sigue donde lo dejó y suspira al comprobar que este no se ha movido del sitio. Es una sensación rara, como si el corazón empezara a helarse por un extremo y el hielo se fuese extendiendo poco a poco. Se toca el lado izquierdo del pecho. Sí, el corazón sigue latiendo. Pero continua con la misma sensación, le falta algo, hay un vacío, en su interior se encuentra mal y no entiende el porqué.
Una voz desde el otro lado de la puerta va dirigida hacia él.

-¡Está aquí Julio! -es Lucía.

Julio… Pasa por su mente el coche y por un momento se arrepiente, a decir verdad, mientras trabajaba, el dueño del BMW solo cumplía órdenes quizá se pasó. De todos modos, le servirá mañana cuando vuelva a intentar ingresar el dinero en la cuenta de su madre. ¿Sería más fácil dárselo a ella? Quizá, pero es tan cabezota que no se creería que de la moto o la “chatarra” -como ella la llama- se pueda sacar tanto dinero y además al contado. La verdad es que Luis en ese aspecto se ha portado de fábula.
Aporrean la puerta.

-¡Coño, vamos! -no hay duda, es Julio. Lucía aún no dice palabrotas.

Sale de la habitación sin ponerse nada encima. En verano duerme con poca ropa y ahora va directo a la ducha. Cuando abre la puerta de la habitación, se arrepiente de llevar solo unos calzoncillos, pero ya no hay marcha atrás.
Noelia gira la cabeza y Julio se asegura de que lo haya hecho. Fulmina con la mirada a Erik. Un poco más alejada de Julio y Noelia, está Ainhoa quien se debate entre mirar o no.

-¡Eres anormal! ¡Anda, tira! -Julio le señala la puerta que da al baño.
-¡No me has dicho que ellas estaban! -Julio incluso le alza la mano con rabia y Erik sale corriendo para el cuarto de baño.

Entra en la ducha. Sonríe. Eso era. Eso era lo que le faltaba. Anoche no se despidió de Ainhoa. Tiene la sensación de que tendrá que poner alguna excusa así que empieza a pensar.
Mientras en el salón, Julio está que trina.

-¡Es qué es un exhibicionista! ¡No tiene vergüenza!
-Tampoco es para tanto -lo interrumpe su novia-. ¿Nunca has visto unas tetas? ¡No te hagas el santo!
-Pero esto es diferente.
-¡Machista!
-No, nada de eso, yo os respeto, pero comprenderás que no me gusta que mi novia le vea la salchicha a mi amigo.
-¿Qué salchicha? Estaba en calzoncillos.
-O sea, lo has mirado…
-Pues un poco -le guiña. Le gusta ponerlo celoso-. Por cierto, creí que la barriguita la tenían todos tus amigos y Erik tiene…
-¡Erik es gilipollas, él no cuenta!

Lucía, sale de la nada y golpea con todas sus fuerzas la pierna de Julio. Todos se fijan en la pequeña.

-¡Mi hermano es mejor que tú!
-Lo que me faltaba.

La única que no se pronuncia es Ainhoa y no porque no quiera, es por no meterse en la discusión de la pareja.
Erik se termina de enjuagar y se seca. Enrolla una toalla blanca a su cintura que le llega hasta las rodillas. Abre un poco la puerta y asoma la cabeza.

-Aviso que voy a pasar otra vez.

Julio agarra a Noelia por el brazo y ambos se meten en la terraza.
Lucía, al ver que su hermano ya ha vuelto para defenderse por él mismo, se va.
Ainhoa, sin saber que hacer, mira a Erik a la cara. Éste le sonríe y le guiña para que se encuentre a gusto. De todas formas, se gira y a Erik se le borra la sonrisa. Sale del baño, cierra la puerta y recorre el salón. Gira el pomo de la puerta de su dormitorio, pero antes de entrar mira de reojo y se encuentra con que ella también está utilizando la misma técnica con él.
Ainhoa se acelera. El corazón le late a mil por hora. La ha pillado. Se siente como un ladrón que roba para comer y, sin embargo, va a juicio y más tarde a prisión mientras otros que roban por avaricia siguen libres. Y esto es porque ella necesitaba mirarlo, lo necesitaba de veras. De todas formas, no aparta la mirada.
Erik mira al frente de nuevo. Es consciente de que ella sigue mirando. Estira un poco la toalla hacia delante para que se ensanche, pega de nuevo la toalla a la parte delantera de su cintura y esto hace que por detrás la toalla se deslice un poco hacia abajo.
A los ojos de Ainhoa le llaman la atención el movimiento de la toalla, así que miran hacia allá, más por un acto reflejo que por interés. La chica aparta la mirada del culo rápidamente y Erik se sube la toalla como si nada y acaba de entrar en su habitación.
Julio sale de la terraza y al comprobar que su amigo no sigue allí, deja entrar también a Noelia. Aporrea la puerta para que Erik lo escuche, aunque también grita por si no ha conseguido llamar su atención.

-¡Cualquier cosa, Erik! ¡No te entretengas!
-¿Se puede saber a dónde vamos? -contesta al otro lado de la puerta.
-Pues ahora que sacas el tema, no hemos pensado en ningún lugar en concreto.

Erik sale al poco tiempo de la habitación con una camiseta blanca de manga corta y unos pantalones que le llegan por las rodillas al estilo hawaiano.

-¿Y si vamos al lago?

Confirmado, no son unos pantalones cortos, es un bañador.

-¿Con ellas?
-¿Sabéis guardar un secreto, no? -las dos chicas asienten.
-Está bien, pero me dejas que acompañe a Noelia a por un bikini que aquí el exhibicionista eres tú, no ella y ya de paso cojo yo uno mío.
-Pero, ¿acaso vamos a mojarnos?
-Es la idea.

Ainhoa mira a Erik intentando que lo entienda. Ella tampoco tiene bikini y no le apetece ser la única del grupo que no lleve. Erik parece no darse cuenta del significado de su mirada. Ahora está más pendiente a que le salga la jugada redonda.

-Bueno, como quieras, pero ya que vais a vuestras casas echar unos bocadillos, ¿no?
-Sí, claro, ¡el chef Julio para servirle! ¿Y tú qué? Estamos en tu casa…
-Me llevo las toallas.
-Está bien.

Julio y Noelia se van para tardar lo menos posible. Ainhoa mira a Erik.

-Yo no llevo el bikini puesto.
-Ven.

Pasan al dormitorio de Erik. Él abre el armario y rebusca. Tras trastear algo más de un cuarto de hora entre sus camisetas y pantalones, da con él. Saca un bikini naranja. Ainhoa lo mira extrañada.

-¿Tienes una doble vida?
-Es de una prima.

Ainhoa le aguanta la mirada para ver si sus ojos le delatan, pero nada. Erik sabe mentir y mientras ella sostiene entre sus manos el bikini, él recuerda aquella noche de finales de Mayo cuando quizás era temprano para ir a la playa, pero él y Julio fueron en la moto. Erik conoció a una surfera, se marchó con ella y dejó a Julio solo. Esa misma noche disfrutó de su cuerpo salado y el bikini fue el regalo que ella le dejó… Agita la cabeza para ahuyentar los recuerdos.

-¿Seguro que es de tu prima?
-Claro.
-¿Y dónde vive?
-En Madrid, viene poco.
-Ya… -le señala la parte de atrás de la pieza inferior del bikini y lee-. Club de surf valenciano -le tira el bikini a la cabeza-. ¡Idiota!

Erik le agarra las dos manos.

-Era una broma, además acabo de recordar que no puedo salir de aquí.
-¿Por qué?
-Mi hermana se quedaría sola.

Ainhoa recuerda a la pequeña que antes le estaba pegando a Julio en la pierna.

-Pero también lo podemos pasar bien aquí -sonríe con malicia.
-Que quede claro una cosa. No soy tu…
-¿Novia? No me hace falta novia, ya tengo. Es una surfera valenciana y le gusta pasarlo bien conmigo.

Ainhoa le da un guantazo en la cara, otra vez. Y otra vez escuece, otra vez quema, otra vez ese dolor. Ya no lo recordaba. Se acaricia la mejilla y se pone serio.

-Es broma Ainhoa, ¿Sabes? Hace tiempo me hiciste una pregunta y te la voy a contestar ahora, soy el rey cobarde.
-¿Eso quiere decir que lo que me dijiste aquella noche era cierto? -Erik asiente-. ¿Me quieres?

Erik sonríe y aprieta los labios. Está pensando en que decirle. Acerca el dedo pulgar al índice sin que se lleguen a tocar.

-Un poquito -le guiña.

La venganza del Rey: Capitulo 17


Las palabras de Julio retumban ahora en su cabeza. Incansables, persistentes, una y otra vez, como un eco que siempre escucha con la misma fuerza. <<Ven, te lo pasarás bien>>. Pero ya es tarde, ¿no? Mira el reloj de la cocina. Las once y media. Ya ha pasado el tiempo suficiente para que Ainhoa se emborrache y se deje toquetear por el gilipollas ese… Hay que joderse. ¿Ya se ha olvidado de mí? ¿De la noche de la paliza? Cierra mis heridas para abrir otras… Claro que puede quedarse quieto y no hacer nada o salir ahí fuera, entrar en la fiesta del tal Marco y decirle de una vez por todas lo que siente. Necesita despejar sus ideas. Entra en el baño, se echa agua fresca a la cara y ahora parece verlo todo más claro. Ahora parece evidente lo que debe hacer. No pierde ni un segundo. Sale corriendo y cierra la puerta que da a la calle dando un portazo.



¿Cómo es posible? ¿Siempre se tienen que colar la pesada de Noelia y su novio el chungo? Adrián se acerca a Marco para zanjar el asunto.

-¿No quedemos en que esos dos no entraban?
-Es mi fiesta. No creo que debas ser tú el que la organice. A Noelia la conozco de toda la vida.
-Ya pero, ¿y su acompañante?
-¿Qué tiene de malo? Va bien vestido y se está comportando bien.

Adrián abandona la idea de hacerle ver el panorama a Marco de la misma forma que lo ve él. Se acerca al grupo. Julio, Noelia y Ainhoa charlan de esto y de aquello y él es completamente ignorado. Genial. Gira la cabeza y se topa con el aparato que emite la música. A su lado, en una estantería, hay alrededor de una centena de CDs, quizá esa horripilante música techno no sea la más adecuada para sus planes. Se acerca a donde lo CDs y los ojea. Hay un poco de todo. Están Lady Gaga, Bruno Mars, Madonna, Eminem, Rihanna, Green Day, U2, Linkin Park, Robbie Wiliams… ¿Pero es que no hay ni un solo disco en español? Se acerca a la mesa de bebidas, coge un vaso, lo llena y se lo lleva a la boca sin prestar atención a lo que está bebiendo. Cuando se lo termina, llena de nuevo y mismo procedimiento. Una vez tras otra. Sin parar. Cuando ya está medio borracho se acerca a Ainhoa. Alguien ha introducido en la minicadena un CD con una mezcla de música de todo tipo y ahora mismo se escucha la voz de Shakira y una de sus letras difíciles de entender que lo es más aún si llevas unas copas encima. Adrián se anima y abraza a Ainhoa en cuanto la ve.

-Te quiero.
-Estás borracho.
-No -la abraza aún más fuerte.

Alguien aporrea la puerta. Marco abre. Un chico con pantalón baquero y una camiseta negra de manga corta con letras plateadas intenta colarse. Marco lo agarra y lo echa hacia atrás.

-No puedes entrar sin invitación.
-Conozco algunos de los que están aquí dentro.
-Lo siento amigo, aforo máximo -le da con la puerta en las narices.

Erik rodea la casa y da con un ventanal. Se acerca para observar el ambiente. Alejados del resto una pareja da tumbos muy pegaditos. Los reconoce, son Ainhoa y el tipo del Audi. Ha llegado tarde. Se quita la camiseta, la posa sobre su codo y da un golpe seco al cristal. Una decena de personas que andan por allí cerca lo miran atónitas sin saber como reaccionar, el resto no se ha dado cuenta de nada gracias a Shakira. Se vuelve a poner la camiseta y entras por la ventana pisoteando trozos de cristal. Se Sienta en un sofá bajo la atenta mirada de aquellos que lo han visto romper la ventana, pero él no dice nada. Se limita a mirar desde la lejanía como su reina baila con el ogro. Empieza a ver algo raro en los movimientos de ambos. Por un momento le parece que Ainhoa lo rehuye, aunque quizá es todo fruto de su imaginación. La canción de la cantante de Colombia llega a su fin y, en los segundos de silencio que pasan mientras comienza a sonar otra canción, Adrián ataca y se acerca a los labios de Ainhoa. Erik observa atento y cuando Adri está demasiado cerca aparta la vista y justo entonces… ¡Plaf! Todo el mundo gira la cara hacia los dos bailarines que estaban a punto de besarse. Adrián se lleva la mano a la cara y Ainhoa niega con la cabeza. ¿Qué ha podido pasar en la milésima de segundo en la que Erik no miraba? Adrián sale corriendo y Ainhoa empieza a llorar. Julio se acerca rápidamente a la chica para ver lo que ha sucedido, pero entonces ve como alguien se acerca con el gesto serio y paso firme. Erik le hace un gesto para que se marche. Tiziano Ferro empieza a cantar <<Quiero hacerte un regalo…>>. Erik termina de acercarse y abraza a Ainhoa por la espalda. Se acerca a su oído y le susurra.

-No llores, reina.

Ainhoa ahora se siente protegida. A gusto entre esos brazos. Se gira para verle la cara aunque sabe sobra quien es.

-¿Dónde has estado? -Erik le seca las lágrimas mientras lo pregunta.
-Cuidándote -le besa la frente-. Quiero donar tu sonrisa a la luna…

Ainhoa está confundida, no lo entiende. Erik le pide que escuche y Tiziano Ferro repite lo que él acaba de decir. <<Quiero donar tu sonrisa a la luna y que de noche quien la mire pueda pensar en ti>>. Erik continúa a la vez que el cantautor italiano.

-…Porque tu amor para mi es importante y no me importa lo que diga la gente -le guiña y ella se abraza aún con más fuerza a él-. Disculpa la tardanza, había asuntos turbios en palacio y…-ella lo calla con un beso. Un beso que Erik no esperaba. Un beso que siempre había imaginado de otra forma. Después retoma sus palabras-. Y, a veces, soy un poco imbécil, pero después se me pasa y me arrepiento porque… -otro beso lo silencia. Después casi no recuerda por donde iba, pero consigue continuar-. Porque te quiero -se le escapa una sonrisa. Al fin. Se siente liberado de todas las cadenas que lo ataban-. Te juro que cada vez que te veía con… Fui al cine cuando estuvisteis en la película del elefante y…

Ella se da cuenta de su dificultad al expresarse y empieza a hablar con ayuda de Tiziano Ferro.

-…No quiero lastimarte más, amor…

Y esta vez es él el que se lanza y la besa. Después se abrazan. Cambia la música. Por primera vez suena algo español, pero ninguno de los dos está atento a ello. La gente que hay a su alrededor da saltos, ellos continúan abrazados y sonriéndose.

-Ahora vengo, voy a por algo de beber.


Más alejados otra pareja los mira. Noelia sonríe, ha ganado la batalla y Julio no cabe en si de asombro. Así que era ella. Cuando su amigo hablaba de esa forma era por culpa de Ainhoa. Tiene la sensación de haberse perdido unos cuantos capítulos en aquella historia.
Erik se acerca a la improvisada barra y pide. Mientras espera las bebidas Julio se acerca a él y le da un golpe en el hombro.

-Siempre consigues impresionarme -ríe y Erik se avergüenza un tanto-. Mira quien hay allí -le señala a un tipo trajeado que está acompañado de unos cuantos amigos. Erik no lo reconoce-. Es el del banco, el del BMW y, si está aquí, el BMW tiene que estar fuera.

El camarero deja sobre la barra las bebidas que le ha pedido Erik, quien agarra la suya y echa un trago para ver las cosas más claras. Echa un vistazo hacia Ainhoa, la chica está rodeada de amigas que él no conoce de nada, le da corte. Julio le roba la copa que le corresponde a Ainhoa y él también bebe. Observan al chico trajeado reír, quizá esté diciendo alguna tontería, quizá está ligando con la única chica que hay en su grupo o quizá se tambalea porque lleva copas de más. Lo que es seguro es que su castigo va a ser, quizá, un poco excesivo. Erik suelta el vaso en la barra con decisión y Julio asiente orgulloso de su amigo. Salen sin ser vistos por la ventana rota y, tras recorrerse la calles cercanas a la casa donde se da la fiesta durante un buen rato, dan con lo que buscan. Un BMW m3 coupe en color blanco. Julio pasa por su lado con las llaves de casa desenvainadas y hace el primer rayón. Después, en el capó, él mismo escribe con letras grandes la palabra “gilipollas”. Erik parece mantenerse al margen y Julio contiene sus ganas de seguir haciendo con ese BMW lo que los bebés hacen con las paredes recién pintadas.

-¿Qué te pasa?
-Tú eres muy poco sutil, ¿verdad?
-¿Qué quieres que le dibuje una florecita para mejorar la estética del coche? Vamos, no me jodas.

Erik se acerca a la puerta del conductor y prueba abrirla con pocas esperanzas pero, contra todo pronóstico, se abre. Erik traga saliva, no se lo esperaba. ¿Quién deja la puerta de un BMW abierta?  Se sienta dentro y observa el paisaje que le ofrece el interior del automóvil. Un paisaje que no tarda mucho en destrozar. La alarma del coche no tarda en saltar, pero un golpe en el lugar idóneo es suficiente para que deje de despertar a los vecinos de la zona.

La venganza del Rey: Capitulo 16


La señora que tienen delante se marcha y le llega el turno de Erik. Julio prefiere mantenerse al margen y lo espera sentado mientras ojea folletos de publicidad y se llena la barriga de caramelos. Son gratis y todo lo que es gratis no se puede despreciar. Erik se acerca al empleado que termina de mirar algo en la pantalla del ordenador y le atiende.

-¿Qué desea?

Erik sonríe, saca de su bolsillo un fajo de billetes atados con una goma elástica y los pone encima de la mesa. El hombre que le atiende clava su mirada en aquel montón de billetes. Después vuelve a mirar al chico. ¿Dónde se gana tanto? No se lo pregunta pero aún así Erik contesta.

-He vendido la moto. Quisiera ingresar catorce mil quinientos euros en la cuenta de Clara Benítez Lago -él hombre que lo atiende se dispone a resistirse. Erik lo ve venir y se adelanta-. Es mi madre.

El empleado suspira.

-Está bien. ¿Me sabrías decir la clave de su cuenta?
-No la sé.
-Entonces me temo que va a ser imposible.
-¿Por qué? ¿Cuántas personas conoces que se sepan la contraseña de la cuenta bancaria de su madre? Apuesto a que no hay ni una en todo el globo. Además he venido a ingresar, no ha sacar dinero, mi propósito no es robar nada.
-Ya, pero no me permiten…
-¡Venga! Su jefe no va a preguntarle por todas las personas que han pasado por aquí hoy.
-Joder -el empleado alza las cejas. Se le ha escapado. Intenta arreglarlo-. Quiero decir, que es mucho dinero. Podría investigarlo hasta la policía.

Erik suspira y da un golpe en el escritorio con las palmas de las manos.

-¡Mierda!

El empleado lo mira atemorizado. Esperando a que aquel joven adinerado le pegue un puñetazo, pero no sucede nada. Erik se vuelve a reunir con Julio. Julio alza la vista de la publicidad para atender a su amigo. Después coge otro caramelo en cuyo papel está inscrito el nombre del banco y se lo ofrece.

-¿Quieres?

Erik no piensa en el caramelo.

-No ha querido ingresar el dinero.
-¿Quién te ha atendido?

Erik se lo señala haciéndole un gesto con las cejas. Julio sonríe, se levanta de la silla y comienza a caminar junto a Erik. Cuando salen del banco le habla casi susurrando para asegurarse de que nadie lo escucha.

-Ése fue novio de mi hermana.
-¿Y?
-BMW m3 coupe blanco.

Caminan un poco más y de repente Julio se para en seco y señala con el dedo un coche.

-¿Ahora? -pregunta con ironía Erik. Julio le sonríe. Quizá sea mejor esperar a que caiga la noche.

Se olvidan por el momento del BMW y continúan su camino que sin la moto resulta mucho más largo de lo habitual, tardan algo más de una hora. Cuando llegan a la que ya se puede catalogar como “su guarida” están sudando. Se quitan la ropa conforme se acercan al lago y Erik se asegura de que el bolsillo en el que va el dinero está bien cerrado. Se lanzan al agua de cabeza y en calzoncillos que hacen de improvisados bañadores.

-¡Dios! Odio el verano.
-Ya… Y en invierno dices que odias el invierno.
-Esta vez hablo en serio. Pero, ¿sabes qué? Hay algo que odio aún más -Erik muestra interés creyendo en la remota posibilidad de que su amigo diga algo serio y Julio no duda en continuar-. Las pipas pochas.

Ambos se quedan mirándose serios durante unos segundos. Después Julio no aguanta más y estalla en una carcajada. Erik sonríe al escucharlo y niega con la cabeza afirmando, por otra parte, que su amigo nunca cambiará, siempre será un loco descerebrado que solo dice tonterías. Lo agarra por la cabeza y lo empuja hacia abajo para sumergirlo bajo el agua. Cuando lo saca lo zarandea por los hombros.

-¿Cuándo vas a decir algo serio? ¡Eres imbécil!

Julio sopla y de su boca sale toda el agua que había cogido cuando Erik le estaba haciendo la ahogadilla. Empapa la cabeza de su amigo.

-Eres asqueroso -llena agua en sus manos y se la echa por la cara para limpiar restos de la saliva de su compañero.

Juguetean un rato en el agua como si fuesen niños pequeños. Libres para hacer lo que les de la gana. Libres para elegir no elegir decisiones. Libres para equivocarse. Libres para vivir.
Más tarde se secan sobre la hierba y, quizá sea por el calor que le da en la cabeza y le trastorna el comportamiento, pero Julio dice algo coherente.

-¿Sabes qué es realmente lo que odio? -Erik se quita las ray ban de sol al estilo sheriff, gira el cuello y pone sus cinco sentidos en las palabras de Julio. Julio sigue mirando al frente. Sin ningún tipo de gafas. El sol hace que sus ojos brillen-. Odio cuando ella no confía en mí. Cuando no me cree aunque le esté diciendo la verdad. Cuando piensa que estoy atento a cualquier chica menos a ella. Eso es lo que odio. Y lo odio porque soy incapaz de demostrarle que es imposible que se me pase por la cabeza hacerle daño. Porque lo único que tengo en mente es hacerla feliz. No hay otra opción, es eso o nada. ¿Por qué la gente desconfía?
-Por el miedo.
-¿Miedo a qué? -Julio deja de mirar al frente y se centra en su amigo.

Casi sin darse cuenta, Erik empieza a sacar sus sentimientos a la luz.

-Cuando quieres demasiado te parece imposible que la otra persona pueda igualar lo que tu sientes por ella. A veces somos un poco egoístas. No le damos a nadie el derecho a que ame más que nosotros, a que entienda sobre algo más que nosotros, a que sufra más que nosotros… Y quizá nos superan en todo. Nadie es el centro del mundo. Aunque, en ocasiones, lo que somos es orgullosos. Tan orgullosos que no nos atrevemos a decir lo que la otra persona hace bien. Tanto, que no nos atrevemos a confesar esos sentimientos que nos comen por dentro.

Julio capta al vuelo lo que ocultan esas palabras. Empieza a pensar que quizá sí que era él el tipo del cine pero, ¿para qué quiere Erik ir solo al cine? Es de locos. Abandona la idea.

-¿Y eso lo dices por Noelia o por ti?

Erik sonríe. Le ha pillado. Se vuelve a poner las gafas de sol para ocultarse tras ellas. No piensa responder.



Adrián se acerca sacando pecho y sosteniendo dos entradas en su mano. Lega hasta el pupitre de Ainhoa. La chica está hablando con Noelia y un par de amigas más. Adri tose para llamar su atención. Dos de las amigas se marchan, Noelia sigue allí como si nada aunque ha comprendido a la perfección el significado de esa tos falsa. Adrián se intenta mostrar amable. Aunque es más que evidente que mantienen una peculiar lucha desde el primer día en el que Adrián se tomó en serio conquistar el corazón de Ainhoa.

-Noelia, ¿te importa?
-¿Acaso molesto?

Ainhoa le hace un gesto y Noelia se retira a regañadientes. Adrián sonríe a su presa.

-Tengo dos invitaciones para la fiesta que va a celebrar Marco en su casa este sábado. ¿Qué me dices?
-¿Qué sí?
-Sería lo suyo, pero tú decides. ¿Aceptas? -le sonríe mientras le ofrece su mano a Ainhoa.
-Acepto -se la estrecha.

Noelia que, aunque un poco alejada, no ha perdido detalle de la conversación, no piensa permitir que Adrián se salga con la suya. Sale en busca de Marco y no tarda en encontrarlo.

-¿Das una fiesta y no me invitas?
-Buenos días, ¿qué tal? Yo estoy bien…

Noelia capta el mensaje.

-Buenos días Marco, ¿no me invitas?
-A ti sí, el problema es tu amigo.
-¿Mi amigo?
-El rubio de la cicatriz.
-¿Julio? No es mi amigo, es mi novio.
-Pues eso… -le entrega una única invitación y retoma su camino.
-Supongo que se colará. No le gusta que esté sola. Así que tú mismo, o entra como todos, o rompe una ventana.

Automáticamente, Marco se da la vuelta y da otra invitación a Noelia quien le da las gracias en un tono peculiar, casi cantando.