domingo, 30 de octubre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 19


Ainhoa parece interesada en su historia. Apenas parpadea mientras él no para de hablar. En algunos tramos de la historia a Erik se le encoge la voz y consigue que a la chica se le ponga el vello de punta. Pocas personas tienen una historia como la de Erik y ella nunca se hubiese imaginado algo así.

-…Por eso empecé a trabajar para Cavallari.
-¿Y por qué lo dejaste?
-Me lo aconsejaron y además te lo prometí, ¿recuerdas? El día en el parque cuando estábamos espiando a los tortolitos.
-Sí, no me fiaba de Julio.
-Ni yo. Llevaba unos días muy raro y se quería librar de mí a toda costa.

Va hacia la cocina y vuelve al salón con otro par de latas de coca cola.

-¿Y tu familia? No me has contado nada y, por lo que pude ver, tu padre es un poco bipolar.
-No seas tonto, lo que pasa es que está muy agobiado con su trabajo.
-¿A qué se dedica?
-Es policía.

Erik silba para hacerle saber que no se esperaba esa respuesta.

-Hace tiempo un policía me invitó a su casa. A lo mejor lo conoces, se llamaba Santiago Garrido.
-Sí, es el compañero de mi padre. A lo mejor te habló de él, ¿te suena Carlos Lucena?

Carlos Lucena. De repente el nombre del policía está escrito en todas partes con una letra que le resulta familiar. Mire a donde mire está todo lleno de tinta, de una tinta guiada específicamente para que de forma a las letras que forman ese nombre. Carlos Lucena. Siente un pinchazo en la barriga, como si el cuerpo le quisiese recordar algo y, de pronto, ¡pom! Una imagen en su cabeza: la carta. La carta que su hermano le dejó a su madre. La misma carta que hablaba de Carlos Lucena. La misma carta que daba esperanzas para pensar que su hermano seguía vivo.
Ainhoa pasa un par de veces su mano por los ojos de Erik para que reaccione y funciona ya que el chico pestañea.

-¿Ocurre algo?
-Tengo que hablar con tu padre.

Ainhoa lo mira extrañada, pero él no pierde tiempo. Ella sigue sentada en el sofá y observa como abre la puerta para largarse.

-¿Me vas a dejar aquí sola?
-Vuelvo pronto, cuida de Lucía -desaparece dando un portazo.

Ainhoa suspira. Está sola en una casa que a penas conoce. ¿Y si llega la madre de Erik? ¿Cómo le explica que su hijo ha salido corriendo y ha dejado a ella al cargo de Lucía?
Corre, corre, corre y no para ni para tomar aire. Cruza las calles incluso cuando el muñequito está en rojo y ni se detiene a mirar si vienen coches, son los conductores los que tienen que gastárselas con cuidado para no atropellarle. Recibe más de un toque de atención con el claxon de los coches y también le llueve algún que otro insulto, pero consigue llegar. Toca al timbre medio ahogado. Le abre el hombre que lo cogió del cuello la vez que despertó en casa de Ainhoa.
Carlos Lucena lo mira confundido, no se lo esperaba. Al final va ser cierto eso de Mahoma y la montaña.

-¿Carlos Lucena? -pregunta Erik aunque conoce la respuesta.
-Pasa, Erik -Carlos demuestra que él también lo conoce.

Entran en el salón. Carlos apaga la televisión e invita a Erik a que tome asiento. El joven se acomoda en un sillón y el policía en un sofá cercano. Le ofrece algo de beber, pero todas las marcas de refresco e incluso las alcohólicas reciben una respuesta negativa por parte de Erik, sin embargo, no le hace el feo a un vaso de agua fresca y Carlos no tarda en servírselo. Después de darle un buen trago al vaso, comienza.

-Conocías a mi hermano.
-Sí -responde Carlos aunque lo de Erik no era una pregunta.
-El nunca me habló de sus… -Carlos alza las cejas y Erik entiende el gesto- de ti.
-Éramos buenos amigos. Tu hermano era una de las mejores personas que he conocido, murió con valentía.
-¿Lo viste morir? -Carlos no responde-. ¡Claro que no! ¡Porque está vivo!
-¿Has leído la carta? -Erik asiente-. No se hurga en las cosas de los demás.
-Ese no es tu problema.
-Las cosas no siempre salen como planeas.
-Explícate.

Carlos Lucena se lo piensa, pero se decide al ponerse en el lugar de Erik. Tiene derecho a saber la verdad o, al menos, toda la verdad que consiga contarle.

-Alex y yo ideemos un plan para meter a Cavallari entre rejas y hacer que él pudiese escapar, pero salió mal.
-Eso quiere decir…

Carlos termina la frase.

-Erik, eso quiere decir que lamentablemente tu hermano no está vivo.
-No, eso quiere decir que arriesgó su vida para ayudarte a hacer tu trabajo y murió. No es justo. ¿Tu estabas cuando murió? -Carlos gesticula un “sí” mudo-. ¿Quién lo hizo?

Son como relámpagos fugaces que traen imágenes de aquel fatídico día a la mente del policía. Derrama una lágrima, se da prisa en secársela antes de que Erik lo note.

-¡¿Quién lo hizo?! -ahora lo pregunta gritando.

Carlos empieza a temblar. De repente le parece como si volviese a tener el cuerpo desvanecido de Alex entre las manos. Vuelve a tener sangre por toda la camisa y las manos también las tiene empapadas. Vuelve a cerrar los ojos de Alex con delicadeza mientras escucha el ruido que producen los zapatos de Cavallari y los de Santiago al correr uno detrás del otro, incluso suena un disparo que no alcanza objetivo.
En el presente, Carlos no se da cuenta de que Erik está llorando y se ha levantado del sillón.

-¡Incompetentes! ¡Él era el último que merecía morir! -agarra el vaso y lo tira con furia al suelo. Se rompe en mil pedazos y algunos cristales saltan a los pies de Carlos que sigue sin reaccionar. Erik lo agarra por la camisa y lo obliga a levantarse del sofá-. ¡Mírame! -lo zarandea y Carlos reacciona. Ve esos ojos bañados en lágrimas, ve la ira, la rabia que no se puede contener, las venas de los brazos que parecen que van a saltar de un momento a otro. Erik se vuelve a dirigir a él, ahora susurrando-. Tú deberías ser el muerto.

Al escuchar esas palabras, Carlos lo golpea con el puño cerrado en la ceja, el dolor hace que Erik lo suelte.

-Vete de mi casa.

Erik aprieta los labios, piensa en si debería atacar él también. Niega con la cabeza, se está respondiendo a sí mismo. Sin mediar más palabra, sale de la casa dando un portazo.
Carlos Lucena mira al suelo, ahora mismo su corazón está como ese vaso, roto. Imposible de reconstruir. Vuelve a vivir lo que vivió ese día. Es como una película que desearías no haber visto nunca, pero sin embargo cada imagen ha quedado grabada en tu memoria. El recuerdo termina y vuelve a empezar, como si se tratase de un viejo disco de música que está rayado y siempre repite lo mismo.
Erik se refugia de nuevo en su casa. Cuando llega Lucía está jugando con Ainhoa. Las mira a ambas, pero termina por centrarse en Ainhoa, ¿cómo puede ser hija de ese estúpido? Lucía escapa de los brazos de Ainhoa en cuanto se da cuenta de la llegada de su hermano y se lanza hacia él, Erik la abraza, después es Ainhoa quien va a darle la bienvenida.

-¿Y esa ceja?
-Me he dado un golpe con la puerta de tu casa.
-¿Te duele? -niega con la cabeza. No es la ceja lo que le duele, lo que le duele está más abajo, en la parte izquierda del pecho, pero es evidente que por ese músculo no va a preguntar la chica-. Al final no voy a conocer el misterioso lago.
-¿Cuándo acaban las clases?
-El próximo miércoles.
-El jueves por la mañana vamos.
-Está bien, pero ahora me tengo que ir, quedé con mi padre.

Erik imagina lo que Carlos Lucena dirá a su hija sobre él. Debe solucionar el problema antes de que aparezca. Antes de que Ainhoa cierre la puerta, él le sujeta la mano para que no lo haga.

-No creas a nadie que no sea yo.
-¿Por qué?

No le apetece en absoluto, pero sonríe.

-Los reyes tienen enemigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario