lunes, 3 de octubre de 2011

La venganza del Rey: Capitulo 10


Ainhoa entra al salón. Su padre hace como que ve un partido de rugby, pero ambos saben que eso no es cierto. Nunca le ha llamado la atención el rugby, él es más de fútbol y tenis. Es obvio que sigue pensando en Erik.

-¿Papá?

Carlos mira a su hija y asiente a la vez que hace un gesto para invitarla a sentarse junto a él.

-¿Qué te pasó antes?

El policía sonríe en un intento de disimular.

-Uno no ve todos los días a un chico en la cama de su hija.

Y la vergüenza inunda cada parte del cuerpo de Ainhoa. ¿No podría elegir otras palabras? ¿Por qué tiene que ser tan brusco? Seguro que lo hace para acabar cuanto antes con la conversación pero ella no está dispuesta a caer en la trampa.

-Lloraste cuando te dijo su nombre.
-Eso no es verdad.
-Sabes que sí. ¿Qué pasa? ¿Qué tiene su nombre de especial?
-Su nombre tiene de especial que es el nombre del primer novio serio de mi hija.
-¡No es mi novio!

Y justo en ese momento Carlos sonríe. Lo ha conseguido. Ha conseguido cambiar los papeles. Ahora él es el detective y ella la que lucha por no ser demasiado torpe a la hora de contestar las preguntas.



Erik está tirado en el sofá, abrazado a su hermana y viendo uno de esos dibujos para críos que siempre te piden ayuda para todo. Al parecer es lo más normal del mundo que una madre deje que su hija se recorra el mundo con un mono morado y un mapa que habla… Es fin, por lo menos Lucía se entretiene y produce alguna que otra sonrisa en el rostro de Erik cuando contesta a las preguntas de la niña y el mono.
Tocan a la puerta y abre Clara, la madre de Erik, quien deja entrar al  recién llegado. Erik no presta atención a quien acaba de entrar por la puerta hasta que siente como alguien le da un guantazo en la nuca. Se gira rápidamente y ve a Julio.

-¿Qué haces aquí?
-¿Es así cómo me tratas? Vengo a decirte que… -los ojos de Julio se topan con las heridas de Erik-. ¿Qué te ha pasado?

Clara sale a la velocidad de la luz de la cocina al escuchar la pregunta del amigo de su hijo. Erik no ha querido darle explicaciones a ella y, si se las da a Julio, ella no piensa perderse un solo detalle. Tiene derecho a saber que pasa en la vida de su hijo.
Erik mira de soslayo hacia la puerta de la cocina y descubre que su madre espera impaciente para escuchar la historia.

-Vamos a dar una vuelta y te lo explico todo.

Erik agarra a su hermana por debajo de los sobacos y la aparta para poder salir del sofá.

-¿Te vas? -pregunta algo triste la niña.
-Vuelvo pronto.
-¿Vas a quitarte la pintura de la cara?

Julio no puede evitar reírse y Erik lo fulmina con la mirada. Después, vuelve a mirar con toda la dulzura del mundo a su hermana.

-Creo que me dejaré la pintura unos cuantos días más.
-Pues así estás más feo.
-¡Qué voy a estar más feo!

Lucía se pone de pie sobre el sofá para alcanzar a tocarle el ojo, Erik se queja y se retira tan pronto como le es posible.

-¿Te duele?
-No, no me duele. Lo que pasa es que si me tocas el ojo se me va la pintura y no quiero quitármela aún.

La pequeña hace un último intento y para ello acude al amigo de su hermano.

-Julio, ¿a ti te gusta el ojo morado?

El rubio abre la boca para contestar, pero Erik se le adelanta.

-¿No ves el mono? ¡El mono de la tele también es morado! Y a ti te gusta, ¿no?

Tras decir eso se apresura en salir cuanto antes para que Lucía no siga haciendo preguntas ni comentarios acerca de su cara.
Los amigos montan en la Yamaha r1 negra y se escapan a su lugar. Sí, su lugar, porque no va absolutamente nadie. La gente es tan vaga que no se interesa por saber lo que hay un poco más allá de donde viven y, a los que les pica la curiosidad, se les concede la oportunidad de olvidarse de todo en esa pequeña zona que parece sacada de una utopía. Perfecta. No hay otra definición.
Aparcan la moto y se tumban en la hierba que hay junto al lago. Erik le cuenta con pelos y señales todo lo sucedido la noche anterior, al menos, todo lo que recuerda y, al menos, todo lo relacionado a Cavallari pues toda la historia de Ainhoa se la calla.
Pasa el rato sin que ninguno de los dos abra la boca. Ninguno dice nada y no por falta de ganas sino por falta de valor. Porque ambos tienen algo que contar. Algo que callan por miedo a que el otro le insulte. ¿Cómo le cuentas a tu mejor amigo que estás empezando a sentir algo por una chica? Parece fácil pero ¿cómo se lo cuentas si nunca habéis hablado de algo parecido? ¿Cómo se lo cuentas si juntos habéis criticado a los enamoradizos? Si juntos habéis odiado las películas románticas, si juntos os habéis reído de otros amigos que han confesado el “crimen”.
Tanto que decir y tanto que no dicen. Mismo problema, misma forma de resolverlo. Misma opinión el uno del otro. Son tan parecidos… son tan parecidos que se olvidan de lo que no se atreven a contar y acaban durmiéndose.



Mientras tanto en casa de Noelia la situación es bien distinta. Ainhoa ha huido a la casa de su amiga tan pronto como le ha sido posible. Preguntas como: <<¿Y cuánto hace qué lo conoces>> Le han llevado a ello. Aunque el colmo ha sido cuando su padre ha hecho la peor de las preguntas: <<¿Tomáis precauciones?>> Entonces es cuando ha decidido salir corriendo con las excusa de que había quedado con Ainhoa.

-¿Y qué pasó después?
-Lo llevé a mi casa.

Noelia se entusiasma aún más al escuchar la última respuesta.

-¿Y después?
-Lo curé.
-¿Y después?
-¡Quieres dejar de repetir la misma pregunta una y otra vez!
-Oye que no soy yo la que da respuestas tan secantes. ¡Cuéntamelo todo y acabamos antes!
-Eres una cotilla.
-¿Y si te digo que yo también tengo algo que contar?
-¿Algo sobre qué?
-Si cuentas tú, cuento yo.
-De acuerdo.

A Ainhoa no le queda otra escapatoria que describir con pelos y señales cada momento, cada pensamiento que se le cruzaba por la cabeza al tenerlo cerca, cada detalle, cada palabra, cada gesto y también lo que tiene que ver con su padre. Cuando los pilló, cuando empezó a llorar sin motivo alguno y salió corriendo y, sobre todo, cuando el muy listo le dio la vuelta a la tortilla y ella se vio obligada a darse a la fuga.

-Te toca.
-¡¿Has dicho que se llama Erik Rivas?!
-Sí, eso he dicho.
-¡Es el amigo de mi Julito!
-¿Tu Julito? ¿Qué ha pasado en tu vida últimamente?
-¿Recuerdas el chico por el que te dejé tirada el otro día?

A Ainhoa le sorprende que su amiga hable tan claramente acerca de ese aspecto. <<Te dejé tirada>> ¡Hasta ella lo admite!
Noelia hace como si nada y sigue con la historia.

-Pues estoy con él y me sorprendió porque es muy sensible.
-¿Sensible? ¡Si era el típico macarra!
-Perdona pero eso es por culpa de gente como Erik Rivas. ¿Sabes lo que supone contar ciertas cosas ante sus amigos? Algún que otro chico confesó su historia de amor ante ellos y solo recibió insultos, carcajadas y humillaciones… ¡Incluso a uno le dieron una paliza! Son unos bestias y eso incluye a Erik…
-Y el único rayo de luz que hay entre tanta tiniebla es precisamente Julio, ¿no?
-¿Por qué no puede ser así? ¿Pretendes que me crea que es Erik?
-Pues, te confieso que en algunos momentos me enamora, pero después vuelve a ser el mismo imbécil de siempre y todo vuelve a la normalidad. Todos los de esa pandilla son iguales.
-Yo sigo diciendo que Julio es distinto.
-¿Y si es distinto por qué eligió unos amigos así?
-Ainhoa, estoy completamente segura de que él es distinto. ¿Sabes qué? Lo voy a poner a prueba.

Ainhoa suspira. Es imposible hacer entrar en razón a Noelia. Cuando le da por algo no ve más allá de ello. Lo mejor será dejarle hacer lo que quiera y cuando se de cuenta de que Julio no es una excepción será el momento de consolarla.

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