Su madre ha ido a hacer la compra y su hermana la ha acompañado. Está solo en casa. Es el momento que lleva esperando desde que espió la reunión de su amigo con el jugador de poker. Lo primero que hace es entrar en la habitación de su madre. Abre cada cajón de la mesita de noche esperando encontrar algo de valor. Algo que salve la vida de Julio. Encuentra un joyero cerrado con llave y lo deja sobre la cama mientras busca desesperadamente la llave. Mira en el armario, busca entre la ropa interior, hurga por cada rincón, pero no da con ella. Desesperado, agarra la caja y corre hasta su habitación. Una vez allí coge las llaves de la moto a las que le acompaña una pequeña navaja de llavero. No está afilada ya que es de adorno, pero aún así le sirve. Presiona la hoja de la pequeña navaja hasta que consigue que la punta se introduzca en la hendidura del cerrojo. Hace un pequeño esfuerzo por girar la navaja dentro de la cerradura y finalmente ésta cede y el joyero queda abierto. Erik lo abre como el que abre un cofre del tesoro y mira curioso en el interior. Tan solo hay un sobre. Lo abre con la esperanza de que haya algo de dinero, pero no encuentra precisamente riquezas. En el interior del sobre hay una foto de su hermano Alex y una carta. Acaricia con la yema de los dedos la cara inmortalizada de su hermano como si realmente él estuviese allí y pudiese acariciarlo. Después abre la carta.
“Hola mamá. Cuando leas esto todo habrá acabado. Voy a acabar con toda esta mierda y para ello tendré que irme lejos. No aguantaré mucho tiempo vivo si no desaparezco tras hacer lo que estoy dispuesto a hacer. Estate tranquila, voy a estar bien. Soy fuerte, ¿recuerdas? Tú misma me lo recordabas cada vez que hacía una locura de pequeño y salía ileso. No puedo despedirme para que no sospechen. Tampoco intentes llamarme, ellos lo controlan todo. De aquí a unas horas estaré muy lejos. No puedo decirte donde, ni yo lo se, solo sé que desapareceré. Te voy a dar un nombre: Carlos Lucena. Habla con él cuando todo esto termine. Espera un tiempo, para estas cosas hay que tener paciencia, si no la tienes puedes ponerlo en problemas. Él te dirá lo que necesites saber. Es un buen hombre. Déjame que te pida una última cosa: cuida del tonto de Erik y de Lucía. Los quiero, hace tiempo que los ignoro, pero es solo para que no lo pasen mal en mi ausencia. Me despido, un beso. Alex.”
Una gota cae directa sobre el papel y lo empapa. Erik retira un poco la carta para no mojarla más y se seca las lágrimas con la mano. ¿Qué quiere decir todo eso? Alex. Su hermano. La persona por la que ha llorado tanto, la persona por la que está llorando en estos momentos… ¿vivo? ¡Es imposible! La esperanza llena un poco del vacío que dejó su hermano en su corazón al irse. ¿Y si fuera cierto? En la carta pone un nombre: Carlos Lucena. Carlos Lucena, le suena de algo… No consigue recordar y eso lo pone furioso. ¿Dónde ha escuchado ese nombre antes? Se golpea la cabeza con la palma de la mano en un intento de recordar, pero no lo consigue. Decide guardar la carta, besa la foto y también la mete en el sobre, lo guarda todo en el joyero y saca la navaja. Ahora mismo es más urgente solucionar el asunto de los quinientos euros. Al sacar la navaja de la cerradura del llavero, cruza su mirada con las llaves de la moto. Las sostiene por un momento entre sus manos. Lo que debe de querer a Julio para que se le pase por la cabeza lo que se le está pasando.
-¿Y qué ha pasado con Erik? Me parece increíble que te vayas al cine con Adrián.
-¿Perdona? Adrián es una persona normal. Otras, en cambio, prefieren ir con gamberros.
-Erik es amigo de ese gamberro…
-¿Quieres dejar de hablar de Erik? Además, yo nunca he dicho lo contrario. Siempre he defendido que Erik es igual que todos ellos, eres tu la que se empeña en que Julio es distinto.
-Y lo es. ¿Sabes qué? Te lo presentaré mañana. Nosotros también iremos a ver esa dichosa película.
-¿Te autoinvitas?
-Yo voy y si nos encontramos por casualidad…
-Ya claro, ¡qué morro!
El móvil de Noelia informa a su poseedora de que está recibiendo otra llamada y a la chica le entra prisa por dejar de charlar con su amiga.
-Tengo que colgar, nos vemos mañana.
-Adiós -Noelia se da tanta prisa en pulsar el botón rojo, que no le da tiempo ni a escuchar la despedida de Ainhoa.
Mira el móvil fijamente esperando a que vuelva sonar. En efecto, la pantalla se enciende y el móvil vibra al ritmo de Black Eyed Peas. Justo es quien ella imaginaba. Tarda en pulsar el botón verde menos de lo que ha tardado antes en pulsar el rojo.
-¡Amor!
-Pequeña, ¿qué tal?
-Ahora que te escucho, estoy perfecta, ¿y tú?
-Precisamente por eso te llamo, necesito que me hagas un favor.
-Pídeme lo que quieras.
¿Cómo le dices a alguien que te habla así que te preste quinientos euros? Julio se derrite al escuchar sus palabras y decide no hacerlo. No puede defraudarla. No puede contarle que ha perdido todo ese dinero jugando al poker. La cosa acabaría mal si lo hiciera. Decide decirle cualquier otra cosa que le haga sonreír.
-Mi problema es que necesito verte.
-Dime dónde estás.
¿Qué dónde estoy? Debajo de tu casa. La idea es que bajaras lo más rápida posible para darme el dinero… Tiene que volver a mentir.
-Estoy cerca. ¿Estás en tu habitación?
-Sí.
-Asómate por la ventana.
Noelia da una carrera y se apresura en alzar la persiana. Julio le saluda desde abajo.
-Cada vez me sorprendes más -dice Noelia mientras le responde al saludo con la mano.
-Esa es la idea, mi niña.
Erik aparca la moto junto a un taller de mecánica. Todo el mundo sabe que Luis, uno de los empleados que trabaja allí, es un friki de todo el mundo que rodea a las motos y, ese tipo de persona, es justo la que necesita Erik.
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