La señora que tienen delante se marcha y le llega el turno de Erik. Julio prefiere mantenerse al margen y lo espera sentado mientras ojea folletos de publicidad y se llena la barriga de caramelos. Son gratis y todo lo que es gratis no se puede despreciar. Erik se acerca al empleado que termina de mirar algo en la pantalla del ordenador y le atiende.
-¿Qué desea?
Erik sonríe, saca de su bolsillo un fajo de billetes atados con una goma elástica y los pone encima de la mesa. El hombre que le atiende clava su mirada en aquel montón de billetes. Después vuelve a mirar al chico. ¿Dónde se gana tanto? No se lo pregunta pero aún así Erik contesta.
-He vendido la moto. Quisiera ingresar catorce mil quinientos euros en la cuenta de Clara Benítez Lago -él hombre que lo atiende se dispone a resistirse. Erik lo ve venir y se adelanta-. Es mi madre.
El empleado suspira.
-Está bien. ¿Me sabrías decir la clave de su cuenta?
-No la sé.
-Entonces me temo que va a ser imposible.
-¿Por qué? ¿Cuántas personas conoces que se sepan la contraseña de la cuenta bancaria de su madre? Apuesto a que no hay ni una en todo el globo. Además he venido a ingresar, no ha sacar dinero, mi propósito no es robar nada.
-Ya, pero no me permiten…
-¡Venga! Su jefe no va a preguntarle por todas las personas que han pasado por aquí hoy.
-Joder -el empleado alza las cejas. Se le ha escapado. Intenta arreglarlo-. Quiero decir, que es mucho dinero. Podría investigarlo hasta la policía.
Erik suspira y da un golpe en el escritorio con las palmas de las manos.
-¡Mierda!
El empleado lo mira atemorizado. Esperando a que aquel joven adinerado le pegue un puñetazo, pero no sucede nada. Erik se vuelve a reunir con Julio. Julio alza la vista de la publicidad para atender a su amigo. Después coge otro caramelo en cuyo papel está inscrito el nombre del banco y se lo ofrece.
-¿Quieres?
Erik no piensa en el caramelo.
-No ha querido ingresar el dinero.
-¿Quién te ha atendido?
Erik se lo señala haciéndole un gesto con las cejas. Julio sonríe, se levanta de la silla y comienza a caminar junto a Erik. Cuando salen del banco le habla casi susurrando para asegurarse de que nadie lo escucha.
-Ése fue novio de mi hermana.
-¿Y?
-BMW m3 coupe blanco.
Caminan un poco más y de repente Julio se para en seco y señala con el dedo un coche.
-¿Ahora? -pregunta con ironía Erik. Julio le sonríe. Quizá sea mejor esperar a que caiga la noche.
Se olvidan por el momento del BMW y continúan su camino que sin la moto resulta mucho más largo de lo habitual, tardan algo más de una hora. Cuando llegan a la que ya se puede catalogar como “su guarida” están sudando. Se quitan la ropa conforme se acercan al lago y Erik se asegura de que el bolsillo en el que va el dinero está bien cerrado. Se lanzan al agua de cabeza y en calzoncillos que hacen de improvisados bañadores.
-¡Dios! Odio el verano.
-Ya… Y en invierno dices que odias el invierno.
-Esta vez hablo en serio. Pero, ¿sabes qué? Hay algo que odio aún más -Erik muestra interés creyendo en la remota posibilidad de que su amigo diga algo serio y Julio no duda en continuar-. Las pipas pochas.
Ambos se quedan mirándose serios durante unos segundos. Después Julio no aguanta más y estalla en una carcajada. Erik sonríe al escucharlo y niega con la cabeza afirmando, por otra parte, que su amigo nunca cambiará, siempre será un loco descerebrado que solo dice tonterías. Lo agarra por la cabeza y lo empuja hacia abajo para sumergirlo bajo el agua. Cuando lo saca lo zarandea por los hombros.
-¿Cuándo vas a decir algo serio? ¡Eres imbécil!
Julio sopla y de su boca sale toda el agua que había cogido cuando Erik le estaba haciendo la ahogadilla. Empapa la cabeza de su amigo.
-Eres asqueroso -llena agua en sus manos y se la echa por la cara para limpiar restos de la saliva de su compañero.
Juguetean un rato en el agua como si fuesen niños pequeños. Libres para hacer lo que les de la gana. Libres para elegir no elegir decisiones. Libres para equivocarse. Libres para vivir.
Más tarde se secan sobre la hierba y, quizá sea por el calor que le da en la cabeza y le trastorna el comportamiento, pero Julio dice algo coherente.
-¿Sabes qué es realmente lo que odio? -Erik se quita las ray ban de sol al estilo sheriff, gira el cuello y pone sus cinco sentidos en las palabras de Julio. Julio sigue mirando al frente. Sin ningún tipo de gafas. El sol hace que sus ojos brillen-. Odio cuando ella no confía en mí. Cuando no me cree aunque le esté diciendo la verdad. Cuando piensa que estoy atento a cualquier chica menos a ella. Eso es lo que odio. Y lo odio porque soy incapaz de demostrarle que es imposible que se me pase por la cabeza hacerle daño. Porque lo único que tengo en mente es hacerla feliz. No hay otra opción, es eso o nada. ¿Por qué la gente desconfía?
-Por el miedo.
-¿Miedo a qué? -Julio deja de mirar al frente y se centra en su amigo.
Casi sin darse cuenta, Erik empieza a sacar sus sentimientos a la luz.
-Cuando quieres demasiado te parece imposible que la otra persona pueda igualar lo que tu sientes por ella. A veces somos un poco egoístas. No le damos a nadie el derecho a que ame más que nosotros, a que entienda sobre algo más que nosotros, a que sufra más que nosotros… Y quizá nos superan en todo. Nadie es el centro del mundo. Aunque, en ocasiones, lo que somos es orgullosos. Tan orgullosos que no nos atrevemos a decir lo que la otra persona hace bien. Tanto, que no nos atrevemos a confesar esos sentimientos que nos comen por dentro.
Julio capta al vuelo lo que ocultan esas palabras. Empieza a pensar que quizá sí que era él el tipo del cine pero, ¿para qué quiere Erik ir solo al cine? Es de locos. Abandona la idea.
-¿Y eso lo dices por Noelia o por ti?
Erik sonríe. Le ha pillado. Se vuelve a poner las gafas de sol para ocultarse tras ellas. No piensa responder.
Adrián se acerca sacando pecho y sosteniendo dos entradas en su mano. Lega hasta el pupitre de Ainhoa. La chica está hablando con Noelia y un par de amigas más. Adri tose para llamar su atención. Dos de las amigas se marchan, Noelia sigue allí como si nada aunque ha comprendido a la perfección el significado de esa tos falsa. Adrián se intenta mostrar amable. Aunque es más que evidente que mantienen una peculiar lucha desde el primer día en el que Adrián se tomó en serio conquistar el corazón de Ainhoa.
-Noelia, ¿te importa?
-¿Acaso molesto?
Ainhoa le hace un gesto y Noelia se retira a regañadientes. Adrián sonríe a su presa.
-Tengo dos invitaciones para la fiesta que va a celebrar Marco en su casa este sábado. ¿Qué me dices?
-¿Qué sí?
-Sería lo suyo, pero tú decides. ¿Aceptas? -le sonríe mientras le ofrece su mano a Ainhoa.
-Acepto -se la estrecha.
Noelia que, aunque un poco alejada, no ha perdido detalle de la conversación, no piensa permitir que Adrián se salga con la suya. Sale en busca de Marco y no tarda en encontrarlo.
-¿Das una fiesta y no me invitas?
-Buenos días, ¿qué tal? Yo estoy bien…
Noelia capta el mensaje.
-Buenos días Marco, ¿no me invitas?
-A ti sí, el problema es tu amigo.
-¿Mi amigo?
-El rubio de la cicatriz.
-¿Julio? No es mi amigo, es mi novio.
-Pues eso… -le entrega una única invitación y retoma su camino.
-Supongo que se colará. No le gusta que esté sola. Así que tú mismo, o entra como todos, o rompe una ventana.
Automáticamente, Marco se da la vuelta y da otra invitación a Noelia quien le da las gracias en un tono peculiar, casi cantando.
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